ENTREVISTA

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Alfredo Sábat recibió a Nosotros en su lugar de trabajo en el diario La Nación, desde donde motiva la reflexión con sus caricaturas a quienes sepan leer sus dibujos.

“Los caricaturistas apuntamos con el dedo”

Portador de un apellido prestigioso en el mundo del humor gráfico, Alfredo Sábat aprendió desde chico a reflexionar con el lápiz al lado de su padre, Hermenegildo. Hoy tiene una presencia indiscutida en los medios nacionales.TEXTOS. LUCAS CEJAS. FOTOS. FREDDY HEER.

Alfredo Sábat aparece por una puerta que conduce a la redacción, se presenta con voz de barítono y apellido ilustre. Es que, según él, el trabajo de caricaturista político es un oficio familiar que identifica a los Sábat (máximos exponentes del género en los dos diarios de mayor tirada en la Argentina, Clarín y La Nación). Atravesando un largo corredor llegamos a la redacción del diario; en un extremo, junto a los fotógrafos, hay una pequeña mesa dotada de un monitor y un lápiz óptico, elementos netamente tecnológicos que, sumados a la percepción, el oficio, el talento y la sensibilidad de Alfredo, convergen hacia un punto: comunicar visualmente una noticia.

Sean agradables, desalentadoras o devastadoras, las noticias requieren la óptica singular de este artista gráfico. Se podría decir -aunque a esta altura es un cliché-, que humaniza a los retratados, que hace más digeribles las noticias y algunas cuantas cosas más. Pero lo cierto es que Alfredo Sábat es un talentoso demócrata. Sólo un demócrata es capaz de ejercer con responsabilidad este antiguo oficio que, casi siempre, fue el verdadero espejo del poder.

Mientras conversamos, se acerca una periodista y, algo tímida, le solicita un dibujo de Cyndi Lauper, a lo cual Alfredo responde amablemente “con todo gusto”.

Diseñador gráfico por elección y artista gráfico por naturaleza, posee habilidades que no todos los artistas plásticos tienen. Transita por el dibujo y la tridimensión con absoluta libertad. Sus maestros a la distancia -aunque después estuvo frente a ellos observando sus cuadros- fueron los geniales Velázquez y Rembrandt, el atormentado Van Gogh y el célebre Honoré Daumier.

Presenta una maestría técnica asombrosa, lo cual no es poco, sabiendo que su aprendizaje en el arte no fue sistemático, pero sí diverso y rico en calidad y en cantidad. Adopta diferentes lenguajes visuales según la necesidad, ya sea propia o ajena; esto obedece a la capacidad de Alfredo para cambiar de estilo. Aunque cuesta creerle, se considera “muy limitado”, sobre todo cuando uno puede apreciar sus esculturas, dibujos, bocetos, y pinturas. Ecléctico como pocos o, en todo caso, como los que pueden, Alfredo Sábat desde el diario La Nación seguirá deleitando con sus caricaturas a quienes sepan leer sus dibujos.

Charló con Nosotros y se refirió -entre otras cosas-, al oficio de caricaturista, al -supuesto- impacto que puede causar una caricatura y de cómo una vocación se transformó en un trabajo. Para decir algo, prefiere las imágenes, y vaya si es claro.

Los primeros esbozos

- ¿De chico qué hacías?

- De pibe lo que me daba placer era dibujar. Cuando en el colegio los chicos estaban corriendo atrás de la pelota, yo estaba con el cuadernillo dibujando, entonces eso me convertía fácilmente en bicho raro, que de hecho lo soy.

- ¿Tampoco sos “un coleccionista de habilidades”, como dice tu viejo?

- No, en ese sentido soy un tipo muy limitado. Pero en el dibujo me puedo mover con comodidad y tratar de aprender dentro de esos límites. Además, cuando los chicos tenían como ídolo al Hombre Nuclear, yo tenía como ídolo a Velázquez y Rembrandt, entonces era muy difícil cambiar figuritas con alguien (sonríe); pero también podía hablar del Hombre Nuclear.

- ¿Y dentro de la gráfica, qué referentes tenías?

