“El día que la Tierra se detuvo”

Los extraterrestres no nos quieren

Los extraterrestres no nos quieren

Laura Osti

“El día que la Tierra se detuvo” es una remake de un film de 1951, que cuenta la historia de una invasión extraterrestre con mensaje adoctrinante. En aquel entonces, en plena Guerra Fría, la metáfora aludía al “otro” amenazante de entonces: el comunismo. Hoy, ese “otro” pareciera ser un alter ego del hombre mismo...

Pero no nos adelantemos a las conclusiones, ya que se trata de una película que tiene una estructura cerrada: plantea una hipótesis y trata de demostrarla.

En esta versión, la historia comienza en 1928 en alguna remota región del Himalaya indio, donde el personaje de Keanu Reeves practica montañismo, hasta que se encuentra con una brillante esfera...

Allí se produce un corte y la acción, vuelta al presente, muestra a Nueva York preparándose para enfrentar “algo” que viene desde el espacio y parece pronto a colisionar con la Tierra, más precisamente sobre Estados Unidos y muy particularmente sobre su emblemática ciudad costera.

Son esferas luminosas como aquella que vimos en el Himalaya, aunque la que cae sobre Nueva York es gigantesca. De allí emerge un ser extraño que trata de comunicarse con una científica que sale a su paso... porque hay que aclarar que junto con el ejército y un despliegue de armamento por todos lados, hay un convoy de científicos movilizados por las fuerzas de seguridad para que ayuden a entender y a explicar el raro fenómeno. Bien, esa científica, protagonizada por Jennifer Connelly, intenta darle una bienvenida cortés al visitante pero un ansioso soldado no tiene mejor idea que disparar y malherir al alienígena y ahí empiezan los verdaderos problemas, que habrán de encadenarse hasta que algo muy grave suceda finalmente.

Es que estos seres reaccionan muy mal a la violencia. Es más, han estado estudiando atentamente a los humanos y han decidido deshacerse de ellos para salvar al planeta Tierra, fundamental en el Universo y al que la raza humana, por incorregible, está destruyendo.

Todo esto, explicado de manera así de sencilla, le comenta el extraterrestre a la científica, porque entre ellos se genera una especie de relación de confianza y colaboración mutua, vaya a saber uno por qué, con fugas y aventuras no muy verosímiles, pero que son funcionales a la trama.

Mientras esto sucede, la doctora intenta convencer al alienígena (siempre impertérrito e inexpresivo) que los hombres pueden cambiar, que no son tan incorregibles como ellos creen y le suplica que les den una nueva oportunidad. También le dice que los verdaderos líderes del cambio no son los políticos sino los científicos. Y “que no, que es tarde” y “que sí, que todavía podemos”, que “bueno, lo intentaré”. Y así.

Choque de civilizaciones

¿Qué se ha producido? Lo que la inefable secretaria de Defensa de los Estados Unidos, interpretada por Kathy Bates, denomina con inquietud: un choque de civilizaciones, en el que esta vez -recalca- “la más atrasada somos nosotros”.

La película trata de demostrar que solamente una situación límite como ésa, en la que la humanidad se enfrente a una situación totalmente nueva de manera desesperada y en la que todas las respuestas conocidas resulten insuficentes (“al borde del abismo”), despertará al cambio necesario y podrá resolver la situación.

En el film, esto sucede, pero -hay que aclarar- solamente porque la otra parte también cambia de actitud, y así se arriba a un final feliz, como le gusta a Hollywood.

Es evidente que nadie se rompió mucho los sesos para hacer esta película, en la que la mediocridad y la previsibilidad son claramente dominantes, así como cierta anodina ineficacia para transmitir emociones. Nada para destacar, salvo algún que otro efecto especial.

 

 

REGULAR

“El día que la Tierra se detuvo” . “The day the Earth stood still”, Estados Unidos, 2008. Ciencia ficción. Dirección: Scott Derrickson.

Guión: David Scarpa. Intérpretes: Keanu Reeves, Jennifer Connelly, Kathy Bates, Jaden Smith, John Cleese, Jon Hamm.

Fotografía: David Tattersall. Música: Tyler Bates. Montaje: Wayne Wahrman. Duración 103 min. Se exhibe en Cinemark.