Seminario de Emilia Mazer en la ciudad
Movilizando el combustible del actor
La destacada figura del teatro, el cine y la televisión dictará desde este martes un curso abierto a participantes, con distintos niveles de experiencia. En diálogo con El Litoral, Mazer se abre y cuenta cómo es ser madre, actriz, directora y docente.
Ignacio Andrés Amarillo
La actriz Emilia Mazer dictará un seminario intensivo en Santa Fe, donde aplicará diversas técnicas de trabajo a partir de la energía corporal, abierto a todo público, tengan o no experiencia o formación teatral. La actividad comenzará este martes, y durará cuatro encuentros de cuatro horas cada uno... o tal vez más. “En Rosario doy una clase los martes y otras los miércoles, y la última, que tenían que presentar escenas duró seis horas cada curso: un día di 12 horas de clase seguidas, sin recreo. No puedo parar, porque después volví al hotel y rebotaba: termino allá arriba (risas)”, cuenta la intérprete, que brilla en la cartelera porteña con “El diario de Anna Frank”.
—¿En qué consiste este seminario? No se parte del texto ni de la improvisación...
—Llegamos al texto y a la improvisación, pero partimos del cuerpo. “Todo cuerpo expresa, no todo cuerpo expresa lo que quiere”, dijo Grotowski. Vos querés hacer algo con una mano, pero si la musculatura no se dirige hacia donde querés... Lo mismo pasa con los sentimientos. Entonces tengo que tener el cuerpo predispuesto para que el combustible con el que trabaja el actor, la energía, circule y pueda producir un acto donde cuerpo, mente y espíritu produzcan lo que mi voluntad se propone.
Su energía no circula si hay un bloqueo energético: entonces lo fundamental es trabajar con la relajación, pero no como cuando uno se va a dormir: tiene que ser una relajación activa. Hay que trabajar sobre la tensión, que es el gran enemigo del actor, ir al centro de los bloqueos que la provocan.
La gente vive tensa. Entonces te subís al escenario y tu energía no puede funcionar de manera cotidiana: tenés que provocar una forma “extracotidiana”. Si estás con los hombros doloridos porque cargaste las bolsas del supermercado todo bien, es tu vida; pero yo pagué la entrada y quiero ver al actor expresándome lo que tiene para mostrar en “Tío Vania” de Chéjov. Este trabajo es preexpresivo, un entrenamiento para lo expresivo: una obra, una improvisación.
Una experiencia enriquecedora
—Trabajás con gente con diferentes grados de experiencia. ¿Cómo es la experiencia al respecto?
—Muchos años trabajé así en mi estudio. Dejé de dar clases hace cuatro años, por cuestiones personales y laborales: no tenía tiempo y la docencia es de mucha responsabilidad: no podés faltar ni poner a alguien. Además tenía ganas de dirigir, no podía actuar en televisión, en cine, dirigir y ser profesora de teatro, además de vivir. Crecer en la dirección también iba a nutrir a mi trabajo docente.
En los aproximadamente ocho años que estuve dando clases (tanto en Madrid, en Buenos Aires, en Pergamino) mezclé niveles, copiando a una profesora de teatro que trabaja en Madrid con mucho éxito. Yo tomé clases con ella, y me pasó con una alumna que recién empezaba a estudiar, yo llevaba años.
Me pasa en el laburo: por ahí tenés que hacer una telenovela con una modelo, o una obra de teatro con un conductor, con alguien que aprendió a actuar hace 60 años, o con alguien de 19 años que viene de un taller.
Por qué no dar esas herramientas desde las clases, para que no haya tanta diferencia entre un trabajo de taller y un trabajo real.
Obviamente, voy a analizar a unos y otros con diferentes parámetros: es más un trabajo de poder discriminar en mi cabeza que lo que se produce, que es químicamente muy poderoso.
—¿Preguntás antes o diagnosticás?
—Al principio hacemos una ronda y les pido que me cuenten por qué están acá: si tienen experiencia o no.
—¿Estás dando clases en Buenos Aires?
—Estoy en La Lucila, abriendo un curso; y probablemente a partir de mayo abra en Capital. Tengo que ver cómo hago con los tiempos, porque estoy haciendo malabarismos: vine con la intención de hacer un seminario en Rosario; a partir de que funcionó maravillosamente, Julio Belando me propuso hacer otro más, paralelo al de Santa Fe, que me queda cerca. Allá la gente me decía “¿vas a venir durante el año?”; entonces armamos un curso anual. Al mismo tiempo me voy a ir de gira con “El diario de Anna Frank”, y tengo una beba de un año. Entonces tengo que ver cuándo abro el curso en Capital (risas).
—Es gira interior... Si fuera en España se complicaba...
—No sé, a lo mejor... (risas).
Multifunción
—¿Cuál es hoy la ecuación entre madre, actriz, directora y docente?
—Es todo con mucho más sentido, porque tengo más alegría: me da alegría ser mamá, me encanta estar con mi hija. Todo lo que hago laboralmente lo hago pensando en ver cómo voy a disfrutar con ella el tiempo libre. El año pasado, a los tres meses de ella empecé a ensayar y me la llevaba a los ensayos: no dejé de darle la teta, gracias a que la directora Helena Tritek me permitía interrumpir. Cuando tenía que gritar en una escena le pedía a la niñera que la sacara de la sala.
Este año la dejaba en casa con esa persona, y ahora me la cuidan en el teatro: la agarran en brazos los actores, los técnicos, los acomodadores... La otra vez me decía el productor ejecutivo: “Si querés les digo que no la agarren tanto...”. “No, dejala, mientras la beba sea feliz...”. Ella entra gateando al camarín y agarra la cartera, los zapatos, toda la vestimenta de mi personaje.
No es fácil: yo viajo en bondi, llego a las dos de la mañana con mi hija colgando. Ella la está pasando bomba, porque está con su mamá, y yo tengo algo lindo por lo cual volver a casa. El único problema de la maternidad es que a veces no tenés ganas de dejarla e irte a laburar. Pero sé que ella tiene una mamá que se siente realizada.
