SOCIEDAD

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Aprendiendo a ser padres

En el Hogar Estrada hay niños que esperan la calidez de un hogar. Del otro lado, hay parejas intentando cumplir el dueño de amar a un hijo. Entre todo, el aprendizaje mutuo y una experiencia tan vital como desafiante. TEXTOS. AGUSTINA MAI. FOTOS. NÉSTOR GALLEGOS Y ARCHIVO EL LITORAL.

Oscar tiene 8 años. Julio y Viviana lo tienen en guarda, a la espera de los trámites de adopción. “Pasamos de no tener hijos a tener uno de 8 años”, resumen. Hay muchos chicos que superan los 5 años -límite de la edad buscada para ser adoptados- que anhelan una familia. Jonhatan (12), Germán (11) y Oscar (8) son tres nenes que vivían en el Hogar Estrada y concretaron su sueño de tener un papá y una mamá.

Ninguno faltó a la cita. Todos esperaban ansiosamente contar su experiencia y compartir la felicidad por haber concretado el deseo de ser padres. Son matrimonios que no podían tener hijos y se decidieron a adoptar, pero no recibieron un bebé recién nacido, sino chicos del Hogar Estrada, que ya tienen 8, 11 y 12 años. Algunos todavía están en guarda -que como mínimo son seis meses-; y otros, en trámite de adopción.

“Pasamos de no tener hijos a tener uno de 8 años, que va a la escuela y hace actividades todo el tiempo. Con mi marido nos mirábamos y decíamos ¿qué hacemos?. Por cualquier cosa llamábamos al hogar, donde nos orientaban: Tratalo así, le gustan las cosquillas, incentivalo de esta manera. Era todo nuevo para nosotros y para él también”. Así relata Viviana cómo cambió su vida y la de Julio cuando llevaron a Oscar a su casa.

Desde el Hogar Estrada

“En el hogar había tres chicos de más de 7 años -Jonhatan, Germán y Oscar- que hacía tres años que estaban institucionalizados y nos costaba mucho encontrarles una familia”, explica Marcela Boiko, directora del Hogar Estrada, donde viven niños con sus derechos vulnerados por maltrato familiar, violencia, situación de calle o abandono.

A mediados del 2008 organizaron las “Jornadas para Padres Adoptivos”, donde se compartieron las experiencias de las familias que adoptaron chicos de más de 5 años. En este marco, fue fundamental el trabajo de María Marta y Raúl, padres de María de los Ángeles, que hoy tiene 29 años y fue adoptada a los 8; Roberto y Estela, padres adoptivos de Lucas (11) y Luis y Silvia, papás de Guadalupe, que ahora tiene 16.

Un regalo de dios

“Lo que nos pasó con María de los Ángeles fue una cosa mágica, un regalo de dios. Por eso teníamos que compartirlo”, asegura Raúl. Él y María Marta adoptaron a María de los Ángeles cuando tenía 8 años. Hoy la joven tiene 29 y está a punto de darles su segundo nieto.

Llevaban cinco años de casados y “el bebé se demoraba en llegar”. Eran vecinos de la “Casa de la Niña”, que cerraba por Navidad y Año Nuevo y ubicaba a las nenas en casas de familia. El matrimonio recibió a María de los Ángeles.

“Tenía 7 años, era feucha y morochita. El primer fin de semana que vino no nos integramos. Nos daba vergüenza ir a los lugares habituales con esa nena feucha y que nos preguntaran quién era y todos esos prejuicios”, recuerda Raúl.

El tercer fin de semana “hubo un poquito más de adaptación” y se produjo un “click”: “Estábamos viendo una película con María de los Ángeles... (A Raúl se le quiebra la voz y le empiezan a caer las lágrimas) se me sentó en la falda y apoyó su mejilla sobre la mía. Fue una cosa mágica”, relata emocionado.

Contención familiar

El matrimonio empezó a notar los cambios: “No sabía ni contar hasta tres, tenía problemas de aprendizaje, pero iba evolucionando por la contención de una familia”. Encariñados con la nena se decidieron adoptarla. “Tenía problemas de conducta, nos dijeron que íbamos a tener serios problemas, pero no nos importó nada”, afirma convencido Raúl, y agrega: “Y esa nena con problemas de aprendizaje terminó la primaria, se recibió de Técnica Agrónoma y hoy nos va a hacer abuelos por segunda vez”.