- Bueno, distintos caricaturistas que veía en la casa de mi viejo, Al Hirschfeld (caricaturista del New York Times), André Antoine, Steimberg (otro caricaturista), los veía en libros o revistas que tenía mi viejo. Y cuando fui creciendo fui descubriendo muchísimas influencias, aprendo de los pintores y calculo que llego hasta el arte pop, pasando en el medio por los flamencos, Goya, Rembrandt, es decir, los grandes figurativos. También los surrealistas y los escultores como Giacometti.

- ¿Daumier?

- Daumier, pero Daumier era bueno en dibujo y en escultura, muchas de sus esculturas las hacía como modelos para sus dibujos. Y desde chico tuve la pulsión del volumen, cosa que no está presente en todos los artistas visuales.

- ¿Tu viejo no tuvo esa pulsión?

- No, ahora de viejo tuvo como un flujo, hace unos dos o tres años hizo como tres o cuatro esculturas y las mandó a vaciar en metal, eran esculturas que tenían una impronta caricaturesca, pero como todo lo que hace mi viejo, no termina de encasillarse fácilmente en el género de la caricatura. En definitiva, todo género es tan menor como la persona que lo hace. Entonces, lo que él hace no se lo puede definir como un chiste... Además, cuando hacía las esculturas se movía en un territorio que no era el de él, y observabas más de un tropiezo... pero se mandó a hacer eso a los setenta pirulos, ¡hay que animarse a tropezar!

El maestro en casa

- Hablando de las pasiones de tu viejo, ¿cómo era estar en casa con tu viejo y convivir con el jazz y el tango?

- Bueno, siempre me sentí más identificado con otros géneros más modernos, como el rock y sus derivados, y en ese sentido también soy un tipo amplio, no me quedo con un estilo... me gusta un poco de todo y debe ser por la variedad que escuché en la casa de mi viejo. En un mismo día puedo escuchar algo de los primitivos Beatles, Pearl Jam o Coldplay, pero puedo escuchar de todo. En una época escuchaba rock sinfónico de la década del “60. Con el paso de los años me fui para atrás, escuchando a los Beatles. Pero en el hogar paterno no sólo mamé lo musical, sino también lo visual.

- ¿Y tu formación?

- Yo nunca fui a una escuela de dibujo, aprendí mirándolo dibujar a él por encima del hombro. Nunca me dijo a mi agarrá “el lápiz de esa manera”... y su manera de enseñar es ésa, te dice que hagas algo pero no te dice cómo. Entonces, generalmente, vos terminás aprendiendo por una cuestión casi mágica. Lo bueno de ser autodidacta es que experimentás, y lo malo es que de tanto experimentar, al final tardás muchísimo más que otras personas. Y, al mismo tiempo, pensás que llegaste a una solución y estabas equivocado. En ese sentido lo mío tardó, y llegado el momento de estudiar algo estudié diseño gráfico; aparte, tampoco se puede estudiar caricatura propiamente dicha. Yo creo que eso se aprende solo, porque es tu manera de ver, te pueden dar recetas y técnicas, al final el que lee sos vos, es la expresión de tu manera de pensar, la búsqueda la tenés que hacer vos solo.

- ¿Y utilizás el diseño en el dibujo?

- Lo uso todo los días, aún en esto, porque lo que yo estoy haciendo -en otras palabras- es comunicación visual. Estoy diciendo algo y, al mismo tiempo, estoy colaborando con diseñadores y me estoy manejando en el lenguaje de ellos, entonces me tiran una idea y yo me adapto a las necesidades gráficas del medio. Creo que eso es muy positivo. Cuando terminé Diseño empecé a trabajar en una agencia de publicidad, después como ilustrador.

- ¿Y cuando empezás a publicar?

- Un día me llaman de la revista Tres puntos, mejor dicho, lo llamaron a mi viejo y él me recomendó -que es otra cosa que le debo-, y ahí aprendí a hacer caricatura política. Me sentía asustado por lo que arrastraba familiarmente, en definitiva, es un oficio familiar con todo lo común que es eso.

Allí hice algunas cosas que salieron, le hicieron una entrevista a Astiz y, como no tenían foto, había que reflejar las barbaridades que había hecho este asesino, a lo cual respondí que me parecía suficiente con poner en la tapa la cara de este individuo. Entonces, por esa nota, el tipo pisó una cárcel por primera vez. Y, después, cuando hacían las marchas, los organismos de derechos humanos utilizaban esa imagen.

- ¿A ese dibujo lo mandaste al concurso de Adepa (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas)?

