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Una visita a la ciudad santa

El muro oeste de Jerusalén es lugar de reunión de miles de judíos.

Una visita a la ciudad santa

Jerusalén es el corazón de la espiritualidad del mundo. Sus muros, calles y piedras, han sido testigos de cuatro mil años de abigarrada historia que están hondamente ligadas a la expansión de las tres religiones monoteístas más importantes del orbe: la musulmana, la judía y la cristiana. TEXTOS. NIDIA CATENA DE CARLI. FOTOS. EL LITORAL.

Corría el año 1990 cuando un anhelo largamente acariciado por mi se haría realidad. Ese sueño era conocer la Ciudad Vieja de Jerusalén, corazón de la espiritualidad del mundo.

Luego de un muy largo y extenuante viaje, me hallé finalmente a los pies de la “Ciudad Santa”.

Situada a ochocientos metros sobre el nivel del mar, lucía como una codiciada gema desde tiempos inmemoriales, ya que su existencia es considerablemente anterior a la llegada de los hebreos a la Palestina o Tierra Prometida.

Para los musulmanes, la Cúpula de la Roca es el lugar desde donde Mahoma se elevó a los cielos. Para los judíos es aquí donde el Rey David estableció la capital del Reino de Israel donde se levantaron los templos destinados a guardar el Arca de la Alianza. Y para los Cristianos es la “Ciudad Santa”, donde padeció, murió y resucitó Jesucristo, el Hijo de Dios. Este último hecho cambió para siempre la historia del mundo.

Los barrios

Coexisten en la Jerusalén Antigua cuatro barrios: El Cristiano en el noroeste, el Musulmán en el noreste, el Armenio en el suroeste y el Barrio Judío en el sureste. En este último se realizaron innumerables excavaciones dirigidas por el profesor Najuran Avigad, que al respecto reveló lo siguiente: “Todo lo hallado amplió el conocimiento de la vida judía en Jerusalén en la época del Segundo Templo, incluyendo la vida de las familias patricias. Mansiones amuebladas con elegancia surgieron a la luz debajo de los escombros y de la espesa capa de cenizas, resultante de la quema de la ciudad a manos de los romanos”.

De esa fatídica época sólo queda en pie el Muro Occidental o Muro de los Lamentos, que es el lugar de oración y peticiones más sagrado y significativo para los judíos.

El muro es lo que ha sobrevivido del templo erigido por Herodes sobre las ruinas del Templo de Salomón.

Especialmente visitado los sábados (sabat), día sagrado de los judíos, podemos ver a los fieles ortodoxos con sus atuendos negros y largas barbas leer la Torá, otros llorando y colocando entre las piedras del muro trocitos de papel con plegarias y pedidos individuales.

El barrio armenio

La población de Jerusalén comprende a varios millares de armenios. Se encuentran espiritualmente ligados a Jerusalén desde el año 300, cuando adoptaron la religión cristiana. En él se destacaron por su arquitectura y su historia, la Catedral y Monasterio de San Jacobo, el Patriarcado Armenio, además de escuelas, imprentas, bibliotecas y un museo.

El sector musulmán está representado por la Cúpula Dorada o Mezquita de la Roca, que es el símbolo de la Ciudad Sagrada del Islám, luego de la Medina. Según sus creencias, Mahoma el Profeta, ascendió desde allí al Paraíso sobre un corcel alado de color blanco.

En ella nunca tuvieron lugar ceremonias, sino que se la consideró, más bien, un gran cofre para guardar la Santa Roca, venerada por los musulmanes del mundo. Para orar y peticiones los fieles concurren a la Sagrada Mezquita Al-Aksa, que constituye conjuntamente con la Ciudadela (siglo XIV) lugares santos muy caros para el Islám.

Peregrinando por la Vía Dolorosa

Las estrechas calles adoquinadas de la ciudad vieja son recorridas y vividas con devoción por miles de peregrinos del mundo cristiano, cada día del año. Pero, particularmente, en la Semana Santa aumenta considerablemente la afluencia de fieles que devotamente se suman para caminar el sendero de Jesús, en lo que se denomina: Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

Desde hace setecientos años los monjes Franciscanos hacen el Vía Crucis todos los jueves del año, cumpliendo fielmente con ese santo mandato, no faltan nunca a la cita con los peregrinos. Tampoco yo falté a la cita con Jesús. Fue así que recorrí con gran emoción las catorce estaciones en el camino denominado La Vía Dolorosa, cada estación recuerda un hecho trascendente de Jesús camino al Calvario.

Comienza en la Puerta de San Esteban o Puerta de Los Leones; a pocos minutos de marcha nos encontramos con la iglesia ortodoxa de los Cruzados de Santa Ana. Continuamos el camino hasta la Primera Estación, donde visitamos la Fortaleza Antonia del Rey Herodes, allí Jesús fue sentenciado a morir en la Cruz.

