Opinión: OPIN-01 Los demócratas y la Argentina

La victoria electoral de Barack Obama permite reflexionar acerca de las relaciones que hacia el futuro mantendrá la Argentina con EE.UU. y, en particular, con el sector demócrata. Al respecto hay que decir que las últimas experiencias han sido controvertidas y en algún punto curiosas. Frondizi mantuvo excelentes vínculos con John Kennedy, pero ello no impidió que fuera impugnado por militares argentinos que finalmente lo derrocaron en 1962 pese a la oposición de la propia embajada de Estados Unidos.

La gestión de Lyndon Johnson, el sucesor de Kennedy, coincidió con la presidencia de Illia y la dictadura militar de Onganía. No hubo grandes novedades desde el punto de vista diplomático y, a partir de 1966, adquirió status político la doctrina de la seguridad nacional promocionada desde Estados Unidos y avalada por las Fuerzas Armadas.

El otro presidente demócrata fue Jimmy Carter. Su política de derechos humanos durante los años de la dictadura militar fue muy progresista, lo que generó la paradoja de un gobierno norteamericano que denunciaba los crímenes de una dictadura militar que justificaba sus operativos invocando la lucha contra el comunismo. Entre tanto, la URSS y sus satélites no sólo que hacían excelentes negocios con el régimen local sino que callaban o consentían sus violaciones a los derechos humanos.

En los 90, el presidente fue Bill Clinton. También aquí se produjo el hecho curioso de que buena parte de las célebres "relaciones carnales" fueron consumadas por Menem con un gobierno demócrata. Es más, si algún cortocircuito hubo en esos años, fue más con la gestión de Bush que con la de Clinton, lo que confirma el principio de que en el campo de las relaciones internacionales las especulaciones lineales de signo ideológico carecen de validez.

La gestión de Obama no escapará al principio de que en EE.UU. existen políticas de Estado que trascienden las alternancias de la política partidaria. En principio hay consenso en el hecho de que América Latina no es prioritaria en la agenda del imperio, y que la Argentina no figura entre los países mejor posicionados en el tejido internacional.

Sus opositores internos le han reprochado a Obama su desconocimiento sobre lo que sucede al sur del río Bravo, pero el presidente electo ha prometido interesarse por el tema. Es más, atendiendo a las declaraciones de sus colaboradores, los países con los que privilegiará su relación serán México, Colombia y Brasil; y también se reforzarán los vínculos con Chile y Uruguay.

La Argentina no será aislada o marginada, pero lo cierto es que su actual gobierno ha hecho todo para colocarla en un plano conflictivo, más cerca de Chávez y Morales que de Lula, Tabaré Vázquez y Bachelet. No obstante, la victoria de Obama sigue siendo una oportunidad para nuestro país en tanto y en cuanto su perfil progresista debilitará las lecturas ideológicas contra el "imperialismo", un tema que a los gobernantes argentinos ya los debe preocupar, porque con Obama se pierde un recurso de manipulación y propaganda política que consiste en responsabilizar al imperialismo de todos los males que nos aquejan.