Las heridas invisibles de los veteranos

Daphne Benoit

AFP

Estrés, síndrome post-traumático, cifras récord de suicidios... y a veces en sillas de ruedas: los veteranos de Irak y Afganistán sufren además de traumas que el Pentágono se esfuerza en detectar, a pesar del tabú que nubla todo lo vinculado con el desamparo mental.

En el hospital militar Walter Reed, en Washington, la ayuda psicológica forma parte integral de los cuidados prodigados a los heridos que vuelven de las zonas de combate, explicó el jefe del departamento psiquiátrico, el coronel John Bradley. “No esperamos que se declaren los desórdenes emocionales. A la llegada de los pacientes, buscamos signos precoces de síndromes post-traumáticos, lesiones cerebrales, depresión o dificultades para aceptar sus heridas”, dado que algunos sufrieron amputaciones, afirmó Bradley.

Algunas de las manifestaciones más corrientes del síndrome post-traumático son desórdenes del sueño, violentas pesadillas, fuerte agitación y persistencia del estado de alerta que se requiere en combate, describió.

“Cuando entré, al principio, tenía sueños de los que no me acordaba, cosas así... Se ven cosas muy repugnantes, sabes”, contó el sargento Michael Downing, amputado de las dos piernas en Afganistán.

Según Bradley, 10 % a 15 % de los veteranos heridos en el hospital Walter Reed sufre de síndrome post-traumático. Pero reconoce que, en el conjunto de los veteranos de Irak y Afganistán que no se benefician todos de la prevención y de los cuidados prodigados en un contexto médico, el promedio probablemente sea mayor.

Como para ilustrar la gravedad de este problema, los suicidios en el Ejército alcanzaron una cifra récord en 2008, mientras que los despliegues en combate persisten desde hace siete años.

Un problema complejo

El año pasado se suicidaron 128 soldados estadounidenses, contra 115 en 2007. Es una tasa de suicidios de 20,2 por 100.000 y superior al índice nacional récord de 19,5 por 100.000 registrado en 2005 en EE. UU.

Pero los problemas mentales son a veces difíciles de detectar, más en un ambiente que valoriza a los “tipos duros”.

Según un sondeo publicado en 2008 por la asociación psiquiátrica estadounidense (APA, por su sigla en inglés), 61 % de los militares interrogados cree que pedir apoyo por problemas psicológicos tendría un impacto negativo en sus carreras y 53 % sostiene que esto los volvería despreciables a los ojos de sus colegas.

“Existe una cultura según la cual el que necesita ayuda, muestra debilidad. Debemos vencer eso”, admitió el general Carter Ham, comandante del ejército estadounidense en Europa.

Frente a estas alarmantes estadísticas, el Pentágono lanzó programas de prevención y acentuó esfuerzos de detección de problemas psicológicos.

En el Walter Reed, el personal médico ofrece también apoyo a las familias de los veteranos, debilitadas por las prolongadas ausencias de los militares y las heridas que sufrieron en combate.

“Surge toda clase de inquietudes: el soldado podrá jugar con su hijo, qué responsabilidades tendrá la esposa, cómo arreglárselas financieramente en caso de un retiro forzado”, explicó Bradley.

La batalla está lejos de su fin. El presidente Barack Obama acaba de anunciar la retirada militar de Irak para 2011, autorizando el envío de 17.000 soldados adicionales a Afganistán.