Area Metropolitana: AREA-02
Pese a la urbanización del norte de la ciudad
Cabaña Leiva, donde abunda la cordialidad
Aunque hace unos años fue invadido por la urbanización, las características de este barrio se asemejan a la postal de un pueblo. Quienes habitan allí aseguran que Cabaña Leiva es una zona tranquila donde "da gusto vivir". En otro orden, los vecinos reclaman a la Municipalidad soluciones a algunos problemas.

Cabaña Leiva es uno de los barrios que delimita la ciudad al norte y marca la división con la vecina Recreo. Para llegar, la avenida Blas Parera es la que se debe transitar hasta la altura del 10200, donde un cartel de color verde anuncia la llegada al barrio y otros hacen referencia a las ofertas de los almacenes de la avenida.

"Vivir en Cabaña Leiva significaba, cinco años atrás, que la gente fuera a visitarte sólo si disponía de tiempo y quería hacer un paseo. Estaba catalogado como un lugar muy lejano y muchos hasta desconocían que era un barrio de la ciudad, ya que creían que estaba en las afueras. Pero ahora ya no es así", manifestó Ramona. Y agregó: "Es que la zona se pobló de casas, de planes de viviendas y prácticamente se aniquilaron los espacios libres de construcción que hacían más prominente la distancia con el centro de la ciudad".

"Sigue siendo tranquilo"

Al urbanizarse el norte, los pobladores de Cabaña Leiva confiesan que debieron adaptarse a una nueva vida. Es que "llegaron un montón de vecinos nuevos, provenientes de distintos barrios, y uno no llega a conocerlos a todos".

Frente a Cabaña Leiva, es decir sobre Blas Parera al 10200 pero a la izquierda, fue inaugurado, en junio de 2006, un plan de 384 viviendas que hoy se conoce como el barrio Nuevo Horizonte. Ello Äseñaló HéctorÄ fue lo derivó en que "se vean caras extrañas en la zona".

Consultados sobre cómo está el barrio respecto de la seguridad, todos los vecinos consultados indicaron que "Cabaña sigue siendo un barrio tranquilo". "Acá no vas a encontrar casas que dejen las puertas abiertas todo el día, tampoco bicicletas sin candado... Pero eso por una preocupación generalizada que hay sobre el tema, no porque en el barrio haya robos o asaltos", dijo un hombre. A lo que otra vecina acotó: "Uno, por el hecho de vivir en esta ciudad, toma ciertas precauciones. Calculá que ya no nos conocemos entre nosotros, porque hay mucha gente nueva, pero eso no significa que el barrio esté peligroso. Para mí, aquí sigue reinando la tranquilidad".

Necesidades

En la recorrida realizada por El Litoral se pudo observar la obstrucción de los desagües pluviales en varios sectores. Tal situación preocupa a los vecinos, pero no es la única. "Acá está faltando el trabajo de la Municipalidad. Notamos que no se interesa por este barrio, ya que no se ven empleados hace años", manifestó Francisco. En detalle, indicó que falta iluminación en las calles y el pavimento de casi todas las cuadras, puesto que sólo se asfaltó el recorrido que hace la Línea 3 por el interior de la barriada.

En la intersección de Arzeno y Pedro de Espinosa, es decir en el corazón del barrio, El Litoral encontró a la familia Aznarez, una de las primeras en habitar Cabaña Leiva. Siete gallinas, algunas caminando por la calle y otras bebiendo el agua estancada de la zanja, y la casa de barro donde viven, fue lo que llamó la atención y obligó a la parada.

"Gracias por visitarnos", dijo Rosa a El Litoral, invitándolo gentilmente a ingresar a su hogar. Esta mujer fue una de las primeras en llegar al barrio, cuando sólo existía "la casa de don Leiva y un rancho". "Hace más de 40 años que vine a esta zona. Por entonces, no había nada, sólo campos", recordó, indicando seguidamente que la casa donde hoy habita su familia es "de barro y palos".

Cabe señalar que la casa no está en buenas condiciones, no sólo por el paso de los años sino fundamentalmente por las dos inundaciones que la afectaron, al punto tal que su altura apenas llega al metro y medio. "Está toda apuntalada y se llueve, pero no tenemos posibilidades de arreglarla, porque lo que sacamos como ganancia en el horno de ladrillos, lo que saca mi hijo con la venta de pajaritos y gallinas y la jubilación que cobro yo de $ 200, no alcanza para nada", contó Rosa. Y agregó: "Me da vergüenza mostrarle mi casa, disculpe. Es que las inundaciones nos destruyó lo poquito que teníamos".

"Baratitos los baldes"

Una postal antigua coronó la recorrida de El Litoral por Cabaña Leiva: un vendedor ambulante que ofrecía baldes y fuentones de diferentes tamaños, a buenos precios.

Beto se dedica, hace 20 años, a caminar las calles de la ciudad entre seis y ocho horas por día, con la intención de vender objetos de plástico. Pero la actividad ya no le es rentable. Dice que "no se vende nada" y que "si es un día de buenas ventas" su ganancia ronda los $ 30. Sin embargo, aclara, esos días son "muy pocos".

Consultado sobre por qué elige Cabaña Leiva, remarcó la cordialidad que tiene la gente allí, "calidad que no encuentra en todos los barrios" y debe aprovechar para vender sus productos. "Este barrio me hace acordar a cómo era Santa Fe hace años; de ahí es que me vengo caminando desde San Agustín con mi carrito a cuestas", puntualizó.

Mónica Ritacca[email protected]