Señal de ajuste

Lo mejor de nuestras vidas

Roberto Maurer

Mariano Peluffo reemplazó a Marley en lo que llaman Edición Central de “Operación Triunfo”, o sea el envío diario de las 19, que también es denominado El Debate según la terminología de Gran Hermano. Es posible que las personas que se quedaron en el sulky sufriendo de su incapacidad para adaptarse a los cambios, les resulte incomprensible el uso de la palabra “debate” para estas circunstancias, como si el vocablo fuera propiedad exclusiva de los congresos de filosofía.

Como se sabe, durante el carreteo mismo del programa, fueron cambiadas las reglas de este contubernio entre Operación Triunfo y Gran Hermano, tal vez a pedido de organizaciones humanitarias y Juan Alberto Badía, quien, consciente de su reputación en el mundo de la música, amagó con abandonar el jurado en un reportaje concedido a un semanario. Ahora, los participantes no pueden nominarse entre sí, en una especie de desarme. Sin embargo, según el análisis de Peluffo, esta medida tendiente a descomprimir las relaciones de quienes solamente deberían dedicarse al aprendizaje del canto, ha producido el efecto contrario, el de una “escalada de violencia”, según las palabras cargadas de dramatismo del conductor. “¡Ahora se muestran los dientes, todos van por todo!”, exclama, mientras Ayelen, la segunda expulsada, ya devuelta a la vida común, desde el panel de debate comenta:

—Me gusta, ahora se ve lo que son -refiriéndose discretamente a los ex compañeros que la echaron, y sin recurrir a la palabra “basura”.

Algunos panelistas

Según el análisis, suprimidas las maquinaciones para liquidar al rival con el voto, los participantes se dedican a la discusión frontal acerca del reparto de los temas musicales, por ejemplo. Y la pantalla nos ilustra con la imagen de los concursantes alrededor de la gran mesa cuadrada de La Casa, discutiendo como si fuera el G20.

“Claro, si venís cantando Iron Maiden y te dan una chacarera del Chaqueño Palavecino, te querés matar”, nos aclara la experimentada panelista Lissa Vera, con la opinión autorizada de quien perteneció a Bandana, aquel grupo fabricado en un reality al cual acompañó el furor y cuyas integrantes, hoy, figuran en la misma franja del recuerdo o el olvido que los músicos de la orquesta de Francisco Canaro.

Otro experimentado en el panel es Gastón Trezeguet, de quien no se conoce especialidad alguna, salvo las de un joven despierto y transgresor que seducía chicos y chicas por igual en Gran Hermano, hasta convertirse en uno de los analistas más profundos del juego.

Traiciones

El desenvuelto Martín canta muy bien y tiene la contextura física de un enano, sin serlo, aunque su compañero Pablo piensa que su moral tiene la medida de su estatura: lo considera un traidor porque, siendo su amigo, lo nominó sin decirle nada.

El incidente fue reflejado y discutido en la Edición Central de OT, donde se vieron escenas de reproche de Pablo a Martín por hundirle metafóricamente un cuchillo en la espalda, sin avisarle. “Me re-dolió, loco”, se quejó el herido. Y luego se lamenta en una rueda: “Me sentí como un re-pelotudo, porque yo le había tirado una re-confianza”.

—¿Amigo? Parece que era mi amigo pero yo no lo supe- comenta con cinismo el traidor, mientras Gastón Trezeguet, desde el panel, agrega su palabra ubicada: “me subleva que alguien se enoje porque lo nominan”.

Chicos, larguen

Comunicados en directo con La Casa, los competidores asisten a una clase de coreografía con el coach Marcelo Iripino, bailan un poco y luego entran en un trance colectivo, cuando, uno por uno, rodeados por los otros, se confiesan en público. “Acá me siento feliz, los quiero, y si digo que los quiero no es para caerles bien, pero extraño a mi mamá y mi papá”, se escucha. Conmovidos, se abrazan, se acarician y se besan.

Interviene Iripino:

—Cuando guardamos, guardamos y guardamos, explotan mal. A descargar, que mañana se van a sentir bien -los instiga el coach-. No se trata de verlos llorar, no pedí nada en especial, sólo les dije: chicos, larguen. Y camina entre ellos, los va tocando como un manosanta, y ellos rompen en sollozos. “Es lo mejor que nos va a pasar en nuestras vidas”, balbucean.

En el estudio, Peluffo va hacia el cierre: “Y, sí, hay angustia, están lejos de los seres queridos, bajo presión, no saben si el domingo es su último día”.

Lo mejor de nuestras vidas

Ejercicios para la voz, pero también para el cuerpo en la casa donde habitan temporalmente los participantes del certamen.

Foto: Gentileza Telefé