“En condiciones normales no hubiésemos pensado en adoptar alguien de 8 años. Eso no significa que todo sea color de rosa: tuvimos y tenemos todas las alegrías y preocupaciones que puede dar cualquier chico a partir de esa edad. Pero es importante pensar que un chico con 5, 8, 12 años tiene una posibilidad para un matrimonio y para él mismo. No le estamos haciendo un bien al chico, sino que es mutuo; y estamos a tiempo. Pensamos en un bebé porque creemos que es la única salida, que así lo vamos a hacer a nuestra forma, pero no es así”, reflexionan.

“A mi manera”

“Cuando nos decidimos adoptar yo siempre decía ‘hasta 3 años como máximo’. Pensaba que lo iba a hacer a mi manera, que un chico de 7 años ya tiene su carácter”, cuenta Julio. Pero todo cambió cuando conocieron a Oscar (7). “Sinceramente -empieza y se queda callado por la emoción- hace 7 meses que está con nosotros y es mi hijo; me saca canas verdes, pero lo adoro. Uno dice que se pierde un montón de cosas: no cambiaste un pañal, no diste una mamadera...”. “Pero después llegan”, lo interrumpe María Marta. “Yo estoy cambiando pañales con los hijos de mi hija. Me está retroalimentando toda esa parte que me perdí”.

Un cambio de vida

Julio asegura que no fue fácil: “Lo miraba a Oscar y me decía ‘¿qué hago con este pibe?’. Fue un proceso largo, de varias semanas y meses... y creo que de años”. Oscar es muy inquieto; el primer fin de semana que lo llevaron a su casa, Julio y Viviana estaban en cada detalle: “Estaba todo el tiempo atrás de él: ‘No toques ni rompas nada. No toques esto, no toques aquello’”, se acuerda entre risas. “La primera vez que pasó todo el día con nosotros, nos miramos con Viviana y dijimos: ‘Es éste’”.

Oscar les cambió la vida. “Si nos hubiesen dado un bebé no estaríamos viviendo las cosas que vivimos con él. Se ha mimetizado mucho con nosotros: camina como yo, se quiere vestir como yo, usa el mismo desodorante”, cuenta su papá con orgullo.

“Él también tenía problemas de conducta, pero ahora mejoró por la contención de una familia”, cuenta Viviana y agrega: “Es muy inteligente y muy cariñoso. Nos abraza y nos dice: ‘Ustedes son lo más importante que tengo’”.

“Es mi hijo”

Gerardo y Mariela estuvieron casados durante 11 años, sin la posibilidad de tener hijos biológicos. Mariela participó de la reunión en el hogar Estrada y “volvió enloquecida con la idea de tener un chico más grande”, asegura su marido. En la segunda reunión conocieron a Jonhatan, de 12 años, que “estaba dando vueltas, mirando, junando”. “Ella lo vio, yo también. Queríamos conocerlo. Salimos a charlar a la plaza y desde ese día me hacía una escapada después del trabajo y venía a conversar. Estuvimos así un mes hasta que lo llevamos a casa un fin de semana”, relatan.

Tuvieron algunos “problemitas”, como el día que Jonhatan “se puso celoso por unas sobrinas, agarró sus cosas y se fue”. Gerardo lo siguió y conversaron durante dos horas hasta que lo convenció de volver. “Le dije que si bien a mis sobrinos los quiero, a él lo quiero más porque es mi hijo. Se tranquilizó y volvió. A partir de ahí se quedó con nosotros”.

Temores y desafíos

“Un bebé es lo primero que se te ocurre cuando pensás en adoptar”, asegura Marcelo, pero en el hogar conoció, con su mujer María de las Nieves, a Germán, de 10 años.

Los temores no se hicieron esperar: “¿Habrá tenido problemas?, ¿Cómo lo vamos a controlar? Es todo un desafío. Teníamos miedo de que se nos escapara. Uno ve en la calle a los chicos de esa edad fumando y haciendo cosas que no tendrían que hacer. No sabés con qué te vas a encontrar. Lo conocimos y nos dimos cuenta de que si bien había tenido sus problemas, tenía también mucho cariño; se fue apegando a nosotros y nosotros a él”.

