Entrevista a Carlos Grande, médico y artista
Música y medicina, pasiones entrelazadas
El renombrado profesional manifestó que la misma búsqueda solidaria que alguna vez lo llevó a elegir la carrera de estudio, ha guiado su vocación artística.
Carlos Grande ha encontrado en la guitarra y en sus poemas la manera de expresarle a la gente lo que siente.
Agencia Santo Tomé
Ariel Durán-Sergio Ferrer
Una de las premisas que fue guiando la vida y el trabajo del doctor Carlos Antonio Grande -ciudadano destacado de Santo Tomé desde 2006-, es la que lo ha llevado a “hacer el bien sin mirar a quién”, como dice el refrán, para volcar en la gente, a manera de devolución, aquellos valores con los que lo formaron y educaron desde chico. Hoy, a los 63 años y con gran parte de su tiempo brindado desinteresadamente al servicio de la comunidad, Carlos logra expresar a través de versos y canciones lo que realmente siente, como fiel legado de los sabios consejos de sus padres, Atilio y Azucena. Rafaelino de origen, santotomesino por adopción -vive en esta ciudad desde 1971-, Carlos explicó a Diario El Litoral el porqué de su inclinación por la poesía y la música para reflejar sus sentimientos, así como la relación de éstas con su profesión.
Dar una mano, siempre
“Mi pasión por la poesía se remonta a los tiempos en que tenía unos 15 años de edad y escribía sobre el amor, que es una de las temáticas que por lo general todos tenemos en esa etapa de la vida, la adolescencia; después fui enfocando mi rumbo hacia otras cosas, aquellas que duelen, que lastiman... las que se observan de la sociedad con molestia y desencanto, como la injusticia”, aclaró Carlos, especialista en medicina interna. Desde su profesión ha hecho del gesto solidario una cruzada personal, especialmente con el aporte que ad honorem hace, junto a otros médicos y colaboradores, desde el dispensario de la parroquia Nuestra Señora de Luján (centro de salud que el próximo 6 de abril cumplirá 10 años).
“Tal vez por haberme criado en un ambiente rural, de campo, en donde la solidaridad nos marcaba el deseo de hacer el bien a los otros, nunca encontré diferencia entre una cosa y la otra; es decir, que la misma búsqueda solidaria es la que me llevó a ejercer la medicina”, señaló el reconocido médico clínico, casado desde hace prácticamente cuarenta años con Graciela Corti -su compañera de toda la vida-, con quien tienen tres hijos, Javier, Jorge y Juan José.
“Estudié medicina con la idea de poder ayudar al que sufría; eso fue lo que me movilizó para ser médico, porque me pareció que era el modo como podía llegar a hacer el bien a la gente”, resaltó Grande a continuación, para luego destacar que fueron las palabras de su padre, cuando llegó él con el título de Medicina a su casa, las que signaron su rumbo para siempre. “Nos abrazamos y me felicitó por el logro; pero, inmediatamente, en forma muy pausada me dijo: este título es el resultado de muchos sacrificios y ha cumplido con su deber; ahora vaya y ayude al que es pobre y siempre que pueda dé una mano al que lo necesita; si algún problema lo aflige, tenga en cuenta a sus paisanos y no se olvide de sus pagos”, recordó Grande, emocionado.
Valores que deben enaltecerse
Aleccionado por aquel mensaje de su padre y fiel a su origen, Carlos plasmó la pasión que siente por la poesía en cuatro libros, los que tituló “Por eso de andar caminos”, “Consejos a un hijo criollo”, “Cuando me dio por hablar” y “Poemario gauchesco”. Asimismo, materializó en un CD la musicalización de algunos de sus versos. “Un día, en mis clases de guitarra con el profesor Marcelo Imhoff -que trabaja junto a su esposa, Raquel Bedetti-, descubrimos que podíamos musicalizar algunos de esos escritos y empezamos a hacerlo, hasta llegar a unos 20 ó 30 temas”, remarcó Carlos sobre el compacto, al que le puso “Monedas del alma”. Y, justamente, esto último fue un claro homenaje a quien considera uno de sus grandes maestros: Atahualpa Yupanqui.
“Él decía: moneda que está en la mano, tal vez se pueda guardar; pero la que está en el alma, se pierde si no se da; tomé dicha frase como una enseñanza, en el sentido de que hay que volcar en la comunidad los valores que a uno le fueron inculcando; por eso digo que hay gente que a mí me ha marcado mucho, como José Hernández a través del Martín Fierro o don Atahualpa a través de sus canciones”, prosiguió Grande. “Tal vez porque a mí me ha tocado alguna vez arriar una tropilla rumbo a la feria, escuchar versos como aquellos que dicen que “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas’, te remiten a imágenes muy difíciles de olvidar y que te marcan para toda la vida”, amplió después.
“Me duele mucho el sufrimiento ajeno y a ese sentimiento trato de reflejarlo, porque uno llega a una etapa de sus días en que se pregunta qué hizo para cambiar todas esas cosas mezquinas que observa diariamente, como la falta de solidaridad y el salvarse uno mismo. Aún con mis limitaciones y debilidades, entiendo que debo encontrar la posibilidad de ayudar a las personas que están en un mal momento y que sufren, en especial para que la sociedad se comporte de otra manera”, completó el concepto, no sin antes dejar un claro mensaje final: “Todas las sociedades que no enaltecen ciertos valores o que no procuran que la gente vuelva a rescatar la importancia del esfuerzo, o las ideas de bien común y solidaridad, terminan siendo destruidas”.