El flamenco y la Navidad

Antonio Camacho Gómez

De un canto popular de asunto mariano, como es el de los campanilleros, nace un cante flamenco de relevancia artística, comparable con los más duros de la baraja estilística de lo jondo, siendo su creador un cantor excepcional de Jerez de la Frontera llamado Manuel Torre. A esa creación no dejó de referirse el famoso guitarrista, un verdadero innovador, Niño Ricardo.

Manuel Torre, del que Federico García Lorca decía que tenía la cultura en la sangre, le imprimió a ese cante una intensidad flamenca específica, acompasando su ritmo para que el quejío, en el decir gitano, y el desgarro connaturales del cante jondo tuvieran presencia en la música original.

El artista citado grabó en 1929 el tema de los campanilleros, acompañado en la guitarra por Miguel Borrul y, a partir de entonces, otros cantaores han ido interpretando el nuevo estilo, siendo la famosa Niña de la Puebla la cantaora que más lo populariza, imprimiéndole una entonación muy dulce: pero, sin la fuerza expresiva y honda de su genial creador. Cabe agregar que lo han interpretado artistas como Juan Varea, Pericón de Cádiz, el “Agujeta” y, recientemente, José Mercé, con letras de Antonio Gallardo, y José Menese, siempre siguiendo el estilo jondo de Torre.

En cuanto a los villancicos, es difícil concretar su aflamencamiento, aunque es cierto que uno de los centros por antonomasia en el siglo diecinueve era el barrio de Santiago en Jerez de la Frontera. Se cantaba al compás de bulerías y tangos —éstos no tienen relación con el argentino— propios de los gitanos del lugar. Uno de sus mejores exponentes es “El Gloria”, apodo que le puso su familia, pues se llamaba Ramón Gómez Antúnez. En los años ‘20 actuó en los cafés cantantes sevillanos junto a sus hermanas “La Pompi” y “La Sorda”. Fue, además, el promotor del romance por bulerías.

La acogida del villancico de El Gloria fue tal que muchos cantaores lo siguieron, casos de Pepe Pinto, El Sevillano, La Niña de los Peines y, principalmente, Canalejas de Puerto Real y Manuel Vallejo.

En 1935, debemos destacar el espectáculo “Las Calles de Cádiz”, de la Argentinita, en el que figuraba El Gloria; el de Concha Piguer, protagonizado por Manolo Caracol, interpretando el villancico también La Pequera de Jerez y Fosforito, entre otros, hasta que en los años cincuenta aparecen nuevos estilos de villancicos. Surge así el disco “Cantes andaluces de Navidad”, donde a la letra de aquéllos se acoplan farrucas, tientos, alegrías, nanas, polos y otros palos. Así se denomina a la diversidad de cantes.

Terminaremos diciendo que han sido los tablaos —escenarios especiales en salas reducidas, donde se practica el arte gitano-andaluz— donde el villancico flamenco ha tenido gran divulgación, como, por ejemplo, en el desaparecido Zambra, de Madrid.

En diciembre y en los primeros días de enero, cantaores de la raza calé y payos, como les llaman sus miembros a quienes no pertenecen a ella, difunden los villancicos más conocidos y permanentes en el tiempo, poniendo la nota alegre que exige el advenimiento del hijo de Dios.

En cuanto a los villancicos, es difícil concretar su aflamencamiento, aunque es cierto que uno de los centros por antonomasia en el siglo diecinueve era el barrio de Santiago en Jerez de la Frontera.