Para jóvenes y adultos

Cursos de oficios: el trabajo digno como esperanza de la inclusión

Son dictados por el Movimiento Los Sin Techo en distintos barrios carecientes de la ciudad. Plomero, instalador gasista, bobinador y azulejista son algunas de las especialidades enseñadas. Una forma de recuperar la cultura del oficio y del cuentapropismo.

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Aprendiendo el oficio de azulejista: el trabajo como el camino más digno para salir de la exclusión.

Foto: Gentileza MLST

Luciano Andreychuk

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Los años ‘90 modificaron radicalmente la condiciones materiales de existencia. La pobreza se volvió estructural y arrojó a miles de personas a la exclusión, desde el centro hacia la periferia de las grandes ciudades. Allí, en los barrios pobres -los nuevos ghettos de siglo XXI, al decir de un intelectual contemporáneo-, la supervivencia se redujo a modalidades paupérrimas (el cirujeo y la mendicidad) y precarias (las changas). La desesperanza y la pérdida de valores respecto del trabajo -como dignificación última del hombre- fueron inevitables: la migaja del asistencialismo estatal sólo acentuó esta cínica legitimación de la miseria.

Los oficios tradicionales -herencia simbólica de las manos curtidas de nuestros abuelos- se fueron dejando de lado. Es decir, se fue perdiendo una forma de ganar el pan de cada día por cuenta propia, a partir de la aplicación de saberes prácticos y el ofrecimiento de un servicio técnico particular, aun dentro de una economía social siempre informal.

En nuestra ciudad, el Movimiento Los Sin Techo (MLST) apuesta desde hace años a recuperar una parte de esa cultura del oficio, dictando cursos de bobinador, instalador gasista, plomero, azulejista, electricista y reparador de PC, entre otros. Las Lomas, Los Hornos, Villa Oculta, Centenario, San Agustín, Loyola Sur, son algunas de las barriadas donde hay centros de enseñanza.

Los cursos pueden ser realizados por personas que no necesariamente deben acreditar estudios primarios completos. Son dictados durante dos horas por día, de lunes a viernes, por un profesional idóneo que se encarga de impartir los conocimientos prácticos. Tienen una duración de 6 meses, excepto los de bobinador y electricista, que se extienden tres más. Hay un promedio de 150 egresados por año, sobre 9 ó 10 cursos que se están dictando bajo la modalidad presencial. La inscripción estará abierta hasta abril, cuando comenzará el dictado. Finalizado el curso, los egresados reciben un certificado oficial y un kit de herramientas.

Objetivo: la dignidad

“Estas capacitaciones están orientadas a incorporar herramientas que permitan a cada persona tener mayor autonomía y capacidad de decidir por sí misma, de dignificarse a través del trabajo por cuenta propia”, explicó a El Litoral Jorge Jordán, coordinador de cursos del MLST. “La problemática de la inserción laboral en los sectores más vulnerables es muy dura, y todo lo que se pueda hacer siempre sirve. A pesar de nuestro esfuerzo, esto es sólo una gota de agua dentro de un mar de dificultades que deben afrontar los sectores excluidos”, señaló. Los cursos pretenden, además, generar las condiciones para ir incorporando gente a rubros de la economía donde se demanda gente con una capacitación básica. “El sistema económico de Santa Fe no da mucho margen para la inserción de mano de obra muy poco calificada. Pero enseñarle a una persona el oficio de azulejista, por ejemplo, le da más posibilidades para trabajar en una obra en construcción, o para hacer trabajos particulares, algo que tiene mucha demanda”, expresó Jordán.

Las dificultades

El curso ayuda para empezar a cambiar las cosas, pero hay todo un trasfondo de pautas socioculturales a considerar: “La sistematización del hábito y el cumplimiento de horarios de trabajo, por ejemplo, es todo un aprendizaje que cuesta y lleva tiempo inculcar. Además, hay que pensar en cómo hace un plomero, por ejemplo, para venir desde un barrio periférico a trabajar al centro de la ciudad, donde hay más medios”, explicó el coordinador. “Por ahí, las personas necesitan conformar una red de sociedad o de vínculos laborales entre ellas, algo que es difícil. Uno de los problemas del excluido es la marginación geográfica. Tratamos entonces de que los cursos se dicten lo más cerca de sus hogares, en vecinales y centros del MLST”.

La falta de escolarización es otro condicionante. Hay personas que no terminan los cursos de gasista porque no pueden leer los manuales y reglamentos. El hecho de que de los cursantes tienen que preocuparse durante el día de su supervivencia, de sus familias, de hacer changas, es otra dificultad. “Dentro de ese tiempo, hacen un paréntesis para venir a capacitarse. Y ese sentido del sacrificio y la responsabilidad es positivo”, destacó Jordán. Salir adelante con dignidad, ésa es la cuestión.

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Para inscribirse a estos cursos de oficio, los interesados deberán dirigirse al Colegio Mayor Universitario, San Jerónimo 3328, de 9 a 13, o comunicarse al teléfono 455-7906.

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La educación como derecho

“Se perdió el valor de la educación, sobre todo durante la década de los ‘90. La gente no quería capacitarse porque pensaba: “¿Para qué estudiar si no voy a conseguir trabajo?’”, opinó Jordán. Esta percepción social teñida de desesperanza pasó por todos los estratos sociales, pero en la pobreza caló hondo. Aprender un oficio perdió el sentido, pues no había horizontes de expectativas laborales.

“También se ha perdido un poco la prédica de la educación como derecho humano”, señaló el coordinador del MLST. “Muchos chicos y jóvenes de los barrios carecientes creen que sólo resulta “un beneficio’ para el tutor o la escuela, pero no se dan cuenta de que es un derecho para ellos mismos, que deben hacer valer. Entonces no lo toman como una exigencia ni como una posibilidad real de que pueden salir adelante dignamente. Esto deberemos cambiar”.