Orgullo para la ciudad

De San Justo a Palermo

La yegua Tapada Toss entrenada en San Justo por don Omar Vanney, alcanzó una significativa victoria en el Hipódromo Argentino de Palermo, siendo motivo de orgullo para la ciudad.

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Desde la izquierda: Ranzani, Chicho, Pepo, Tapada Toss, Vanney y Fosatti.

Foto: Agencia San Justo

Carlos Yesciani

(Agencia San Justo)

Es una de las tantas historias que se tejen en el ambiente del turf, donde los pocos minutos de dura una carrera sirven para semanas y meses, tanto anteriores como posteriores, de charlas, anécdotas que forjan la amistad y todo lo que se genera en un stud, lugar donde la enorme magia que tiene el turf tiene los cimientos de una actividad que genera muchísimas cosas.

En la tranquilidad del stud, en una charla El Litoral reunió a Anilo Ranzani y Carlos Fosatti, los dos propietarios de la yegua zaina, que lograra tamaña alegría para los aficionados de la región.

—¿Dónde nace y a qué obedece su nombre?

—Mi padre, dice Ranzani, cargó la yegua madre —More Charla— y se fue hasta la localidad de Capitán Sarmiento, en la provincia de Buenos Aires, para darle un servicio del destacado padrillo Bombazo Toss —Egg Toss—. Pasado unos meses, regresa a su casa en la localidad de Emilia, y un 28 de octubre, en un pequeño campito de mi viejo sobre la Ruta 11, pare la yegua, inmediatamente nos llama por teléfono y nos dice: “Nació una hermosa potranca toda tapada, sin ninguna mancha, por eso -agrega Fosatti- le ponemos como nombre Tapada Toss, agregándole la parte final en homenaje al padre y también al abuelo.

—¿Cómo fue su comienzo?

—La amansamos aproximadamente a los dos años y medio, luego participamos de varias reuniones, en distintos lugares donde tuvimos la suerte de ganar en dos ocasiones en el Hipódromo de Las Flores en Santa Fe, en Progreso, Vera, Nelson, por su puesto con algunos traspiés. Nuestra intención, siempre fue poder llegar a competir en forma oficial y sobre todo en el Hipódromo Argentino de Palermo, por su historia, por las letras de tango, y por los grandes que pasaron por la alfombra dorada ... -nos comentan contentos.

—¿Desde un principio la cuida estuvo en esta zona?

—No, estuvo tres meses en Buenos Aires, al cuidado de un profesional, corrimos en dos o tres oportunidades con un desempeño malo, “no agarramos chapa”.

—¿Cuándo y por qué deciden traerla a San Justo?

—Siempre pensamos y creemos mucho en el hábitat, en el stress, el cariño, en la atención, la distracción, en el paseo, poder estar debajo de un árbol, en la libertad de observar la naturaleza, en fin, todo lo que brinda el cuidado, prácticamente, en el campo.

—¿También ustedes tratan y controlan al animal?

—No, tenemos la suerte de contar con un gran profesional, que es el doctor José Martín, que siempre acertó en todos los problemas que ella tuvo.

—¿Actualmente quién la cuida?

—Un amigo, un aficionado, un entusiasta que es Omar Vanney, que todos los días, aparte de su entrenamiento, le da la dosis de cariño que todo animal necesita, junto a Pepo y Chicho que mucho colaboran.

—¿Cómo viaja de San Justo a Palermo?

—Es bastante incómodo, tenemos alrededor de 10 horas de viaje, con un transbordo en la ciudad de Santa Fe, se viaja toda la noche. Siempre pensamos en la ventaja que dan los caballos del interior cuando compiten en Buenos Aires, aparte de cambiarle el agua, el box, la cama y varias otras cosas, pero son las reglas del juego y hay que aceptarlas, -reflexionan.

—¿Cómo fueron los resultados en el Hipódromo Argentino de Palermo?

—Desde que la yegua está en San Justo fuimos tres veces; en la primera salimos segundos a una cabeza, en la segunda también salimos segundos, y en la tercera ganamos el pasado 23 de febrero.

—¿Se gana dinero en las carreras?

—Se ganan muchos amigos, y sobre todo se comen buenos asados, -replican con humor.

—¿Cómo va a continuar esta historia?

—Pensamos seguir compitiendo, porque nos gusta mucho, por la adrenalina en el momento de la largada, por reunirnos todos los días en el stud con amigos que tienen otros caballos, por las charlas de horas de una carrera, que apenas dura unos segundos, por a veces limpiar una cama, darle comida, o lavar el balde de agua.

Estamos convencidos en la realidad de las palabras de Florencio Molina Campos, que dicen: “Cuando me vaya, quisiera estar en un cielo donde haya muchos caballos”, -concluyeron-.