Al margen de la crónica

La era de los claroscuros

“Pilas americanas alimentan electrodomésticos ingleses en Nueva Guinea. Gasolina árabe alimenta automóviles americanos en África del Sur. Niños iraquíes huidos de la guerra, no obtienen visa en el consulado americano de Egipto para entrar en Disneylandia”. Este es uno de los tramos mejor delineados de una canción del cantautor uruguayo Jorge Drexler, titulada irónicamente “Disneylandia”. Y constituye una de las mejores descripciones de ese fenómeno ¿post moderno? del que muchos hablan pero no todos conocen en profundidad, con todas sus implicaciones: la globalización. Ríos de tinta corrieron en la última década para hablar de los efectos (para algunos malos, para otros no tanto) derivados de este característica de nuestra época. Pero, frente a diagnósticos muchas veces grandilocuentes, agoreros y llenos de efectismos, cabe preguntarse de qué forma impacta la tan mentada globalización en nuestra vida cotidiana, tal como lo hace, con indudable maestría, Drexler. Un ejemplo es el que deriva de la utilización cada vez más intensivo de Internet: cada vez que nos instalamos cómodamente a la red a través de tantísimas páginas web, tenemos la sensación de estar “conectados” con el mundo. Pero al mismo tiempo, un porcentaje altísimo de personas están más preocupadas por sobrevivir que revisar su cuenta de e-mail.

Paralelamente, mientras accedemos a una oferta cada vez más profusa de informativos que nos atosigan con las más variadas noticias de todos los rincones del globo, que dan cuenta de la desesperante situación se viven en países lejanos, nos olvidamos de esa madre que pide una moneda para alimentar a su hijo a la vuelta de la esquina. Definitivamente, mientras vivimos en un mundo cada día más “iluminado” por la tecnología, los claroscuros se hacen más evidentes.