SEÑAL DE AJUSTE

Operación carne picada

Roberto Maurer

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Hubo zozobra entre los fans de Marley cuando trascendieron las tratativas para nombrar a Jorge Rial en la conducción de la nueva edición de “Operación Triunfo”, y ya había comenzado una recolección de firmas para impedirlo. Felizmente, Marley* apareció el domingo, abriéndose paso a través de una jungla de bailarines, saltimbanquis, trapecistas, luces y papelitos, vitoreado por el público, en un estudio más grande que la Basílica de San Pedro: la televisión argentina descarga su líbido en este tipo de derroche, y solamente para que un animador salga a escena y diga “bienvenidos”.

En acuerdo con los vientos que soplan en nuestra farándula, cuyos líderes claman por la pena de muerte, “Operación triunfo” ahora aplica la mano dura. En la misma noche del debut, ya hubo eliminados en vivo entre los últimos 24 seleccionados del casting al cual se presentaron miles de aspirantes durante meses y en todo el país y algunos limítrofes.

Durante el programa de tres horas, cinco de ellos fueron siendo dejados a un costado del camino. Nunca había ocurrido en la primera gala. Los jurados, al pronunciar la sentencia, hablan con lentitud para crear suspenso, y en esos segundos interminables, el participante escucha, erguido, levantando el mentón y con los ojos entrecerrados: un condenado frente al pelotón de fusilamiento.

Todo está permitido

Además, el exitoso concurso de cantantes ya no es una competencia artística convencional con un jurado, como antes, ya que esta idea básica ahora dio un paso hacia el incesto y se ha fusionado con el formato de “Gran Hermano”, o sea que los participantes son encerrados, controlados y obligados a eliminarse entre sí: en el mundo del arte se han introducido la vigilancia, las intrigas conspirativas y el aislamiento carcelario, es decir, las severas leyes del reality.

“El complot está permitido”, los alentó Marley, y no fue una observación cualquiera, ya que representa un cambio de las reglas de “Gran Hermano”, de por sí crueles, donde el complot o acuerdo para votar en contra de un compañero estaba prohibido. Ahora ha sido legalizado. Además, las nominaciones no serán secretas, ya que el concursante deberá anunciar su determinación en la cara del inmolado.

Desde La Casa se accede a La Academia, donde el grupo se somete a la instrucción musical de los coachs. Tal vez resulte oportuno recordar que los ganadores y finalistas de las ediciones anteriores de “Operación Triunfo” no llegaron al estrellato, o al menos, no como en la versión española. Puede ser que, ahora, el endurecimiento de las reglas sea una ayuda para lograr el éxito, ya que se trata, sencillamente, de olvidarse de los atributos humanos. Por ejemplo, el chico que cantó “Muchacha ojos de papel” (Agustín, 20 años, Rosario), despojado de su ternura por semejante régimen, puede terminar homenajeando a la chica corazón de tiza inspirándose en una muñeca inflable.

Las voces y la soltura escénica de los seleccionados resultaron de una calidad y profesionalismo sorprendentes. Ya que serán tratados como legionarios, se teme que sus condiciones artísticas sean aniquiladas. Promediando el programa, apareció Ricardo Montaner de traje, corbata y zapatillas, que introdujo en el show un talante festivo. Compartió la conducción con Marley: juntos, en la pantalla, eran un gigante y un teletubie.

Una hora antes, en Crónica TV se emitía un especial titulado “El Nuevo Club del Clan”, con Violeta Rivas, Johnny Tedesco y Lalo Fransen celebrando la resurrección de un fenómeno que, en su momento, si bien fue el comienzo de la decadencia de la música popular argentina, todavía conserva una inocencia que, hoy, ha sido arrebatada a los jóvenes mártires que aspiran a la fama.

* Hay un Marley bobo, pero en “Operación Triunfo” se convierte en un Marley emotivo que llora.

Operación carne picada

Foto: Gentileza Telefé