Romanticismo vs. modernidad

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“Hacia el bosque”, de Caspar Friedrich.

Por Julio Anselmi

“Rebelión y melancolía”, de Michel Lwy y Robert Sayre. Traducción de Graciela Montes. Nueva Visión, Buenos Aires, 2008.

Más allá de la inmensa variedad con que se manifiesta, el romanticismo es difícil de definir precisamente porque es inherente a él un carácter contradictorio, una naturaleza de coincidentia oppositorum: revolucionario y reaccionario, individualista y comunitario, retrógrado y utopista, rebelde y melancólico, realista y fantástico, democrático y aristocrático, místico y sensual, todo a la vez. Algunos críticos llegan a señalar esta naturaleza contradictoria como el único elemento unificador del romanticismo. Carl Schmitt intenta demoler esta amplia corriente acusándola de incoherente, frívola, ocasional, pasiva, careciente de virilidad. Ya Croce veía el alma romántica como “femenina, impresionable, sentimental, incoherente y voluble”. Más allá de estos juicios, a menudo prejuiciosos y superficiales, se tiende a limitar el término a lo literario, o a las artes, ignorando las otras dimensiones del romanticismo, sobre todo la que atañe a la política, o reduciéndola a esquemas parciales, como los que convierten al romanticismo -sobre todo el alemán- como precursor del nazismo.

Michel Löwy y Robert Sayre, en “Rebelión y melancolía”, estudian al romanticismo como contracorriente de la modernidad, estudiando el fenómeno a partir de su concepto y de la crítica romántica a la civilización engendrada por la revolución industrial y la economía de mercado, manifestada a través de un desencanto de un mundo basado en la cuantificación, mecanización, abstracción racionalista y disolución de los lazos sociales. Estudian las distintas características con que esta corriente nace, en Inglaterra, Francia y Alemania, y las distintas tipologías: el romanticismo restitucionista, el conservador, el fascista, el resignado, el reformador, el revolucionario, el marxista, el populista, el libertario.

En los últimos capítulos, los autores estudian el fenómeno en nuestro tiempo: los movimientos culturales de vanguardia, el Mayo del ‘68, los nuevos movimientos ecologistas, sociales y religiosos, y los distintos rostros, como el socialismo místico de Charles Péguy o el utopismo de Ernst Bloch. Más allá del peligro de un rechazo de la modernidad en bloque y la facies hippocratica de la civilización moderna, el romanticismo sigue revelando toda su fuerza crítica y su lucidez, frente a algunas cegueras de las ideologías del “progreso”.