EDITORIAL

Un año perdido

Leer los titulares publicados hace un año en diarios nacionales y locales puede resultar una experiencia reveladora.

El 25 de marzo de 2008, a dos semanas del anuncio oficial del aumento en las retenciones a la exportación de soja, El Litoral decía: “Cortes de rutas en todo el país. Crece y se profundiza la protesta del campo. Medio centenar de focos de reclamo rural afectaban hoy las rutas santafesinas, en una escena que se repite en el centro y norte del país”.

Aquel día, el diario La Nación informaba lo siguiente: “Se agrava la protesta del agro y crece la tensión en el interior.

Más productores salieron a las rutas, muchos con sus familias. La intervención en el conflicto de los camioneros de Hugo Moyano, que organizaron “contrapiquetes’ en Entre Ríos, Córdoba y Tucumán, impulsó ayer a más productores a salir a las rutas para mostrar su rechazo al fuerte aumento de las retenciones”.

Los titulares de Clarín iban en el mismo sentido: “La protesta de los productores agropecuarios tuvo ayer un momento de tensión en Paraná, cuando efectivos de la Gendarmería buscaron desalojar a los manifestantes que se habían agolpado en inmediaciones del Túnel Subfluvial, paso obligado hacia Santa Fe. Poco después de las 9, tras una breve discusión, se produjeron forcejeos”.

Más allá de algunos detalles menores y coyunturales, los diarios de hoy reflejan prácticamente las mismas noticias que hace un año, pues los conflictos de marzo de 2008 no lograron ser destrabados a pesar del tiempo transcurrido.

Muchas cosas ocurrieron en el mundo durante este último año. De hecho, el sistema financiero global estalló y, desde entonces, gobernantes de los principales países del planeta intentan frenar este derrumbe que ya dejó sin empleo a millones de personas, que redujo dramáticamente el comercio internacional y que plantea un crudo panorama que obligará a reconstruir un esquema que tambaleó y cayó ante la atónita mirada de todos.

Atrás quedaron aquellas especulaciones que hablaban de un prolongado período de crecimiento económico, sustentado en el despertar del consumo en naciones gigantes, como China e India.

Mientras todo esto ocurría, mientras los cambios se sucedían -y suceden- a un ritmo sin precedentes en la historia mundial, la Argentina continuó estancada en las mismas discusiones irresueltas, provocadas por un estilo de gestión basado en la división permanente y en un manejo autocrático de los recursos públicos.

En el contexto de naciones medianamente desarrolladas, difícilmente exista otro país que se haya permitido perder todo un año como lo hizo la Argentina. Detenerse en el tiempo implica inevitablemente involucionar, sobre todo en un contexto internacional tan complicado y en el que los errores político-económicos se pagan caro.

El costo de tantas equivocaciones comienza a evidenciarse y así lo refleja cada una de las variables de la economía nacional. Y mientras Gobierno y campo no adopten el camino del diálogo y el respeto, en un futuro cercano las consecuencias serán aún más duras.