EDITORIAL

Pabellones, reubicación y discordia

La situación suscitada en torno a ocho familias asentadas desde febrero de 2007 a la vera de la Ruta 168 cobró un notable protagonismo durante la última semana, en razón de las marchas y contramarchas que se produjeron a partir de la decisión del gobierno municipal de trasladarlas a un sitio más seguro y definitivo.

Como se dijo, hace más de un año y medio que estos grupos familiares habitan pabellones erigidos en inmediaciones de esa transitada vía de comunicación. Las precarias construcciones fueron levantadas en un contexto de emergencia hídrica para resguardar a sus habitantes de los efectos del desborde fluvial que se anunciaba para entonces.

Allí permanecieron durante dos largos inviernos —el primero, uno de los más severos de los últimos años— y un verano, soportando temperaturas extremas y condiciones de vida de suma precariedad. Personas de todas las edades, incluidos niños y adultos mayores, compartieron durante todos estos meses la misma suerte y, en cada una de las frecuentes incursiones por la zona, manifestaron el mismo reclamo: un techo propio y digno.

En numerosas recorridas realizadas por este y otros medios se dio cuenta de las lamentables condiciones en que se desarrollaba la vida de estas familias, que aguardaron durante todo este tiempo, en pabellones de uso temporario, una respuesta a sus pedidos.

La situación, que se generó a principios del año pasado, siguió sin resolución hasta el fin del mandato de la gestión anterior, se trasladó a la actual y sumó en los últimos días nuevos capítulos, aunque en un escenario diferente. Fue así que se conoció la propuesta oficial de trasladar a las familias a un barrio del noroeste de la ciudad, dotado de servicios básicos y donde serían erigidas sus viviendas en condiciones jurídicas de mayor certidumbre. Pero, sorpresivamente, la decisión fue resistida por los habitantes de los pabellones, quienes reclamaron una relocalización más acorde con sus aspiraciones y necesidades, tal cual expusieron a medios y autoridades.

Sin embargo, lejos de resolverse, el tema cobró nueva conflictividad cuando los vecinos del sector costero al que pretendían mudarse manifestaron su oposición a esta medida.

Por estos días reflexionábamos sobre la imperiosa necesidad que comparten miles de santafesinos de acceder a una vivienda y cómo, ante el anuncio de cada nuevo plan, renuevan la esperanza de cumplir con el sueño de un techo propio. En este caso, si se atiende al compromiso del municipio de proporcionar condiciones más dignas de habitabilidad, esa expectativa estaría cumplida.

Sin embargo, el camino para lograrlo no parece tan sencillo. Lo cierto es que una respuesta de emergencia para salvaguardar la integridad física de ocho familias derivó en la creciente resistencia del grupo asistido y en una disputa entre vecinos de la misma ciudad, quizá a causa de la excesiva demora en resolver una situación que nunca debió superar su condición de provisoria.