LA PROMESA DEL FRUTO

Creaciones de acuerdo al saber y al sentir

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“Fértil”.

Analía Sagardoy

A esta muestra la asocio con la tarea que desarrolla el agricultor, tarea tan antigua como tan actual, tan ligada espiritualmente a la tierra y al cielo: roturé mi interior, intuí qué semillas, asistí al milagro de la brotación y finalmente cosecho los frutos.

Como argumento me sirvieron conceptos del antropólogo argentino Rodolfo Kusch sobre geocultura. Afirma que hay que tener los pies en el suelo a modo de apoyo espiritual, el suelo simboliza el arraigo que toda cultura debe tener para ser libre y auténtica y permanecer en el tiempo; detrás de toda cultura está siempre el suelo, entendiendo por cultura todo lo que el hombre hace para adaptarse a su ambiente-lugar, sus estrategias para vivir en un lugar determinado. El artista así como el agricultor, como parte de una comunidad asentada en un lugar geográfico aporta su habilidad, su labor, una más de las tantas que realiza el hombre. Específicamente, suma su particular lenguaje para expresar su modo de ser, más artesanal, menos urgente, más natural, su manera de pensar, de sentir, su obrar en total libertad, en definitiva su modo particular de interpretar el mundo.

En mi caso, lo tomo como un juego placentero. Elijo un tema y construyo formas que simbolicen, de acuerdo a mi saber y sentir, o que traduzcan lo que quiero decir, en un momento y lugar determinados y lo ofrezco a la gente. De ahí el término “promesas” (expresión de voluntad de dar algo a alguna o varias personas), porque es un ofrecimiento a la comunidad. Es también un augurio o indicio que da esperanza de algún bien, mi intención última, con-vocar, con-mover, establecer un vínculo afectivo, dialoguista con el espectador, sentir que nos estamos alimentando mutuamente, para salir fortalecidos o no, pero nunca indiferentes.

También titulé “promesas”, luego de leer el libro “Mujeres que corren con los lobos” de Clarissa Pinkola Estés -psicóloga junguiana y también poeta, cantadora y guardiana de antiguos cuentos de la tradición latinoamericana- en el que habla de la simbología de los colores, utilizando el término Promesas: el negro (generalmente asociado a la muerte) es el color del barro, de lo fértil, de la sustancia esencial donde se siembran las ideas y tienen también otro aspecto, es el color asociado con aquel mundo entre los mundos en que se asienta la loba, pues es el color del descenso, es la Promesa de que muy pronto la mujer sabrá algo que antes no sabía. El rojo (generalmente asociado al sacrificio, la cólera, el asesinato) es también el color de la vida vibrante, de la emoción dinámica, de la excitación, del eros, del deseo, es el color que se considera una poderosa medicina contra las dolencias psíquicas, un color que despierta el apetito... el rojo es la promesa de que está a punto de producirse un crecimiento o un nacimiento. El blanco (también asociado al color del alma liberada del cuerpo) es el color de lo nuevo, lo prístino, lo puro y también es el color del alimento esencial, la leche de la madre, el blanco es la promesa de que habrá alimento suficiente para que las cosas empiecen de nuevo, de que el vacío se llenará.

Y por último, también recurro a la simbología de la mesa, que en sentido corriente evoca el ágape comunitario. En las distintas religiones o mitos las mesas o tablas desempeñan el mismo papel de principio de orden y de unión, de vida para la sociedad y para cada persona en particular.

 
Creaciones de acuerdo  al saber y al sentir

“Árbol con hojas, nido y amor”.

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“Barbecho”.

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De la serie: “Brotación”.