Opinión: OPIN-02 Nuestro 11-S

Pbro. Fernando A. Heinzen (*)

Hoy se cumple un nuevo aniversario del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York. Nuestra experiencia ante lo que vimos, escuchamos y leemos acerca de lo sucedido ese 11 de setiembre de 2001 nos hace tomar conciencia del valor de la vida y del minuto a minuto que se nos regala.

Lo que ha sucedido con las Torres Gemelas parece una pesadilla. Pero la realidad es "tan real" que se puede ver y tocar en los escombros y en los hierros retorcidos. Aún más, nos paralizan las miles de víctimas que murieron en pocas horas. El nombre asignado a este sector de Nueva York es por demás elocuente: "Zona Cero". Expresión que significa lo que puede llegar a hacer el hombre con su vida, con la vida de sus hermanos y con la realidad, cuando pierde el sentido de la vida.

Cuando se pierde el sentido, se pierde el punto de referencia, "el norte", se pierde el horizonte y nada es capaz de asombrarnos.

Sólo el hecho del encuentro del hombre con Dios y del hombre con la realidad puede hacernos encontrar el verdadero equilibrio del corazón y el verdadero sentido de la vida, de la creación y del progreso.

¿Sobre qué construye el hombre de hoy? ¿Se puede hablar de un fracaso del hombre? O tal vez se podría pensar en la decepción que experimentó el mundo entero, que en lo más profundo de sus entrañas desea grandeza de infinitud, pero que construye altas torres de progreso "indefinido", altos gigantes de poder, de producción y de acumulación de riquezas.

Lo sucedido el 11 de setiembre inunda nuestras existencias sacándolas del encierro de sí, manifestando que en un instante todo puede llegar a derrumbarse. Mostrándonos de esta manera lo que realmente permanece y la caducidad de nuestra pretensión de dominio egoísta sobre el mundo, sobre el hombre y hasta a veces sobre Dios.

Por eso hoy podemos afirmar que estamos ante un hecho fundante, como lo es el ataque a las Torres Gemelas. Porque es en el sufrimiento y en el fracaso donde el hombre comienza a penetrar en la radicalidad de su existencia, del misterio del ser y del sentido vital de su existir.

La caída de las Torres Gemelas hizo que ya no vivamos en el mundo igual que antes del 11 de setiembre de 2001. Ayudó a que nos diéramos cuenta que nada nos es ajeno, que somos responsables de cada uno de los acontecimientos de nuestra existencia diaria y contingente. Y que también nosotros, asombrosamente, podemos vivir nuestro propio 11-S. Porque lo que construimos "complejamente" en elevadas torres "simplemente" puede dejar de existir transformándose en polvo y en cenizas.

Seguramente que a lo largo de nuestra vida personal tenemos nuestro propio 11 de setiembre, será cuestión de descubrirlo para poder despertar nuestras conciencias adormiladas por el egoísmo o la indiferencia, que nos han llevado a perder la búsqueda de lo esencial de la vida: el deseo por lo eterno y el valor de la realidad.

Bajo el devenir de los escombros y de las ruinas de la Zona Cero se esconde la pregunta por el sentido verdadero de la vida, y por lo tanto se encuentra allí un tesoro que anhela ser descubierto. Abramos pues, nuestra razón y nuestro corazón al interrogante que provoca este acontecimiento mundial pero personal a la vez.

(*) Asesor del Movimiento de Encuentro de Cristiandad - Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz.