Entrevista a Diana Maffía, diputada porteña

“Se puede hacer política sin dar bolsas de comida ni arrastrar gente a los actos”

La legisladora porteña cuestiona el sistema de punteros y asegura que hay otros modos de hacer política. Feminista, lucha contra el lenguaje sexista para que las mujeres sean incluidas en los discursos y las prácticas.

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“La presidenta no considera políticos los temas específicos de las mujeres: salud sexual y reproductiva, violencia doméstica, abuso sexual y trata”, señaló Diana Maffía.

Foto: Alejandro Villar.

Agustina Mai

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Conjuga en su persona la capacidad de argumentar de los docentes y la pasión de los militantes. Cuando en el seminario que dictó la semana pasada en la UNL, se la presentó como “doctora en Filosofía, investigadora y diputada de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires”, Diana Maffía resumió, con su tono jocoso: “soy feminista y hippie”.

Durante dos días, intercaló la profundidad de sus reflexiones con la ironía de sus comentarios. Abordó la cuestión de género, discutió la “presunta prioridad de lo natural sobre lo cultural” y aseguró que “no hay tolerancia con los cuerpos que no se ajustan a la dicotomía macho/hembra”. En este sentido, se refirió a los distintos “procesos de normalización cruentos, invasivos y mutilantes que lleva a cabo la medicina sobre los cuerpos ambiguos, que molestan”.

El Litoral dialogó con esta mujer a la que no le preocupa alargar sus oraciones, porque cada vez que habla se refiere a lo masculino y lo femenino (“todos y todas”, “algunos y algunas”, “hombres y mujeres”), y que por el contrario, ha convertido la idea de un lenguaje no sexista, en uno de sus principales motores de batalla.

Una filósofa política

—Ud. es doctora en Filosofía y diputada en la Legislatura de Buenos Aires. ¿Qué lugar tiene una filósofa en la política argentina?

—La filosofía te da una visión de la política diferente a la del quehacer político cotidiano; sobre todo cuando el quehacer cotidiano está muy bastardeado. Un periodista me comentaba que los políticos dicen que si bien es necesaria alguna formación, a la hora de los bifes, lo importante es tener punteros en los barrios. Eso no es cierto; por supuesto que si pensás que ésa es la forma, la legitimás como la única posible, pero se trata de un prejuicio. La Coalición Cívica, en su alianza con el Socialismo, salió segunda en la elección nacional, sin trabajar con el sistema de punteros en los barrios.

—¿Cuál sería otra forma?

—Compartimos la idea de que la lucha por el poder es la lucha por un relato, por cuál es la visión del país y de la gente. Eso no se hace repartiendo bolsas de alimentos o arrastrando gente a un acto, sino de otras muchas maneras. Esa lucha sembró la polémica entre el Gobierno y el campo: se trató de imponer una visión sobre lo que estaba pasando. Ver a la lucha política como una lucha por el relato es una visión que me da la filosofía, no la práctica política. Además, mi visión utópica viene de la filosofía feminista.

Lenguaje no sexista

—Los discursos de Binner y Tessio siempre se refieren a “hombres y mujeres”. Hay un pedido en la Legislatura porteña para que el discurso político incluya explícitamente a las mujeres. ¿Cuál es el alcance real de esta inclusión de las mujeres en el lenguaje?

—Es muy importante, porque no es solamente un problema de lenguaje, sino existencial. Cuando el lenguaje universaliza en masculino, las mujeres nunca sabemos si estamos incluidas o no; un varón siempre sabe cuándo está incluido. Además el lenguaje interpela. Si dicen “concurso para nombrar un defensor’ o “se elige gobernador’, como mujer ¿te sentís interpelada por ese llamado en masculino? Un varón sí; y si se dice “se busca directora’ no se va a sentir interpelado. Es decir, se instala una manera en la cual queda claro qué cosas lo interpelan y qué cosas no.

—Con las mujeres no pasa lo mismo.

—Las mujeres vivimos en la incerteza de saber cuándo estamos incluidas y cuándo no, o cuándo sentirnos interpeladas. Eso nos instala de manera insegura en la percepción del mundo y de nosotras mismas. Es muy importante usar un lenguaje no sexista porque es un gesto de inclusividad explícita. En la Legislatura luchamos constantemente contra ese descuido del lenguaje porque hay una ley que dice que el lenguaje oficial no tiene que ser sexista, pero no se cumple porque se cree que no tiene importancia.

Cristina, dos imágenes

—¿Qué modelo de mujer construye la presidenta, desde su lugar de poder?

—Construye dos imágenes: la que pretende dar y la que tiene con respecto de las mujeres. Según la primera, pretende dar una imagen de mujer fuerte, pero que no abandonó su femineidad en los aspectos más exteriores, en el cuidado de su estética (por ejemplo). Por otra parte, se dirige a las mujeres como lo haría un varón, como si fueran personas a las que hay que tutelar y ayudar, a las que la vida se les hace difícil, victimizándolas. Además, no considera políticos aquellos temas que son específicos de las mujeres: salud sexual y reproductiva, violencia doméstica, abuso sexual, trata (de personas). Ella se ocupa de las finanzas internacionales. Tiene con respecto de los temas de las mujeres, la misma ceguera y desprecio que tiene la mirada patriarcal. Ese doble aspecto expresa, por un lado, una consideración patriarcal de los derechos ciudadanos de las mujeres; y, en lo que hace a su persona, se manifiesta como alguien única, elegida, superior y violentamente arrogante. Un tipo de mujer que pretende ser considerada en paridad con los varones, aunque no aplique lo mismo para el resto de las mujeres.

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LA FIGURA

Debido a la importancia política que Maffía le reconoce al hecho de hablar en primera persona, tomamos su blog http://dianamaffia.com.ar, en el que dice “Soy:

* diputada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2007-2011/Coalición Cívica).

* doctora en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires con una tesis sobre “Género, subjetividad y conocimiento’.

* docente de Gnoseología de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y de Epistemología Feminista en la Maestría de Estudios de Género de la Universidad de Rosario.

* investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA, donde dirijo con Dora Barrancos un programa sobre “Construcción de ciudadanía de las mujeres y otros grupos subalternos”.

* directora académica del Instituto Hannah Arendt, de formación cultural y política, desde su creación en 2004 y hasta la actualidad.

* autora de numerosas publicaciones. Mi último libro es “Búsquedas de sentido para una nueva política’, en colaboración con Elisa Carrió (Paidós, 2005)”.