“LAS CHICAS DE LA LENCERÍA”

Ellas hacen lo que quieren

Ellas hacen lo que quieren

La protagonista de esta comedia se enfrenta a la pacatería de su pueblo cuando, a sus 80, decide instalar un negocio de lencería.

Foto: Gentileza Primer Plano

María L. Lelli

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El pintoresquismo de una pequeña comunidad suiza, el fuerte peso de sus tradiciones y sus costumbres, los prejuicios y la hipocresía. Una mujer que, a sus 80, se atreve a hacer lo que quiere y un grupo de amigas que la ayudan a cumplir su sueño. Una sociedad machista y no menos autoritaria. Un puñado de personajes encargado de representar ese tipo de ejemplares sociales que sabe exhibir sus miserias. Y otro que se limita a hacer lo que se debe o, de modo más simple, a hacer lo que puede. El cruce de todas esas líneas argumentales se ofrece como la sustancia temática de “Las chicas de la lencería” (Die herbstzeitlosen, Suiza, 2006), una comedia solvente al momento de interpelar al espectador dado su propósito de ilustrar, con eficacia, las conductas y el imaginario más auténticos de la vida provinciana.

Obra de la realizadora suiza Bettina Oberli, la película halla su marco narrativo en el cuestionamiento de los cánones conservadores que rigen -aún- las vidas y las relaciones en su país. En ese tren, el relato desarrolla el cambio personal de Martha Jost (Stephanie Glaser), una adorable señora recientemente viuda, madre del párroco del lugar y otrora hábil costurera de corsetería. Sin demasiado ánimo para desprenderse del luto, reconoce la necesidad de un cambio y actualiza un viejo deseo: el de instalar una boutique de lencería. El intento de llevarlo a cabo le vale no pocas acusaciones y censuras.

En principio, no está bien visto por la moralidad colectiva que prendas de esa naturaleza sean expuestas en una vidriera -como si la intimidad no tuviese derecho a gozar de la belleza-. Sin embargo, Martha no claudica y pasa noches enteras entre puntillas, encajes y sedas, frente a la máquina de coser.

ESCÁNDALO

Su hijo, que además de dedicar gran parte de su tiempo a conducir su feligresía le es infiel a su fría esposa, pretende encarrilar a la díscola anciana frustrándole el emprendimiento. Esgrime, entre otras razones, que “está haciendo el ridículo”. Similares consideraciones promueve el político de la aldea, candidato a gobernante, que se aferra a un discurso tan retrógrado como canallesco. Este verdadero infeliz, que busca desprenderse de sus padres enviándolos a un asilo, se encuentra con un frente de resistencia cuando su propia madre decide aprender a conducir para poder llevar a su esposo inválido a las sesiones de fisioterapia. Será esta segunda anciana rebelde la que se una al negocio de Martha. Se les suma una tercera que no sólo abrirá su corazón a un galante caballero sino que también impulsará la expansión de la boutique en Internet. La cuarta integrante del grupo insurrecto es Lisi, una mujer fanática de la cultura estadounidense. Etiquetada como la mala influencia del pueblo, es la alma máter del proyecto.

Al desafiar las convenciones y los mandatos de esposos e hijos, las chicas y su petit boutique impulsan la escandalosa revolución que los habitantes del pueblo necesitaban. Mientras los verdes autóctonos del paisaje suizo se combinan con las calles angostas y las casas de madera, las imágenes de “Las chicas de...” definen un dibujo preciso del contexto social que determina el modo de ser de todos y cada uno de los personajes. El humor, en ese sentido, se pone al servicio de la caracterización de los modelos típicos, mientras la empatía con las protagonistas se abre paso sin esfuerzos en el mero hecho de ser ellas mujeres mayores, empeñadas en demostrar(se) que los sueños merecen ser cumplidos... Y sin pedir permiso.

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BUENA

“Las chicas de la lencería”

Die herbstzeitlosen. Suiza, 2006. Dirección: Bettina Oberli. Guión: Bettina Oberli y Sabine Pochhammer. Elenco: Stephanie Glaser, Annemarie Düringer, Heidi Maria Glössner, Monica Gubser, Hanspeter Müller-Drossaart, Lilian Naef, Monika Niggeler, Peter Wyssbrod, Manfred Liechti. Producción: Alfi Sinniger. Música: Luk Zimmermann. Fotografía: Stéphane Kuthy. Montaje: Mike Schaerer. Diseño de producción: Monica Rottmeyer. Vestuario: Greta Roderer. Duración: 86 minutos. Se proyecta en el América.