21 de febrero

Día de la Lengua Materna

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El asombro, el gusto por hablar correctamente y por la lectura son requisitos para incentivar un uso rico y más comunicativo del propio idioma.

Foto: Archivo El Litoral

Ma. del Carmen Villaverde de Nessier (*)

Si queremos encontrar las herramientas que nos puedan ayudar a abrir la ventana del mundo pleno y casi único de la lengua en uso, es necesario que tomemos clara conciencia de la importancia socio-educativa del reconocimiento de la lengua materna.

Para alcanzar este objetivo se requiere estimular su uso desde una fecunda memoria significativa, personal, que nace con el encuentro de cada uno con la historia de su propia lengua, los sonidos armoniosos y representativos de las primeras palabras constitutivas de los primeros diálogos sociales iniciados en el hogar.

“La palabra no es, no es nunca, la representación de una cosa, sino que significa algo, vale decir, indicando algo y lo mantiene significativamente en la vastedad de su decir” (Heidegger).

Cada niño está necesitado entonces, del reconocimiento, seguimiento y desarrollo de su lengua madre apareciendo aquí el valioso aporte de los adultos que con prudencia, energía y mucho amor puedan encontrar y utilizar las formas y los medios para estimular, reconocer y redireccionar los lenguajes para el logro de un acceso armónico al lenguaje estándar que implica una cabal socialización. Desde la valoración de la lengua primera, de la lengua madre, se evitarán los desplazamientos, marginaciones y analfabetismo por desuso o uso inadecuado de tratamientos y vocablos que conlleva la falta oportuna de un seguimiento válido por parte de los “adultos responsables”.

Estudiemos y reflexionemos juntos (acercándonos siempre a los especialistas e idóneos) para encontrar caminos y soluciones (que deben emprenderse sin demoras), en verdaderos foros de reconsideración y revalorización de las lenguas de entrada al mundo de la comunicación social, con sus tradiciones, sonidos, ritmos, tonos y secuencias particulares. Hay infinidad de preguntas y todavía nos faltan respuestas.

Las vidas y los tiempos de cada uno son sagrados y si perdemos o desconocemos sus huellas, se habrán perdido y/o marginado muchas vidas.

“La educación del pueblo es la más noble y más fructífera tarea a que pudiera consagrarse, desde un principio, la vida de un hombre y particularmente la del ciudadano de un pueblo libre” (José M. Estrada).

Aunque más de una vez se tome por comodidad o inexperiencia el camino fácil de la indiferencia o el lazzer fai; quienes nos hemos comprometido fehacientemente con la educación y su proceso, tenemos el compromiso de fijarnos propósitos y metas precisas para sentir entonces que ese compromiso, alimentado con amor y entrega maternal es parte viva de nuestro diario quehacer profesional y humano.

Para ello debemos proponernos mantener viva la observación, la estimulación, la curiosidad, el asombro, el gusto por hablar seguros para ser parte activa del mundo y sus múltiples integrantes y realizaciones.

Un papá que ama, una mamá que siente y transmite, un hijo que recibe ejemplarmente, un docente que estimula, una comunidad preocupada por crecer desde la totalidad de sus integrantes. De este modo cada hijo en familia, cada familia creciente en un claro sentido integrador de la palabras, con los “antes”, los “ ahora” y los después, se irán apropiando con seguridad y ánimo contagioso, con obediencia compartida, de la fuerza expresiva de la propia palabra.

Se hace menester entonces estudiar y discutir acerca de cómo funciona la mente humana, la memoria social, sus asociaciones y sus normas de uso. El universo lingüístico y sus unidades significativas; el poder mágico y real de las palabras; la naturaleza animada de todo lo que cada uno expresa.

Aunque durante la infancia algunas estructuras como la temporal, es difusa, se requiere buen uso de la repetición que proporciona refuerzo y seguridad y facilita los cambios necesarios y oportunos... Para alcanzar seguros esas mutaciones lógicas del juego de decir y hacer, los niños, particularmente, requieren el medio lúdico que refuerza la configuración de lo real y lo fantástico y afianza la cadena de eslabones necesarios para una efectiva historicidad social, familiar, plena.

Frente a la realidad de cada día a los llamados, las preguntas y las necesidades propias del “ir siendo” en la “socialización lingüística”, se utilizarán juegos, adivinanzas, rondas, poesías, “dimes y diretes” que irán enmarcando el poder real y estético-representativo de las palabras, de las propias palabras, que forman parte de una categoría universal de toda cultura humana.

Revaloricemos entonces las lenguas madres, desde donde comienzan los entrecruzamientos de las primeras estructuras fonológicas, morfológicas y sintácticas que se van interrelacionando hasta permitir el acto pleno de la comunicación:

“Si he perdido la vida, el tiempo, todo,/ lo que tiré como un anillo al agua,/ si he perdido la voz en la maleza,/ me queda la palabra” (Blas de Otero).

(*) Pte. de la Asociación de Lectura de la Red Internacional de Centros de Doc.

Se requiere estimular desde una fecunda memoria significativa, personal, que nace con el encuentro de cada uno con la historia de su propia lengua, los sonidos armoniosos y representativos de las primeras palabras, constitutivas de los primeros diálogos sociales iniciados en el hogar.

 

Se hace menester estudiar y discutir acerca de cómo funciona la mente humana, la memoria social, sus asociaciones y sus normas de uso. El universo lingüístico y sus unidades significativas; el poder mágico y real de las palabras; la naturaleza animada de todo lo que cada uno expresa.