La formación ciudadana y la sociedad que tenemos

 

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El 15 celebramos un nuevo aniversario del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento, y la ocasión resulta oportuna para algunas reflexiones cruciales.

Foto: Archivo El Litoral

María Claudia Pettinari (*)

El 15 de febrero celebramos un nuevo aniversario del nacimiento de uno de los políticos y estadistas más grandes que ha tenido la Argentina, don Domingo Faustino Sarmiento. Nos encontramos transitando el camino hacia el bicentenario de su nacimiento que será en el 2011. Sarmiento, engendrado en mayo de 1810, cuando nacía la Patria, la fue acompañando, sin abandonos ni deserciones, a lo largo de su vida. Ingresó al mundo, trayendo “varios panes debajo del brazo”, panes que fue repartiendo y reamasando, en su desbordante pasión por la República. Al decir de Jorge Luis Borges, “de Sarmiento cabe decir que una mitad de su obra son los volúmenes de su pluma y la otra, esta patria que vivimos, esta pasión y este aire. No hay uno solo de nosotros, aquí, que no tenga con él cada día una deuda infinita”. Porque es cierto también, que su figura trasciende la América toda, la que lo llamó su maestro. Nada le fue ajeno. Su pensar y su acción se entretejían sin fatigas, pero dos ejes direccionaron su vida: la educación popular y el ejercicio republicano de la ciudadanía, dos ejes formidables que nos siguen apelando, aún hoy, para que los concretemos, por su vigencia y por necesidad, para reconstruir la República. Claro ejemplo de que Sarmiento no envejece.

Recordar, entonces, este 15 de febrero de 2009, al padre del aula argentina, nos lleva sin excusas, a la reflexión sobre esos dos ejes, donde la escuela, la educación que tenemos, está en relación directa con la Nación y la ciudadanía que deseamos que la sostenga.

En la Argentina del siglo XXI, la pregunta sobre qué país y qué sociedad somos, se encuentra ineludible y paradójicamente unida con otra pregunta, que es a la vez respuesta: ¿qué escuela, qué educación tenemos hoy?

Un primer paso para ir encontrando respuestas a estos interrogantes, sería la problematización de la realidad de la política educativa argentina, junto al profundo déficit que sufre el ejercicio pleno de la ciudadanía. Un diagnóstico que señala una democracia vaciada de participación, y una cotidiana profundización de las desigualdades y la falta de oportunidades para el acceso popular a bienes económicos, políticos y culturales. Sólo la palabra “crisis”, está sobre el tapete de todos los mensajes, y siguen ausentes los proyectos. Y la libertad, como derecho y como deber, se bastardea.

En este contexto, la escuela del siglo XXI necesita seguir apostando al mandato sarmientino de ofrecer el espacio para la educación popular y ciudadana. La escuela que enseñe a leer y a escribir como herramientas formidables para recorrer un sistema educativo para todos, sin exclusiones, que supere individualismos y enfrentamientos estériles entre clases y sectores.

El tiempo es ahora. Y hacia esa escuela, todos los esfuerzos. Construir, involucrarse y comprometerse se transformarán así, en ejercicios cotidianos. Y a no dudarlo, serán la simiente para el ejercicio pleno de la ciudadanía, para construirla, resignificarla, y con ello, resignificar la representatividad, el derecho a elegir y a ser elegido para gobernar, desde distintos lugares.

El Sarmiento del siglo XXI se movería como pez en el agua frente a estos desafíos. No importaría el lugar donde le tocase actuar: estaría acicateando con la fuerza de sus propuestas. Y la escuela y la República desbordarían de ideas y de logros. La conciencia cívica, a no dudarlo, despertaría impaciente e impetuosa.

Comenzar a transitar el camino hacia el Bicentenario del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento es ir jalonándolo de homenajes, pero también de hechos.

(*) Presidenta de la Asociación Civil “Instituto Sarmientino” de Santa Fe.