Siete, seis y cinco goles...

Se cansaron de gritar en un partido

Leopoldo Jacinto Luque marcó cinco conversiones en un clásico y por eso pasó a la historia. Pero hubo otros que anotaron cinco en un solo encuentro, inclusive otros lo superaron y anotaron seis y hasta siete tantos.

Siete goles

El centrodelantero de Banfield Juan Alberto Taverna, quien había regresado del Murcia de España, en el Campeonato Nacional de 1974, anotó la inusual cantidad de siete goles frente a Puerto Comercial de Bahía Blanca, en un cotejo de notable diferencia técnica entre ambos contendientes. El cotejo terminó 13 a 1; durante el mismo, hubo una evidente desigualdad de valores.

Seis tantos

El famoso paraguayo Arsenio Pastor Erico, el más grande goleador de la historia del fútbol profesional argentino, se constituyó en el primer futbolista en anotar seis tantos en un partido. El acontecimiento fue en 1937, en la cancha de Quilmes, cuando Independiente derrotó al anfitrión siete a uno.

En el certamen de 1941, en la Bombonera, Boca Juniors le infligió una inusitada derrota a Atlanta por 7 a 2, con seis conversiones del recordado delantero central Jaime “Piraña” Sarlanga, la única vez que un futbolista de esa institución alcanzara esa cifra en 90 minutos de juego. Junto con Bernardo “Nano” Gandulla —ambos jugaron en la famosa “Pandilla de F. C. Oeste”— llegaron proveniente de Vasco da Gama, tras un esporádico paso por Brasil.

Cinco conversiones

El máximo anotador de Primera División en el profesionalismo de Boca Juniors en campeonatos oficiales, Francisco Antonio “Cañoncito” Varallo, con 180 goles, en 1932 en la “Bombonera” les hizo todos los tantos a Argentinos Juniors en la paliza por cinco a uno.

En 1938, Erico, el “Paraguayo de Oro”, alcanzó cinco conquistas ante la apabullante victoria de Independiente, en Avellaneda, por siete a uno, frente a Vélez Sarsfield. En el mismo certamen, el puntero derecho de Independiente José Villariño sumó la misma cantidad de tantos en la notable diferencia de nueve a cero sobre Almagro.

Un goleador de raza, Luis María Rongo, pasó como una ráfaga por los millonarios, en el histórico estadio de Caballito mostró toda su contundencia en 1939, haciéndose presente cinco veces en el tanteador, en la goleada de River Plate frente al local por ocho a cero. Dos veces, en un amistoso en Mendoza y en la reserva frente a Chacarita Juniors, con su potente disparo rompió las redes.

Erico, quien anotó 293 tantos en 14 temporadas en Independiente, volvió a inscribir su apellido otra vez frente a Vélez Sarsfield, convirtiendo los cinco tantos de un partido en 1939.

El delantero Luis Arrieta, de Lanús (en cinco años convirtió 120 goles), en dos ocasiones anotó cinco tantos, siendo la primera ocasión en 1939, en la goleada granate en el sur del Gran Buenos Aires, por nueve a uno, a Ferro Carril Oeste.

En el torneo de primera división del año siguiente, Lanús aplastó a Estudiantes de La Plata, por ocho a tres, con cinco conversiones de (Luis) Arrieta. A su vez, Harry Hayes en 1940 anotó todos los goles de Rosario Central en el abultado triunfo de cinco a tres frente a Estudiantes de La Plata. En su carrera concretó 39 tantos en la “Academia” rosarina.

En la década del ‘40 del siglo pasado, Atlanta poseía equipos muy competitivos. En la goleada de siete a dos en 1942 frente a Gimnasia y Esgrima de La Plata, el entreala izquierdo Francisco Rodríguez concretó cinco de ellos. En su carrera anotó 97 tantos, 60 de los cuales, defendiendo al equipo de Villa Crespo.

Dos temporadas más tarde, un goleador excepcional como Luciano Agnolín (el máximo artillero de la principal competencia de ascenso de toda su historia con 179 anotaciones) fue el héroe en el clásico de Villa Crespo frente al equipo funebrero, haciéndose presente cinco veces en el marcador (Atlanta 7, Chacarita Juniors 2).

