Al margen de la crónica

Una mañana caótica

Martes 3 de marzo de 2009. 7.30 de la mañana. El sol sigue sin aparecer -¿alguien puede explicar por qué el cambio de horario continúa vigente cuando los días ya se acortaron notablemente?-, la lluvia comienza a caer sobre la ciudad de Santa Fe.

Miles, decenas de miles de padres de familia se lanzan a las oscuras calles en una frenética carrera por llegar a tiempo a las escuelas. Cada esquina de la ciudad es una zona de riesgo. Muy pocos respetan las velocidades máximas. Los frenos son puestos a prueba, sobre las calles mojadas.

Sin embargo, el verdadero caos recién está por llegar. En las zonas que circundan a cada uno de los colegios, miles, decenas de miles de automóviles confluyen, al mismo tiempo, a oscuras y bajo la lluvia. Todo vale. Las normas de tránsito parecen no existir. Algunos se insultan. Estacionan en doble fila, obligan a los chicos a descender de los vehículos del lado de la calle.

“¡Corran! ¡Corran!”, grita una madre desesperada apurando a los chicos para que no tengan una tardanza en el segundo día de clases.

“Y vos qué mirás. Yo estaciono donde quiero”, le dice un padre a otro que lo mira feo porque “clavó” a decenas de automóviles al parar en doble fila. Por ahora no hay que lamentar accidentes. Pero claro, fue apenas el segundo día.

La Municipalidad no es la responsable de tamaña locura de los padres. Pero deberá encargarse de controlar y castigar a los irresponsables. Y si de educar se trata, ¿alguien se puso a pensar en qué mensaje están recibiendo los chicos?

7.30 de la mañana. Las zonas que circundan a cada escuela de la ciudad se transforman en sitios donde todo vale. Es justamente allí, cerca de los colegios, donde los grandes quedan al descubierto y demuestran a los más chicos cuán mal educados son. Para pensar. Y para mejorar, antes de que sea tarde.