Ciudad inclusiva, ciudad justa y digna

Arq. Adriana Pritz

 

Los viejos, ¿son hombres? De acuerdo con la manera que los trata la sociedad es posible dudarlo. Ella admite que no tienen las mismas necesidades ni los mismos derechos que los otros miembros de la colectividad, pues les rehuye el mínimo necesario para vivir; los condena deliberadamente a la miseria. Comúnmente esto no se disfraza, se prefiere ignorarlo: la vejez es un secreto vergonzoso y un tema prohibido. La desgracia de los ancianos es un signo del fracaso de la civilización contemporánea. (“La vieillesse”, Simone de Beauvoir. Editorial Sudamericana, 1970).

Estas reflexiones de insoslayable vigencia fueron escritas por la autora de “La vejez”, hace 39 años. Es una constante al leer los diarios encontrar referencias acerca de los sufrimientos y humillaciones a las que se ven sometidas las personas de la tercera edad, en los diferentes lugares donde deben desenvolverse y desarrollar sus actividades.

Dentro del complejo funcionamiento de una ciudad, los abuelos constituyen un significativo número de personas que no tienen accesibilidad apropiada para poder desenvolverse en los diferentes espacios que forman parte de su fisonomía.

En la gran masa humana hay personas que se ven afectadas por barreras arquitectónicas para desenvolverse cotidianamente, como por ejemplo los ciegos, sordomudos, los que se desplazan en sillas de ruedas, personas con movilidad reducida, aquellas que sufren trastornos como la obesidad, etc. Hasta nuestros niños son víctimas de los malos diseños.

La accesibilidad constituiría el conjunto de factores inherentes a la edificación, urbanismo, sistemas de transporte y medios de comunicación que permiten un uso general, práctico, funcional, y sin segmentaciones que generen frustraciones dentro de la población, mejorando la calidad de vida y participación activa de los usuarios dentro de la sociedad.

Imaginemos a una persona ciega o a un minusválido que pueda transitar por una calle con la misma calidad con que lo hace otra persona que se vale por sus propios medios, o que pueda optar por un trabajo al igual que el resto, porque la Arquitectura se lo permite, imaginen la satisfacción mental y de autoestima que ese individuo puede desarrollar.

Los arquitectos y diseñadores, hacedores de ámbitos físicos, tenemos la obligación de proyectar sin barreras, para lograr hábitats cómodos y dignos no sólo para los niños, ancianos y discapacitados; para todas las personas por igual.

En el caso de la vivienda para los adultos mayores, la misma debe ser franqueable, accesible y usable.

Decimos franqueable: cuando se puede entrar al edificio desde la vía pública o del exterior sin ayuda de terceros. Accesible: siendo franqueables, se puede recorrer totalmente y llegar a los locales que deban ser utilizados. Usable: siendo accesible, se pueden desarrollar en su interior todas las actividades proyectadas.

En países como Estados Unidos o los europeos existen reglamentaciones muy estrictas que rigen la construcción de edificios, determinando como obligatorio contemplar ciertos servicios y dimensiones mínimas tendientes a la integración. En nuestro país, los avances son más lentos: comienzan a aparecer disposiciones legales que todavía son incompletas, tímidas, y es imperioso educar a la población acerca de esta necesidad general.

Observamos algunos avances, como ascensores o rampas para sillas de ruedas en ciertos edificios públicos, en las esquinas, supermercados cuyas puertas se abren automáticamente, pocas líneas de colectivos que incorporaron facilidades para usuarios con discapacidades, pero no mucho más de lo mencionado.

En nuestras facultades de Arquitectura se hace especial hincapié en capacitar a los futuros profesionales para resolver estos desafíos, con ejercicios académicos que buscan entrenar a estudiantes a recorrer la ciudad mirando con ojos críticos las barreras actuales, ejercitándolos a proponer transformaciones a fin de elaborar proyectos accesibles que no haya que adaptar después.

Para lograr una concientización general se debería trabajar arduamente educando a las futuras generaciones desde los inicios de su formación ciudadana.

¿Que entendemos por discapacidades? El Arquitecto discapacitado español Enrique Rovira-Beleta Cuyás ha realizado interesantes aportes que transcribimos para comprender la problemática. Según su enfoque una persona con movilidad reducida, es aquella que tiene limitada temporalmente o permanentemente la posibilidad de desplazarse. Una persona con limitaciones es aquella que temporalmente o permanentemente tiene limitada la capacidad de utilizar el medio o relacionarse.

Establece tres grandes grupos de personas con limitaciones físicas y/o sensoriales:

Los Ambulantes: son aquellas que ejecutan determinados movimientos con dificultad, sea con la ayuda o no de aparatos ortopédicos, bastones, etc.

Los principales problemas que los afectan son: dificultad en salvar desniveles y escaleras tanto por problemas musculares como de equilibrio. Dificultad en pasar por espacios estrechos. Dificultad en ejecutar trayectos largos sin descansar.

Mayor peligro de caídas por tropiezos o resbalones de los pies o bastones. Dificultad en abrir y cerrar puertas, especialmente si tienen mecanismos de retorno. Dificultad para accionar mecanismos que precisan de dos manos a la vez. Usuarios de silla de ruedas: son aquellos que precisan de una silla de ruedas para llevar a cabo sus actividades, bien de forma autónoma o con ayuda de terceras personas.

Los principales problemas que les afectan son: imposibilidad de superar desniveles bruscos y escaleras. Imposibilidad de superar pendientes importantes, peligro de volcar o resbalar. Limitación de sus posibilidades de alcance manual y visual.

Necesidad de espacios amplios para girar, abrir puertas, etc. Imposibilidad de pasar por lugares estrechos.

Los Sensoriales: son aquellos que tienen dificultades de percepción, debido a una limitación de sus capacidades sensitivas, principalmente las visuales y las auditivas.

Los principales problemas que encontramos son, para aquellas que tienen dificultades de visión: identificación de objetos plurales (botoneras, rótulos, etc.), detección de obstáculos (desniveles, elementos salientes, etc.), determinación de direcciones y seguimiento de itinerarios.

Los principales problemas que afectan a aquellas que tienen dificultades auditivas: identificación de señales acústicas (alarmas, voz, timbres, etc.).

En definitiva, estas personas necesitan una buena información escrita y/o auditiva para poder ser autónomas, y a la vez esto repercutiría en una mejor señalización para todos, y evitaría posibles accidentes a personas despistadas que puntualmente no ven o no sienten.

Seguramente, el lector de estas líneas tendrá experiencias propias que aportar, a la hora de enumerar barreras físicas con las que enfrenta cotidianamente, al acceder a edificios de departamentos con escalones de ingreso empinados, puertas de ingreso de blindex no debidamente señalizadas o mal iluminadas, ascensores que no funcionan por cortes de luz, resbalones en escaleras mal compensadas, departamentos con puertas o pasillos cuyas dimensiones no permiten la circulación o ingreso de camillas y sillas de ruedas, y tantos otros ejemplos de soluciones arquitectónicas mal resueltas que podrían optimizarse con un poco de sentido común.

Afortunadamente, existen en nuestra ciudad especialistas en esta problemática, cuya especial sensibilidad permite ayudar al colectivo social que ve menguada su integración social, debido a sus limitaciones.

 

 
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El transporte de personas con dificultades para el traslado es uno de los temas que deben ser tenidos en cuenta de modo permanente.

Foto: Archivo El Litoral