Los nuevos papás agradecen el apoyo permanente que recibieron del hogar. Día a día se enfrentan con nuevas situaciones. “Cuando lo llevamos al médico y nos pregunta los antecedentes, tenemos que llamar a Carolina (Avalo, trabajadora social del hogar) y preguntarle todo. A los docentes les aclaramos que es un chico que estamos adoptando y que hay muchas cosas que todavía no sabemos”, comentan.

Los recientes papás saben que habrá problemas, que criar un hijo no es fácil, pero también que tienen mucho amor para dar y recibir. Mientras esperan que culminen los 6 meses de guarda para iniciar los trámites de adopción, ya comenzaron a dar sus primeros pasos por el camino de la paternidad.

ENTRELÍNEAS

“Tuvimos y tenemos todas las alegrías y preocupaciones que puede dar cualquier chico a partir de esa edad. Pero es importante pensar que un chico con 5, 8, 12 años tiene una posibilidad para un matrimonio y para él mismo. No le estamos haciendo un bien al chico, sino que es mutuo; y estamos a tiempo”.

Raúl y María Marta, padres adoptivos de María de los Angeles.

Aprendiendo a ser padres

En el hogar Estrada los niños encuentran contención mientras esperan un hogar y una familia.

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EN SÍNTESIS

80 años del hogar

El Hogar José Manuel Estrada fue fundado en 1928 y desde 1947 funciona en Almirante Brown 7398, sobre la costanera santafesina. En este momento alberga a nueve chicos entre 8 y 12 años. Sus destinos dependen de la situación legal de cada uno: algunos están transitoriamente y tienen sus padres; otros esperan ser adoptados.

Vulnerabilidad

Los motivos por los que los menores llegan al hogar son violencia familiar (violencia física, verbal, psicológica y sexual), abandono (no ocuparse de ellos, de su salud, alimentación y educación), situación de calle, riesgo psico-físico y cualquier otra situación de vulnerabilidad.

La ley

Según la ley Nº 26.061 de Protección Integral de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, la permanencia de los chicos en la institución no debería durar más de tres meses. Una vez transcurrido ese tiempo, el niño debería volver a su hogar o con algún pariente. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y el plazo termina extendiéndose.

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Los padres que adoptaron chicos afrontaron un gran desafío: el de adoptar niños que ya no son bebés.

Oscar tiene 8 años. Julio y Viviana lo tienen en guarda, a la espera de los trámites de adopción. “Pasamos de no tener hijos a tener uno de 8 años”, resumen. Hay muchos chicos que superan los 5 años -límite de la edad buscada para ser adoptados- que anhelan una familia. Jonhatan (12), Germán (11) y Oscar (8) son tres nenes que vivían en el Hogar Estrada y concretaron su sueño de tener un papá y una mamá.

Ninguno faltó a la cita. Todos esperaban ansiosamente contar su experiencia y compartir la felicidad por haber concretado el deseo de ser padres. Son matrimonios que no podían tener hijos y se decidieron a adoptar, pero no recibieron un bebé recién nacido, sino chicos del Hogar Estrada, que ya tienen 8, 11 y 12 años. Algunos todavía están en guarda -que como mínimo son seis meses-; y otros, en trámite de adopción.

“Pasamos de no tener hijos a tener uno de 8 años, que va a la escuela y hace actividades todo el tiempo. Con mi marido nos mirábamos y decíamos ¿qué hacemos?. Por cualquier cosa llamábamos al hogar, donde nos orientaban: Tratalo así, le gustan las cosquillas, incentivalo de esta manera. Era todo nuevo para nosotros y para él también”. Así relata Viviana cómo cambió su vida y la de Julio cuando llevaron a Oscar a su casa.

Desde el Hogar Estrada

“En el hogar había tres chicos de más de 7 años -Jonhatan, Germán y Oscar- que hacía tres años que estaban institucionalizados y nos costaba mucho encontrarles una familia”, explica Marcela Boiko, directora del Hogar Estrada, donde viven niños con sus derechos vulnerados por maltrato familiar, violencia, situación de calle o abandono.