La Segunda Estación: Jesús carga con la cruz. Extenuado y flagelado abraza aquel madero porque de él resultará la salvación de los hombres y la glorificación del Padre. Aquí nos detenemos para visitar el convento de las Hermanas de Sión, donde está Lithóstratos y la capilla de la Flagelación.

Tercela Estación: Jesús cae por primera vez y es insultado y castigado para que continúe el camino al Calvario.

Cuarta Estación: Jesús encuentra a su dolorosa Madre. Mística confluencia de consuelos y tormentos. Ambos ratifican el sí al Padre, y allí está la fuerza: “mi comida y bebida es hacer tu voluntad”.

Quinta Estación: Simón de Cirene ayuda a portar la Cruz a Jesús hacia la colina en las afueras llamada Gólgota.

En la Sexta Estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús. El Monje Franciscano que nos acompañaba nos explicó que la segunda caída fue en las puertas de la ciudad, en épocas que por carencias de sistemas sanitarios, los hombres hacían sus necesidades muchas veces en las puertas de las urbes. “El pecado es eso, deformidad y suciedad”.

Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez.

Octava Estación: Jesús consuela a las piadosas mujeres. Leemos en una plaquita: “No lloren por mí, lloren por las culpas que son la causa de mis penas”.

Novena Estación: Jesús cae por tercera vez.

Allí estábamos de pie... en el mismo lugar donde Jesús cayó, pisar esos viejos empedrados, que quizás, El regó con su sangre, produce una profunda e intransferible emoción.

Las Estaciones diez a catorce están dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro o Iglesia de la Resurrección, edificada originalmente por el Emperador Constantino y su madre en el año 335. Realizó cortes en las rocas para dejar despejada la tumba de Jesús, también la circunsvaló con un edificio denominado: La Rotonda; destruído primero por los persas en el año 1009. Fue nuevamente reconstruída por los cruzados.

Al llegar al Calvario en la Iglesia del Santo Sepulcro con su gran cantidad de sahumerios y lámparas de aceite que colgaban del techo; una incontenible congoja se apoderó de mi espíritu súbitamente, como si de pronto hubieran estallado todas las emociones contenidas a lo largo de tan evocativo itinerario. El área culminante del recorrido son las últimas estaciones del Vía Crucis. (1)

En la Estación diez: Jesús es despojado de sus ropas.

En la Estación once: Jesús es clavado en la cruz. En la doce: Jesús muere en la Cruz. Estación trece: El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz. A estas últimas estaciones se las denomina: El Calvario o Gólgota.

El Santo Sepulcro, un paso al más allá

Al entrar a una pequeña antesala llamada la Capilla del Ángel, uno siente que esta muy próximo al momento más culminante del recorrido: El ir y venir de las gente orando las letanías, la congoja y el llanto de quienes sienten haber cumplido con una promesa o con un deseo largamente acariciado.

Luego de una larga espera, pude entrar a ese pequeño lugar donde se halla el sepulcro de Cristo, cubierto de mármoles blancos. Esta es la Estación Catorce.

Rodeado de pequeños arcos y alumbrado por lámparas de extraordinaria antigüedad, siempre encendidas.

Allí también se vé una piedra grande rectangular rodeada por una verja, en la que fue perfumado y acondicionado el cuerpo del Salvador. Hay otra, donde se posó el ángel al anunciar a María la Resurrección de su Hijo.

Uno quisiera detener el tiempo y eternizar ese momento, tan único y sublime para la vida de un creyente, pero tan sólo lo podemos mantener intacto en nuestro corazón por el resto de nuestras vidas.

En 1981, la UNESCO declaró a la Ciudad Antigua y sus murallas, Patrimonio Cultural de la Humanidad.

(1) Narraciones Peregrinas de N. C. de Carli.

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La Cúpula Dorada o Mezquita de la Roca, símbolo de la Ciudad Sagrada del Islám, luego de la Medina.

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La explanada del Muro de los Lamentos, visitado por ciudadanos de todo el mundo.

La muralla de Solimán

La muralla actual de la ciudad de Jerusalén está construida con grandes bloques de piedra de color gris con un coronamiento almenado, variando su altura entre 10 y 20 metros. Fue edificada por Solimán el Magnífico en el siglo XVI.

Esta fortificación posee ocho puertas; siete de las cuales están abiertas y una permanece clausurada. Se la conoce como La Puerta Dorada o Puerta de la Misericordia. De acuerdo a las creencias judías, por allí entrará el Mesías a Jerusalén.

Las cuatro puertas principales por donde va y viene la gente son: La Puerta de Yafo, de Damasco, de los Leones y la Puerta de Sión. Fueron erigidas mirando los puntos cardinales.