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“Un hombre afortunado”

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En 1967, el escritor británico John Berger y un fotógrafo acompañaron a un médico rural inglés durante su trajín cotidiano, y la experiencia dio forma a una suerte de diario que Alfaguara acaba de publicar bajo el título de “Un hombre afortunado”. Pautado por fotos de paisajes y retratos del médico John Sassall, y sus pacientes, el libro cuenta de las aventuras, éxitos y fracasos de un hombre dedicado con verdadera vocación y ahínco a su profesión, con el estilo seductor de Berger, “a mitad de camino entre la narración y el estudio antropológico”.

“Sassall atiende todos los partos; está presente en prácticamente todos los nacimientos. También está presente en casi todas las muertes”. A medida que avanzamos en el libro, este hombre atento, lúcido, responsable y sabio, se nos revela también en su íntima vulnerabilidad: “Sassall necesita trabajar así. Cura a los otros para curarse a sí mismo... El sufrimiento que tienen que presenciar muchos médicos puede suponer una tensión mucho más seria de lo que generalmente se admite. Y así es en el caso de Sassall. Sassall es un hombre que controla en extremo sus emociones. Pero lo vi llorar una vez cuando creía que no lo veía nadie. Se alejaba por un prado, campo a través, de la casa en la que agonizaba un joven paciente... Sassall nunca separa una enfermedad de la personalidad general del paciente que la sufre: en ese sentido es lo opuesto a un especialista. No cree en la necesidad de mantener una distancia imaginaria: él ha de acercarse lo suficiente para reconocer al paciente en todo su ser.

“¿Qué efecto tiene enfrentarse cuatro o cinco veces por semana a la angustia extrema de otras personas para intentar comprenderla y vencerla? No me refiero a la angustia física, pues ésa se puede aliviar en cuestión de minutos. Me refiero a la angustia frente a la muerte, la pérdida, el miedo, la soledad; la angustia de encontrarse fuera de uno mismo, la sensación de futilidad”.

En un epílogo de 1999 Berger nos cuenta que en la década del 80, el médico en cuestión se suicidaría. Y escribe: “El suicidio no constituye necesariamente una crítica de la vida a la que pone fin: puede que pertenezca al destino de esa vida. Ésta es la visión de la tragedia griega. Su muerte ha cambiado la historia de su vida. La ha hecho más misteriosa. Pero no más oscura”.