A mediados del 2008 organizaron las “Jornadas para Padres Adoptivos”, donde se compartieron las experiencias de las familias que adoptaron chicos de más de 5 años. En este marco, fue fundamental el trabajo de María Marta y Raúl, padres de María de los Ángeles, que hoy tiene 29 años y fue adoptada a los 8; Roberto y Estela, padres adoptivos de Lucas (11) y Luis y Silvia, papás de Guadalupe, que ahora tiene 16.

Un regalo de dios

“Lo que nos pasó con María de los Ángeles fue una cosa mágica, un regalo de dios. Por eso teníamos que compartirlo”, asegura Raúl. Él y María Marta adoptaron a María de los Ángeles cuando tenía 8 años. Hoy la joven tiene 29 y está a punto de darles su segundo nieto.

Llevaban cinco años de casados y “el bebé se demoraba en llegar”. Eran vecinos de la “Casa de la Niña”, que cerraba por Navidad y Año Nuevo y ubicaba a las nenas en casas de familia. El matrimonio recibió a María de los Ángeles.

“Tenía 7 años, era feucha y morochita. El primer fin de semana que vino no nos integramos. Nos daba vergüenza ir a los lugares habituales con esa nena feucha y que nos preguntaran quién era y todos esos prejuicios”, recuerda Raúl.

El tercer fin de semana “hubo un poquito más de adaptación” y se produjo un “click”: “Estábamos viendo una película con María de los Ángeles... (A Raúl se le quiebra la voz y le empiezan a caer las lágrimas) se me sentó en la falda y apoyó su mejilla sobre la mía. Fue una cosa mágica”, relata emocionado.

Contención familiar

El matrimonio empezó a notar los cambios: “No sabía ni contar hasta tres, tenía problemas de aprendizaje, pero iba evolucionando por la contención de una familia”. Encariñados con la nena se decidieron adoptarla. “Tenía problemas de conducta, nos dijeron que íbamos a tener serios problemas, pero no nos importó nada”, afirma convencido Raúl, y agrega: “Y esa nena con problemas de aprendizaje terminó la primaria, se recibió de Técnica Agrónoma y hoy nos va a hacer abuelos por segunda vez”.

“En condiciones normales no hubiésemos pensado en adoptar alguien de 8 años. Eso no significa que todo sea color de rosa: tuvimos y tenemos todas las alegrías y preocupaciones que puede dar cualquier chico a partir de esa edad. Pero es importante pensar que un chico con 5, 8, 12 años tiene una posibilidad para un matrimonio y para él mismo. No le estamos haciendo un bien al chico, sino que es mutuo; y estamos a tiempo. Pensamos en un bebé porque creemos que es la única salida, que así lo vamos a hacer a nuestra forma, pero no es así”, reflexionan.

“A mi manera”

“Cuando nos decidimos adoptar yo siempre decía ‘hasta 3 años como máximo’. Pensaba que lo iba a hacer a mi manera, que un chico de 7 años ya tiene su carácter”, cuenta Julio. Pero todo cambió cuando conocieron a Oscar (7). “Sinceramente -empieza y se queda callado por la emoción- hace 7 meses que está con nosotros y es mi hijo; me saca canas verdes, pero lo adoro. Uno dice que se pierde un montón de cosas: no cambiaste un pañal, no diste una mamadera...”. “Pero después llegan”, lo interrumpe María Marta. “Yo estoy cambiando pañales con los hijos de mi hija. Me está retroalimentando toda esa parte que me perdí”.

Un cambio de vida

Julio asegura que no fue fácil: “Lo miraba a Oscar y me decía ‘¿qué hago con este pibe?’. Fue un proceso largo, de varias semanas y meses... y creo que de años”. Oscar es muy inquieto; el primer fin de semana que lo llevaron a su casa, Julio y Viviana estaban en cada detalle: “Estaba todo el tiempo atrás de él: ‘No toques ni rompas nada. No toques esto, no toques aquello’”, se acuerda entre risas. “La primera vez que pasó todo el día con nosotros, nos miramos con Viviana y dijimos: ‘Es éste’”.

