¿Por qué colaborar? El Programa de Voluntariado “Sumando Voluntades” apunta a promover la participación de la sociedad para mejorar la situación de la comunidad, promoviendo valores de solidaridad y participación. José María García está entre los inscriptos.“Toda la vida fui voluntario en organizaciones relacionadas con la naturaleza (como el Centro de Protección a la Naturaleza) y la ciencia (como el Code), y en otras que fueron apareciendo y desapareciendo como modas. Y no me cuesta nada. Me interesan todos los problemas que hay actualmente -cada vez más graves- en la zona costera, donde yo me crié, para ver qué podemos hacer y qué preocupaciones hay entre la gente y en sus instituciones culturales, como para poder desarrollar”.

Grandes expectativas. “Cuando me inscribí en el voluntariado llenamos una ficha general y ahora tenemos que juntarnos con las otras personas con intereses parecidos para hacer un cursillo, en donde nos vamos a ir definiendo sobre las áreas en las cuales trabajaremos. Esta actividad propone formar personal capacitado para enfrentar situaciones de emergencia; promover el bienestar de la población y los procesos de participación; y cuidar el medio ambiente, entre otras actividades. Me gustaría hacer el voluntariado en la costa e ir recorriendo las bibliotecas, para entender el paisaje costero, su historia, hacer hablar a los más antiguos y vaqueanos costeros. Tendríamos que buscar chicos con alma de periodista y de dibujante, y lograr que enriquezcan esas historias de nuestros paisajes. También sería bueno comunicarnos con las escuelas bilingües a todo lo largo del Paraná. Tienen cantidad de datos interesantísimos. Ahora hay más conciencia, más desesperación, y hay que movilizarse a través del voluntariado. Tenemos que ver qué proyecto tiene cada uno y entre todos unirnos para organizar un programa de actividades”.

Carrera frustrada. “Yo siempre fui voluntario. No tuve la suerte de seguir mi carrera preferida, que era la Geografía, porque una profesora me cambió las ideas. Cuando la visité, tendría yo unos 14 ó 15 años, me habló de la situación económica, que andaba a las disparadas entre sus horas cátedra y me dijo que no era suficiente. Busqué otra cosa y no encontré nada. Quedé flotando como un náufrago. Después surgieron los clubes, en los años “50 y “60, y me metí con ellos. A veces me querían pagar. En un tiempo, con el Ministerio de Agricultura visitaba escuelas y colegios y trabajaba con las maestras, en las actividades libres, en donde intercambiábamos ideas y documentos sobre temas de conservación, protección y naturaleza. Varias veces ocurrió ésto, pero cambiaron los gobiernos y este proyecto quedaba en el aire”.

Costumbres perdidas. “Antes vivía en Guadalupe noreste, en el campo, Chaco Chico, en el borde de las inundaciones grandes. Solía recorrer la costa, no sólo de la Laguna Setúbal sino también del arroyito Aguiar, para ver cómo están los campos. Me gustaría volver a recorrerlos... En esa época -los años 50- estaba todo arrasado, eran todos campos ganaderos y el paisaje estaba muy arrasado, me imagino ahora. Me gustaba partir para la costa, pero ahora no se puede ir a ningún lado por la inseguridad. Antes recorría el borde de la ciudad, por el lado de las quintas, el zoológico y el botánico... También iba a la costa, por el lado de Angel Gallardo. Pero desde la década del 70 no pude ir más por el lugar donde solía ir porque subió tanto el agua por la destrucción del bosque costero en Salta, que cambió todo el paisaje”.