Jornada de la rehabilitación y de la discapacidad
Un día para valorar la fuerza de voluntad
para superar situaciones traumáticas
El hospital Vera Candioti es un efector público que trabaja con quienes conviven con capacidades motrices disminuidas y que, pacientemente, realizan tratamientos que les permiten -poco a poco- recobrar parte de lo perdido.
Mariana Rivera
Un pequeño cartelito anunciaba Terapia Física, el lugar que buscábamos, y adonde encontraríamos a nuestra entrevistada. Pero atravesar aquella sala del hospital de rehabilitación Carlos Vera Candioti casi se asemejaba a una competencia con obstáculos.
La cantidad de pacientes que se estaban rehabilitando llamaba la atención. En las pasarelas, algunos intentaban dar pasos cortos y pausados, ayudados por los pasamanos; a los costados, las máquinas y bicicletas estaban ocupados por otros pacientes; en el medio, otros en sillas de ruedas hacían sus ejercicios, con las indicaciones de sus terapeutas.
Al fondo, recostada sobre una superficie sobreelevada, nos esperaba Isabel Karlen, quien ejercitaba sus abdominales mientras unos electrodos fortalecían sus cuádriceps. Esta docente de 27 años, oriunda de Moisés Ville, concurre al hospital desde el 11 de noviembre del año pasado para rehabilitarse por una lesión que sufrió en su columna vertebral como consecuencia de un accidente automovilístico.
A un costado la esperaban las ortesis y el andador que le están permitiendo volver a caminar, algo respecto de lo cual los médicos no le habían dado muchas esperanzas por la paraplejía que padece luego de aquel trágico 12 de octubre.
“Con un poco de voluntad y otro poco el trabajo que hacen los profesionales podré volver a caminar”, dijo Isabel con una sonrisa en su rostro, y advirtió que “me ayudan mucho en la parte física pero también en la anímica. El paciente pone mucho y ellos, si no te salen los ejercicios, tratan de hacerlo de otra manera”.
Isabel iba conduciendo su auto cuando tuvo un accidente y cayó en un canal, al costado de un camino de tierra. Salió despedida y cayó en posición fetal, motivo por el cual se lesionó la columna. Después de unos días de estar internada en el hospital Cullen fue trasladada al sanatorio Garay, adonde le hicieron una cirugía para fijar la columna: le colocaron 8 tornillos y una placa madre. Al mes ingresó en el hospital Vera Candioti para rehabilitarse.
Pero el corazón es grande
Mientras conversábamos con Isabel, Patricia Walder, su kinesióloga, comenzó a desenvolver la ortesis que hacía un par de días le habían entregado para que se colocara en sus piernas y poder volver a dar sus primeros pasos, con la ayuda del andador.
Con la misma paciencia y empeño con que hacía sus abdominales, Isabel cerró cada uno de los cierres abrojo para ajustar adecuadamente la ortesis a sus piernas. Se acomodó al borde de la colchoneta y con la ayuda de la kinesióloga se puso de pie y nos mostró cómo empezaba a recuperar su marcha.
“Empecé de a poco y logré muchos avances. Me decían que sólo me iba a poder sentar en una silla de ruedas y ahora me puedo parar y caminar con un andador. También estoy entrenando con unas ortesis. Me están enseñando a ser independiente, a bañarme, a vestirme, a acostarme y a levantarme”, dijo agradecida.
Y aseguró: “Siempre tuve un pensamiento positivo para mi recuperación y esto tiene mucho que ver. Pero también lleva su tiempo. A algunas personas le cuesta más aceptarlo y a otros que no, mientras que otros definitivamente no quieren hacerlo. Los que crean que no pueden hacer cosas sería bueno que vengan a ver cómo se trabaja en el hospital porque ayuda mucho. Hay mucha gente grande que viene y que le pone muchas ganas y eso te enseña”.
Muchas ganas y sacrificio
Luego de desandar el sinuoso camino entre sillas de ruedas, pasarelas, profesionales y pacientes, encontramos a Alberto Bertola, de 52 años, quien vive en barrio Los Troncos. Hace dos años sufrió un ataque cerebral que le paralizó el costado izquierdo del cuerpo y le afectó el habla.
Luego de estar internado tres meses, comenzó a concurrir al Vera Candioti como paciente externo para hacer su rehabilitación y consiguió recuperar el 80 % de sus capacidades.
Con las mismas ganas de recuperarse que Isabel, Alberto aseguró -mientras pedaleaba en la bicicleta fija- que “vengo porque quiero y porque me sirve; y mientras haya capacidad en el hospital y me acepten seguiré viniendo. Además, hago ejercicios en mi casa, pero venir al hospital es algo especial. También hay que poner fuerza de voluntad. Si me dejaran estaría todo el día acá”.
Antes de ir a hacer otro ejercicio en la pasarela, subiendo y bajando la rampa, Alberto nos despidió diciendo: “Sabía del hospital porque en mi juventud trabajé con Cilsa y después de tantos años me tocó a mí. Así que yo sabía cómo era todo esto. Estoy muy agradecido a todo el hospital: enfermeros, doctores y kinesiólogos. Me hizo mucho bien”.