- Lo mandé y gané un premio, pero me siento orgulloso de haber colaborado para que este tipo estuviese preso.

- ¿Cuánto tiempo estuviste en la revista Tres puntos?

- Estuve dos años, luego conseguí trabajo acá y estoy desde el “99, hace casi nueve años. Sentirme cómodo me costó bastante, no sólo por estar en un lugar nuevo, sino más que nada por las presiones de tener que seguir el ritmo de la gente. También por lo que el lector espera de uno. Y yo estaba viendo si gustaba acá adentro... y tenía esas dudas que tiene toda persona en un laburo nuevo.

Cuando el conejo sale de la galera

-¿Cómo es tu trabajo diario?

- Me piden cosas todos los días y tenés que sacar el conejo de la galera más de una vez por día y ver cómo hacer para divertirte y no repetirte. Aunque ahí no está mal repetirte, porque establecés un lenguaje común con el lector y, desde un punto de vista, vos estás poniendo las bases de un diálogo a futuro, entonces tampoco hay que hacerse el vivo. Hay que seguir buscando y probar y probar, no sólo técnicas sino lenguajes, chistes que me divierten a mí.

- ¿Como lo que hacés en Barcelona?

- Bueno, ahí era un desafío porque yo no manejo palabras y encontré un tema que me parece que funciona, y es como una especie de citas a la cultura popular medio “demodé” que me gustan a mí, como James Bond, Batman, los años setenta, etc. Por ahí hago un chiste y me río, pero me doy cuenta de que lo saqué de otro lado. A mí me gusta mucho el grupo Monty Python y hay un chiste que lo saque de ahí. Entonces, por ahí me tiraban un tema y yo lo ponía a Marilyn Manson, que es lo menos gracioso que hay.

- Pero el caricaturista político rara vez utiliza palabras...

- Mirá, depende del ambiente, en Estados Unidos el humor político es con globito y son caricaturistas políticos, hay palabras, y no es porque sean boludos, es otra cultura, son otros parámetros, en cada lugar se manejan distintos gustos. Acá, en humor político ha habido de todo, como la revista Caras y Caretas donde había dibujos con epígrafes, o tipos como Nik, que hacen humor político.

- Cuando tu papá, Hermenegildo Sábat entró a La opinión pidió no utilizar palabras. ¿Vos pediste lo mismo?

- Yo no exigí nada, pero me pareció que también era mejor. Uno está trabajando rodeado de textos, de titulares, de citas, hasta de avisos, es una competencia, y si encima le agregás más textos al dibujo, entonces le estás dando vida y aire al dibujo. Pero también está bueno que se entienda sin necesidad de explicarlo, sin ponerle texto debajo. Lógicamente si tiene más texto, más claro va a ser y más se va entender.

- Bueno, pero la lectura de un dibujo también es un ejercicio intelectual, no está mal exigir a la gente... ofrecerle algo más que el texto.

- Sí, yo creo. Aparte es una cuestión de “hasta acá es el texto y acá empieza mi laburo”. Tratar de que el texto no se meta en tu dibujo, es como que te están metiendo una cosa que vos no controlás. Yo me siento un dibujante y no un redactor, entonces para qué me van a poner palabras. Es una cuestión práctica.

Mi viejo cuando entró a La opinión también tenía cosas impuestas, pero las usó a su favor, el modelo del diario La opinión era similar al de Le monde Diplomatique; entonces él se dio cuenta de que lo de él era el dibujo. Yo sé que lo mío es el dibujo cuando estoy en el diario, pero hay cosas que necesito decir que no las puedo decir acá en el diario, y las puedo decir pintando o esculpiendo.

El medio de expresión en los medios

- ¿Alguna vez te han hecho cambiar algo en un dibujo?

- Mirá, obviamente vos sabés con quién estás bailando y hasta dónde moverte, si vos sos más o menos vivo lo aprendés. Por otra parte, sabés que el medio en el cual trabajás es una empresa, no sólo hay una ideología política, sino también una ideología económica. Si aprendés eso, no tenés ningún problema. Acá hice casi cuatro mil dibujos, alguno me lo habrán rebotado, pero hace poco hice uno y me tiré a la pileta, aunque yo sabía que me lo iban a bochar, ¡y me lo bocharon! (sonríe resignado). Pusieron otra cosa, la nota era sobre la despenalización de la droga, entonces lo hice a Bob Marley vestido de república, y me lo tiraron por la cabeza. En definitiva, mi punto de vista era que iba a ver más de un drogón saltando en una pata. Yo creo que si se quiere buscar una solución no sé cuál será pero no era esa (refiriéndose al rechazo del dibujo). Entonces no se entendía, pero bueno, yo a eso lo respeto.

