Al margen de la crónica

Un reloj ahí, por favor

Una pésima costumbre nacional impone que la gente importante debe hacerse esperar. En la realidad, eso no prospera más allá de nuestras fronteras. En cualquier país civilizado, el tiempo “vale oro” y el respeto a los tiempos ajenos, mucho más que diamantes.

Quien haya tenido la suerte de viajar a países del primer mundo, sabrá que un tren que se anuncia, por ejemplo, a las 14 hs 27 minutos, sale a las 14 hs 27 minutos.

Nuestra primera ciudadana hizo otra vez un papelón. Los reyes y los príncipes de España la recibieron ofreciéndole lo más granado de su protocolo. La invitaron a alojarse en el palacio de El Pardo, y le dedicaron la cena de gala con la que acostumbran a dar la bienvenida a líderes mundiales; a pesar de eso, nuestra presidenta llegó 37 minutos tarde a la cita.

Por si no hubiese quedado en claro su empecinamiento, su alocución frente al Congreso español, fue 25 minutos después del horario acordado.

La cortesía española es reconocida en el mundo y la paciencia del presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, es admirada por paisanos y extranjeros. Se lo conoce como componedor, amigo de los puentes, del diálogo, de las buenas formas; por eso, haciendo alarde de su carácter conciliador, pasó por alto el desplante de nuestra representante.

No sucedió lo mismo con la prensa española. Los principales diarios ibéricos hicieron hincapié en la falta de respeto de la presidenta. Uno de los más duros fue El Mundo, el cual en sus notas decía “Ha llegado al país la reina del botox, heroína anti-age”, y recriminaba su falta de respeto sumada a la provocación de incluir en su comitiva, a “Moya” (por Moyano), recordando los piquetes anti españoles, liderados por el jefe cegetista “todoterreno”.

El maltrato en “letras de molde”, como gusta calificar el matrimonio presidencial, no paró allí; nos endilgaron un nacionalismo de primates, y nos recordaron cómo las empresas españolas ayudaron a levantar y sostener la alicaída economía, después del 2001.

Cortesía no implica estupidez; los españoles son corteses, no estúpidos. Tienen el don de la hidalguía que aprendieron de sus errores, demostraron inteligencia para superar escollos y crecer, y no son soberbios.

Rodríguez Zapatero esperó lo suficiente a nuestra primera mandataria para una reunión conjunta, pero decidió ir al Congreso para cumplir con su interpelación a causa de las medidas anti-crisis y el desempleo que azota al país. Pequeños temas para dirigentes que sólo miran la pelusa de su ombligo, enormes para los estadistas que son concientes de que manejan destinos ajenos presentes y futuros.

Todo se puede iniciar por reconocer qué es el respeto y se puede empezar por no burlar el tiempo de los otros: ser puntuales, en una expresión. Sería un buen comienzo para imitar a los que se toman las cosas en serio, empezando por la hora.