Al margen de la crónica

Un homenaje a Vivaldi

El país nos ha regalado durante las últimas semanas un conciso, pero muy convincente, repertorio de la amplia variedad climática que atesora. Comenzamos noviembre disfrutando de la maravillosa primavera, con las agradables tardes que invitan al paseo y el mate, en medio de los árboles vestidos para fiesta, la música de las aves y la tibieza de un sol amistoso. Eso, sin dudas, es lo que uno sueña para esta época, cuando se puede aprovechar para respirar naturaleza y olvidarse de las obligaciones, en contacto con el verde que serena tempestades.

Sin embargo, pasando la mitad del mes, nos sorprendió un verano inoportuno, que puso el termómetro en ese podio de color rojo que Santa Fe ostenta como uno de sus emblemas. Así, el penúltimo fin de semana de noviembre tuvimos un adelanto certero de lo que se viene: térmicas de más de 40 grados que derriten el asfalto y doman hasta a las más enérgicas neuronas.

Pero faltaba más. Enseguida, y como obvia reacción ambiental a esa imprevista visita del averno, el fin de mes se deshizo en cascadas de lluvia, que se prolongaron durante varias jornadas, con el inevitable regreso de los mates, el aroma tentador de las tortas fritas y las siestas de descanso sin ventilador. Claro, también hay que agregarle las anegaciones en los barrios, la falta de taxis y otras cuestiones anexas con las que nos gratifica siempre la abundancia de precipitaciones.

Y el toque final llegó con el inicio de diciembre. Como corolario a un increíble raid climático, los primeros días del fin de 2008 recuperaron la esencia olvidada en abril y mayo: el otoño está presente, con sus mañanas frescas y sus noches que obligan el acarreo de un abrigo liviano.

Antonio Vivaldi estaría agradecido por el homenaje que, en pocos días, nuestro país le hizo a su notable composición. Aunque para que “Las cuatro estaciones” traduzcan su lenguaje musical al imprevisible antojo de la naturaleza, todavía falta un concierto de violín y orquesta. Por las dudas, no guarde las camperas en el fondo del ropero... el invierno es el provisorio ausente a la inverosímil ceremonia.