Oscar les cambió la vida. “Si nos hubiesen dado un bebé no estaríamos viviendo las cosas que vivimos con él. Se ha mimetizado mucho con nosotros: camina como yo, se quiere vestir como yo, usa el mismo desodorante”, cuenta su papá con orgullo.

“Él también tenía problemas de conducta, pero ahora mejoró por la contención de una familia”, cuenta Viviana y agrega: “Es muy inteligente y muy cariñoso. Nos abraza y nos dice: ‘Ustedes son lo más importante que tengo’”.

“Es mi hijo”

Gerardo y Mariela estuvieron casados durante 11 años, sin la posibilidad de tener hijos biológicos. Mariela participó de la reunión en el hogar Estrada y “volvió enloquecida con la idea de tener un chico más grande”, asegura su marido. En la segunda reunión conocieron a Jonhatan, de 12 años, que “estaba dando vueltas, mirando, junando”. “Ella lo vio, yo también. Queríamos conocerlo. Salimos a charlar a la plaza y desde ese día me hacía una escapada después del trabajo y venía a conversar. Estuvimos así un mes hasta que lo llevamos a casa un fin de semana”, relatan.

Tuvieron algunos “problemitas”, como el día que Jonhatan “se puso celoso por unas sobrinas, agarró sus cosas y se fue”. Gerardo lo siguió y conversaron durante dos horas hasta que lo convenció de volver. “Le dije que si bien a mis sobrinos los quiero, a él lo quiero más porque es mi hijo. Se tranquilizó y volvió. A partir de ahí se quedó con nosotros”.

Temores y desafíos

“Un bebé es lo primero que se te ocurre cuando pensás en adoptar”, asegura Marcelo, pero en el hogar conoció, con su mujer María de las Nieves, a Germán, de 10 años.

Los temores no se hicieron esperar: “¿Habrá tenido problemas?, ¿Cómo lo vamos a controlar? Es todo un desafío. Teníamos miedo de que se nos escapara. Uno ve en la calle a los chicos de esa edad fumando y haciendo cosas que no tendrían que hacer. No sabés con qué te vas a encontrar. Lo conocimos y nos dimos cuenta de que si bien había tenido sus problemas, tenía también mucho cariño; se fue apegando a nosotros y nosotros a él”.

Los nuevos papás agradecen el apoyo permanente que recibieron del hogar. Día a día se enfrentan con nuevas situaciones. “Cuando lo llevamos al médico y nos pregunta los antecedentes, tenemos que llamar a Carolina (Avalo, trabajadora social del hogar) y preguntarle todo. A los docentes les aclaramos que es un chico que estamos adoptando y que hay muchas cosas que todavía no sabemos”, comentan.

Los recientes papás saben que habrá problemas, que criar un hijo no es fácil, pero también que tienen mucho amor para dar y recibir. Mientras esperan que culminen los 6 meses de guarda para iniciar los trámites de adopción, ya comenzaron a dar sus primeros pasos por el camino de la paternidad.

Los recientes papás, que adoptaron un niño, saben que habrá problemas, que criar un hijo no es fácil, pero también que tienen mucho amor para dar y recibir.

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CUANDO EL AMOR SUPERA TODO

Los recientes papás coinciden en que han tenido problemas, pero también saben que todos los chicos sacan algunas canas verdes. A veces Germán se porta mal, como cualquier niño: “Todos los chicos tienen problemas. Se nos escapa para ir internet, pero es un dilema que tienen todas las familias. Los chicos de su edad son iguales o más terribles”, admiten sus padres.

“Tenemos los mismos inconvenientes de todas las familias; lo veo con los hijos de mis vecinos y parientes. Sean biológicos o no, te dan los mismos problemas: no se quieren ir a dormir, no quieren estudiar, están todo el día con la computadora... es lo que pasa con todos los chicos”, agrega otro de los flamantes papás.

Raúl también comparte esta idea: “Son las mismas cosas que hacen un montón de chicos, pero como somos papás nuevos no estamos acostumbrados, entonces el apoyo que brindan desde el hogar es una guía para tener equilibrio”. Y no duda en resumir su experiencia con María de los Ángeles en esta frase: “El amor supera todo”.