Uno de los “albañiles” de Lanús, el paraguayo Bernardo Acosta (compañero de Manuel Silva), con escasa técnica y singular vocación ofensiva, en 1967, se anotó con cinco tantos frente a Quilmes de visitante, cuando vapulearon al dueño de casa 7 a 2. El guaraní fue transferido a España, donde se quedó a vivir, siendo compañero del “Gringo” Héctor Scotta.

El “Turco” Omar Wehbe siempre fue respetado por sus condiciones de goleador; surgido de las inferiores, fue el autor de cinco tantos en la mayor goleada de Vélez Sarsfield, 11 a 0, frente a Huracán de Bahía Blanca, en el campeonato Nacional de 1968.

En la temporada siguiente, Carlos Bianchi hizo la misma cantidad de anotaciones, en el triunfo sobre San Lorenzo de Mar del Plata, cinco a cero, por el Torneo Nacional. El marplatense Sergio Elio Ángel Fortunato, goleador clásico de la década del ‘70, es el único delantero de Estudiantes de La Plata que anotó cinco veces en un solo partido, en el Campeonato Nacional de 1978, en la victoria frente a Juventud Antoniana de Salta, por ocho a dos.

Boca Juniors se clasificó campeón en 2003, presentando frente a Rosario Central un equipo alternativo en la última fecha y, a la misma hora de este partido, la formación titular daba la vuelta olímpica en la Bombonera. El actual delantero xeneize Luciano Figueroa anotó cinco goles a los suplentes de Boca en la contundente victoria de la “Academia” por siete a dos, disputado en el Gigante de Arroyito.

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Con la camiseta alternativa de River en el Monumental, en 1975, antes de que se iniciara la obra para la última tribuna que se construyó, que es donde actualmente se albergan los simpatizantes millonarios y que da al Río de La Plata.

Foto: Archivo El Litoral

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análisis

“Nadie es profeta en su tierra”

Enrique Cruz (h)

Después del infarto que sufrió, visité a Leopoldo Luque en su casa en Mendoza, hace poco menos de dos años. No me dejaba ir. Quería prolongar la charla hasta el infinito, aunque se sentía bien y mal cuando hablaba de Unión. Bien porque es el club de sus amores; y mal, porque Leopoldo se fue insultado hasta más no poder aquella lluviosa noche de diciembre de 1988, cuando su equipo perdió por goleada ante Ferro en un fatídico lunes que marcó el final de su ciclo como entrenador.

Un tiempo antes, había leído una nota en Clarín, al propio Leopoldo, cuando decía: “A Unión no puedo volver porque parece que nadie es profeta en su tierra”. Y la verdad es que duele que así sea, porque lo mejor que se puede tener en la vida es memoria. Memoria para el reconocimiento, para no equivocarse a la hora de dignificar a quienes fueron ídolos, triunfaron, le dieron prestigio y dinero a la institución.

Cuando Corral, en ese fantástico 1975, vendió a Luque, lo hizo en una cifra impresionante (indescriptible o incalculable para estos tiempos porque se dio, inclusive, unas semanas después del Rodrigazo). Después, Leo volvió en el “81 y siguió gritando goles. Y después fue técnico de las juveniles, agarró la Primera, pidió a gritos refuerzos que no le trajeron, pudo haber renunciado porque se veía venir la debacle pero siguió, hizo debutar al Titi Catinot, al Huevo Toresani, consolidó a Marcelo López, al Flaco Passet, al Beto Acosta, al Negro Altamirano, al Gringo Humoller... Estos muchachos se despedazan en elogios a la hora de hablar de Leopoldo. Sin embargo, se fue mal de Unión, insultado, vituperado, denigrado, casi arrastrándose con el último halo de fuerza que le quedaba... Leopoldo siempre recuerda aquella noche lluviosa de la derrota ante Ferro, porque ese día llegó a su casa y se largó a llorar...

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