Llegan cartas

Reconocimiento

 

María Cecilia, María Laura y María Victoria (hermanas de María Carolina), hijas de Alicia Gentile y Carlos Rey.

Señores directores: La vida nos ha enseñado que en algún momento uno debe comenzar a agradecer todo lo que nos ha dado. El recuerdo del domingo 20 de marzo de 1983 es el de un día muy triste. Papá, mamá y “la Colo” (nuestra hermana menor de 3 años) partían en el Renault 6 del abuelo rumbo a Buenos Aires. El destino era la Academia Nacional de Medicina, única en esos años en diagnóstico y tratamiento de leucemia. Días después se confirmó la enfermedad y nuestra hermana comenzó el tratamiento.

Detrás de este triste recuerdo hay otro, el de todas las personas que nos ayudaron emocional y económicamente.

Veintiséis años después, nos decidimos a agradecer a las personas que estuvieron al lado nuestro (mil perdones si olvidamos a alguien), mil gracias a abuela Angélica y abuelo Gentile; tíos Beatriz y Héctor por acompañarnos en todo momento; Dora Bernardis, Leysla Bernardis y Anita Blas, quienes brindaron su hogar en Bs. As. para que ellas se sintieran como en casa, tías Díaz, Coca, Pocha, Chichi y Stella por su apoyo y su cariño; tío Mario y Graciela, familias: Crisalle, Zapata y Ascargorta por hacernos sentir parte de sus familias, Flias. González, Rintoul, Obeid, Belfiori, Melone y Cerana, Arias por estar siempre presentes; Flias. Rancagno y Agosta por su contención especial en ese mes de julio tan difícil; Dr. Jiménez, Isabel del Porto, personal docente de la escuela Nº 9 J.J. Passo (especialmente a la Srta. Manuela Álvarez por sus cálidas palabras); Srta. Mausy de López, vecinos del barrio 7 Jefes por acompañar a nuestros abuelos; Dra. Olga Sabognani por su diagnóstico precoz, su calidez y seguimiento, Dra. Montenegro, Dra. Scaglione, personal de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires por ser excelentes profesionales, por su compromiso, su dedicación e “incomparable contención”, a todas las personas que estaban detrás de esos sobres “anónimos” que la Facultad de Ingeniería Química de Santa fe entregaban a papá periódicamente, y a todas las personas a las que no podemos recordar o nunca conocimos pero seguro existieron.

Todo lo que han hecho ha servido de ejemplo para nuestras vidas y les debemos reconocer y agradecer el valor, el esfuerzo, el compromiso y el amor con que nos ayudaron, sin los cuales hubiera sido todo más doloroso.

Hoy esta historia tiene un final feliz, “la Colo” tiene 29 años, y una hermosa hija que promete ser como ella.