- ¿Cómo trabajaste con la ilustración del Tsunami?

- Con ese dibujo gané dos premios, con lo cual me pude comprar el auto, así que tan mal no me fue. Vienen y te dicen “acá está la nota, leéla y hacé lo que quieras”. Hay veces que dialogás con la persona para tratar de entender cuál es la necesidad. Otras veces te dictan un dibujo y es una buena idea, y hay veces que te dicen cualquier cosa, vos le decís “está bien”, y después hacés lo que a vos te parece, porque hay gente que está acostumbrada a pensar en palabras.

- ¿Que cosas tenés en claro al momento de dibujar?

- Primero, el dibujo está ocupando un lugar al lado de un texto, y esa gente va a pensar que el dibujo refleja palabra por palabra lo que dice el texto, entonces eso es peligroso. ¿Por qué?, porque lleva tu firma y tu opinión. Tenés la obligación de acompañar al texto, pero no de decir lo mismo.

Una vez me tocó ilustrar una nota sobre la guerra en el Líbano, y era una nota muy reaccionaria que atacaba a los musulmanes de una manera muy salvaje; entonces yo no me puedo hacer cargo. Vos estás trabajando a medida y necesidad de un texto ajeno; es un arte aplicado.

Es como si hicieras una silla: si la hacés bien, puede terminar en el Museo de Arte Moderno en la sección diseño; si no, es una silla. Tampoco hacés algo pensando en el tamaño del cartel que va a tener tu obra en el museo, vos tratás de hacer las cosas lo mejor posible; si eso gusta o no es adicional. Tenés que ser comunicativo y claro, hay un montón de cosas que tenés que balancear.

Hay veces que no tenés más remedio que no ilustrar directamente lo que hay en el texto, si no, sos cómplice; o te vas por la ramas elegantemente; o si no, hacés algo que es útil pero que no es fiel. Hay quienes lo entienden de una manera y otros de otra, y todos contentos.

El dedo que apunta

- Tu padre declaró, en un reportaje a la revista Noticias, que pertenece a una raza en extinción, haciendo referencia a su oficio de caricaturista político ¿Vos qué opinás?

- El género, existir, va a seguir existiendo... no sé de qué manera. Yo creo que necesitamos este tipo de personas, necesitamos gente que se exprese visualmente y, al mismo tiempo, esté apuntando con el dedo. Porque no es nada más que eso lo que hacemos nosotros: apuntamos con el dedo, estamos diciendo “¡pasa esto!”. Hay gente que prefiere ver la mano y no el dedo... pero bueno. Yo tengo la bendición de que hago lo que me gusta y me pagan por hacerlo... y de chico quise hacerlo. De la misma manera que hay gente que no publica y lo hace. Creo que hacen falta los caricaturistas. Veremos qué es lo que nos depara el destino. Y va a seguir existiendo mientras haya alguien a quien le de placer hacerlo.

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“Lo bueno de ser autodidacta es que experimentás, y lo malo es que de tanto experimentar, al final tardás muchísimo más que otras personas”, confiesa Alfredo Sábat.

Un mensaje presidencial

-¿Cuando Cristina de Kirchner hizo referencia al dibujo de tu viejo, en el medio de un mensaje presidencial, cómo reaccionaste?

- Yo estaba mirando el discurso y, primero, me dio un ataque de risa, después llamé a mi viejo, que estaba en el Clarín. Me atendió automáticamente, hablamos, luego colgué y me puse a hablar con mis compañeros de trabajo y me di cuenta de que era una barbaridad. Si estás parado enfrente de setenta mil tipos enfervorizados, y a tu costado tenés gente como Moyano y D’Elía, que son especialistas en aprietes y Dios quiera que no tomen iniciativas para quedar bien con alguien- ... me dije “estamos en problemas”. Lo volví a llamar al otro día y estuve en su casa, y no paraba de sonar el teléfono, atendía pero decía que no iba a hacer declaraciones; con algunos ni siquiera hablaba él. Y creo que estuvo bien, si hubiese hablado, el tema no se terminaba más: sí para él, pero no para Cristina, que metió la pata; porque después hubo más de un intento de acercamiento hacia mi viejo por parte del gobierno, pero él no quiso saber nada. Acá lo que hubo fue un momento de calentura en el contexto de una pelea económica con un multimedio, sin saber dónde se estaban metiendo.

