Opinión: OPIN-05
La vuelta al mundo
La feria de Francfort y el populismo criollo

Rogelio Alaniz

Ningún argentino debería asombrarse demasiado de que los representantes nacionales en la Feria del Libro de Francfort sean Carlos Gardel, Eva Duarte, el Che Guevara y Maradona. A la lista podría haberse agregado el Gaucho Hormiga Negra, el Potro Rodrigo, Tinelli y Callejeros. En todos los casos, los candidatos reunirían las dos condiciones que parecen imponerse en la Argentina a la hora de designar una delegación simbólica para que nos represente en una Feria del Libro: son populares y no escribieron libros.

La originalidad criolla en ese sentido merece destacarse. A nadie en el mundo se le ocurriría un gesto semejante.

Si lo que pretendíamos era llamar la atención, hay que admitir que lo hemos logrado. Sólo a los argentinos se les ocurre no designar a escritores para una feria en donde el tema es la escritura. Cuesta entenderlo, pero es así: la delegación simbólica argentina para Francfort está integrada por personajes muy populares cuya única debilidad es no haber escrito un libro en su vida.

Se dirá que Evita escribió "La razón de mi vida". No hay ningún testimonio serio que asegure semejante hazaña literaria. Además, en el país en donde se escribieron "Los siete locos" o "Boquitas pintadas", acudir a "La razón de mi vida" me parece un despropósito o un gesto de dudoso humor. Se dirá que el Che alguna vez pensó que los borradores sobre el manual del guerrillero podrían haber sido un libro, como efectivamente lo fue. Como el Che algo sabía de literatura, le gustaba frecuentar a los buenos poetas y tenía un saludable sentido del ridículo, no creo que habría admitido de buen grado estar en la Feria de Francfort compitiendo con Sebald, Kundera, Magris y otros escritores por el estilo.

De Gardel lo único que puedo decir, porque me consta, y porque lo disfruto, es que fue el cantor de tangos más extraordinario que dio el género y que cuando lo escucho comparto con la mayoría el concepto de que cada día canta mejor. Dicho esto, creo que no tenemos derecho a ponerlo incómodo llevándolo a un lugar en el que él jamás hubiera elegido estar por voluntad propia.

Con respecto a Maradona, creo que no hay mucho que decir y que todo lo que se enuncie sobre su relación con el libro y la literatura es innecesario. En todo caso, llama la atención que, de los cuatro candidatos propuestos, él sea el único que está con vida. El dato merece mencionarse, porque queda abierta la posibilidad de que en el futuro Maradona se despache con algún libro de poemas haiku o con algún ensayo de una calidad tal que deje reducido a Ezequiel Martínez Estrada a un simpático narrador de cuentos verdes.

Se dirá que en la lista faltan Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Es cierto. Los dos están porque fueron agregados a último momento. Los autores de "El Aleph" y "Rayuela" participarán en una condición parecida a la de los colados. No deja de ser un síntoma elocuente de la cultura de nuestra clase dirigente que, en una feria del libro, Borges y Cortázar sean incorporados a último momento, mientras que a la platea oficial la ocupa Maradona.

No concluyen allí las curiosidades. Los dos grandes escritores del siglo XIX, Sarmiento y Hernández, no sólo están ausentes, sino que fueron rechazados. Parece que el gol de Maradona a los ingleses nos representa mejor en una feria del libro que el "Facundo" o el "Martín Fierro". Lo que se dice una auténtica defensa popular del ser nacional.

De Roberto Arlt, Macedonio Fernández, Ricardo Güiraldes, ni una palabra. No los conocen o no los entienden. También es probable que sus asesores les hayan dicho que no integran el panteón de la causa nacional y popular. Leopoldo Marechal tampoco está en la lista. Peronista y popular, tiene un defecto: escribe muy bien. No voy a decir que escribe mejor que Maradona o Evita porque sería faltarle el respeto.

Si el populismo en materia política es una opción opinable y, a mi criterio, equivocada, en materia estética es realmente una calamidad. Esta relación forzada, manipuladora, entre arte y multitud ha hecho estragos en materia estética y ha sido una verdadera topadora en la sensibilidad de escritores muy bien intencionados. Pero, si en una época este debate entre escritores populares o elitistas tenía un marco histórico propicio que lo legitimaba, en la actualidad esa relación se ha extraviado. Lo popular en las sociedades de masas está manipulado y mercantilizado por la denominada industria cultural. Hoy lo popular se confunde con el marketing y por ese camino se relaciona con el mercado. El criterio estético de verdad para nuestros populistas es el tatuaje, la remera o el póster. Por supuesto, esto es mucho más popular y más inteligible que escribir "el íntimo cuchillo en la garganta" o "la unánime noche".

Recuerdo que en los tiempos clásicos la consigna de los intelectuales era: para la clase obrera, lo mejor. La mejor pintura, la mejor música, los mejores libros. Hoy parecería que esa preferencia se ha invertido: para las clases populares, lo peor, la chatarra, lo que sobra. La calidad no importa, el esfuerzo por construir una obra de alcance universal no merece ser atendido. Lo que importa es lo que se vende y, más que lo que se vende, lo que importa es promocionar aquello que las clases populares consumen alegremente.

Este fenómeno social y político ha sido debidamente estudiado y no hay espacio en esta columna para extenderse más al respecto. Lo que hay que decir, a modo de síntesis, es que esta concepción populista de la producción de bienes culturales es la que orienta el criterio para elegir a Maradona en lugar de Borges.

Lo patético y lo imperdonable, si se permite la palabra, es que la Argentina tiene una excelente literatura, una literatura que, sin ánimo de pecar de nacionalista, está entre las mejores de América Latina y nada tiene que envidiar a lo mejor que está escribiendo en Occidente. En la actualidad, los escritores nacionales son reconocidos en todo el mundo, menos por el gobierno argentino. Sobre Manuel Puig, Juan José Saer, Ricardo Piglia, por mencionar algunos, se realizan seminarios en las universidades de Estados Unidos y Europa. También se hacen seminarios en la Argentina y sus libros circulan entre los devotos de la buena literatura. A las autoridades oficiales ese dato nada les dice. Los señores o las damas miran las encuestas y arriban a la conclusión que Maradona es más popular que Saer y proceden en consecuencia.

Alguien dirá que no es justo meter en la misma bolsa a Maradona con el Che o con Evita. Es verdad. No son lo mismo, pero ése es un reproche que hay que hacerles a quienes los han juntado. No obstante ello, hay que admitir que para la mirada populista los cuatro personajes tienen algo en común: todos venden bien en la industria del consumo, los cuatro son mercancías populares más allá de ellos mismos.

Habría que decir, por último, que, cuando un Estado nacional designa representantes ante un foro internacional, se preocupa en primer lugar para que aquellos que lo integran tengan que ver con el tema y, en segundo término, si el criterio es político, que los nombres sean factores de unidad nacional. Al respecto, no creo, más allá de las simpatías o antipatías que me despierten, que Evita y Guevara sean símbolos políticos de unidad nacional. Creo que tampoco les hubiera gustado compartir el mismo estrado. A juzgar por las opiniones que en sus años de estudiante el Che tenía sobre el peronismo y Evita, hay buenas razones para suponer que ni él ni ella hubieran elegido esa compañía.