- Toda la gente entendió el mensaje del dibujo, menos ella...

- Sí, lo que él estaba diciendo era “no abrás más la boca” y fue lo que ella hizo.

- Al otro día se publicó un dibujo de Cristina, como para no darle demasiada trascendencia al hecho...

- Mirá, en el tiempo en que acusaron de mafioso a mi viejo, él viajó a Madrid para la entrega del Premio Cervantes a Juan Gelman, toda gente con la cual estos señores se morirían por sacarse una foto, entonces no tienen la menor idea, qué querés con esta gente... (sonríe). Además, mi viejo pasó un mal momento con todo esto, pero hizo muy bien en callarse la boca.

Yo, por mi parte, lo que decidí hacer desde entonces es firmar las notas de política con mi apellido. Y tampoco quise hacer un dibujo, hay que seguir adelante. Cuando me tocó hacer un dibujo de esta gente que se la agarró con mi padre, que también se está metiendo conmigo, lo firmé “Alfredo Sábat”. El que se mete con mi familia se mete conmigo, como dicen en la mafia (risas)... además, con los quilombos que hay en el país, perder tiempo peleando por un dibujo... ni siquiera fue con el dibujante, ¡fue con el dibujo!, un papel con el que al día siguiente se termina envolviendo los huevos.

Hay gente a la cual he dibujado que me ha pedido el dibujo, y yo estaba pegándole con un garrote (sonríe)... y, sin embargo, me lo pedía para encuadrarlo y tenerlo en la pared. Entonces, o la vanidad le obnubila la visión, o no tienen sentido del humor, o no les importa ni una cosa ni la otra y les interesa figurar. Eso te da la pauta de cómo funciona la cabeza de los políticos. Me gustaría que me lo pida gente a la cual admiro y no un político con el cual no quisiera ni cruzarme por la calle, pero bueno...

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“En el diario me piden cosas todos los días y tenés que sacar el conejo de la galera más de una vez por día y ver cómo hacer para divertirte y no repetirte”.

VIDA Y OBRA

EN POCAS PALABRAS

- ¿Qué dibujo recordás especialmente?

- Uno de Néstor Kirchner sobre el primer discurso que daba como candidato en el 2002, entonces era como un extraterrestre. Lo dibujé bajando de un platillo como si fuera un ET de la película “El día que paralizaron la Tierra”. Si alguien se dio cuenta o no, no lo supe. Después otro que hice en la época de “pelea” con Uruguay, y ya no sabía qué hacer, entonces los metí a Figari y a Torres García (ambos pintores uruguayos) en un dibujo. Para mi resultó una manera de salir adelante.

El libro

- ¿Te gustaría publicar un libro con los dibujos del diario?

- Alguna vez, pero todavía no lo tengo planeado. En el 2008 por primera vez hice ilustraciones para un libro de Enrique Pinti. Las hice en pluma por la reproducción del libro y por el género me daba más la idea de una ilustración a la antigua.

Del circo y los griegos

-¿Y la serie de pinturas con personajes de la mitología griega?

- Yo tenía varias cosas paralelas. Por un motivo misterioso, el lenguaje que yo manejo hace referencias al circo, a varietés, a espectáculos pasados de moda, o Hollywood en los años “20 o “30, algo de cabaret, algo medio decadente de la entreguerra. Es algo que me gusta. Y, por el otro lado, hay un tema que ha marcado toda la historia del arte: los mitos griegos, o mejor dicho, de los griegos para acá. Son temas que están siempre, y me dije ¿qué puedo hacer yo y qué puedo aprender de los grandes maestros?

Estaba teniendo una especie de diálogo con los maestros y viendo qué es lo que yo, desde mi humilde lugar, podía decir a favor de ellos o en contra de ellos. Esos son los personajes. Me pregunté ¿cómo los puedo reflejar en mi lenguaje?.