DE RAÍCES Y ABUELOS

Cuando la vida es sueño

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Un recuerdo del casamiento de Margarita Oitana y Pedro Combina Banchio.

 

Fernando Gutiérrez concurre al 4º año del Colegio Nuestra Señora de Covadonga y acercó su trabajo sobre sus orígenes, que estuvo dirigido por la profesora Nora Tardivo. TEXTOS. MARIANA RIVERA.

“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son...”. Con esta cita de “La vida es sueño” de Calderón de la Barca, Fernando Gutiérrez comienza la investigación que realizó sobre sus antepasados.

Admitió que “recorriendo la casa de mis abuelos encontré una caja que nunca había visto: era una caja con fotos, fotos de la familia. Después de haberlo pensado un largo rato, y temiendo que mi abuela me retara por la intromisión, accedí a preguntarle de qué se trataban, quiénes eran esas personas y cómo habían llegado a ser parte de mi familia”.

Pasamos toda la tarde -recordó- hablando y comentando entretenidas historias; riendo por antiguas ropas y criticando extrañas poses. Y así aprendí sobre la familia y algunos lugares, sobre largos viajes y muchísimas cosas más.

Su abuela materna, Amanda del Carmen Bertone Combina, nació en la localidad de Sastre (departamento San Martín), el 28 de abril de 1939. Vino a Santa Fe a los 2 años, con sus padres y su abuela materna: Bernardo Pablo Bertone Grosso, Avelina Margarita Combina Oitana y Margarita Oitana viuda de Combina. Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Nuestra Señora del Calvario, y luego siguió Ciencias Económicas. Ya recibida, fue profesora de Matemáticas en colegios y en forma particular. Cuando ingresó a la Facultad, conoció al que sería su esposo, Orfeo Moroni Scortachini, el abuelo de Fernando.

Su abuelo materno nació en la provincia de Macerata, en Italia, el 28 de marzo de 1936, en la familia formada por María Scortachini y Guido Moroni. Ingresó al país junto con su madre y su hermana, Elvia Ivanna Moroni (de sólo 1 año), el 18 de enero de 1951 en el Buque Santa Cruz.

En marzo de ese año ingresó como pupilo en el Colegio La Salle Jobson. Se recibió de Perito Tenedor de Libros, estudió Ciencias Económicas y se dedicó a la profesión. En su país había estudiado carpintería, motivo por el cual -al llegar- organizó su tallercito como hobby y en la actualidad y desde hace más de 30 años tiene una fábrica de amoblamientos, dirigida por sus hijos.

Más historias

En relación a sus bisabuelos (padres de Amanda), Fernando Gutiérrez contó que fueron Bernardo Pablo Bertone y Avelina Margarita Combina Oitana. Bernardo era parte de la sociedad que -después de fallecer su padre, Francisco Bertone- formó con los hermanos “Bertone Hnos., Herrería Artística y Carruajes”. Luego decidió dejar su parte de la sociedad a su madre María. Avelina, era maestra de piano, recibida en el Colegio San Francisco de Asís, y se dedicaba a los trabajos de la casa y al bordado.

Los padres de Bernardo Pablo fueron Francisco Bertone y María Grosso Giraudo. Él había llegado al país desde Génova (Italia) y María era de la localidad de San Martín de las Escobas. Ya en Santa Fe, Francisco se ubicó en una empresa familiar y continuó con su profesión. Cursó estudios superiores en soldadura en Buenos Aires.

Una nueva vida

Por último, Fernando incluyó en su trabajo de investigación -que presentamos en esta nota abreviadamente- las siguientes reflexiones: “La vida es un gran cuento escrito por un gran creador. Este creador sueña para nosotros aventuras, lugares exóticos, amores únicos. Sólo se nos pide que demos testimonio de nuestro cuento, que dejemos un legado para los que vendrán y seguirán este cuento eterno”.

Mis antecesores -continuó- tuvieron un sueño. Soñaron con crear una nueva vida en una nueva tierra. Vinieron de otros lugares del mundo y lograron hacer realidad eso que tanto anhelaban. Formaron familias, crearon empresas, construyeron casas y continuaron soñando. Ellos son inmigrantes, personas que pueden contar con voz propia historias de desarraigo, de esperanzas y cambios. Ellos dejaron que el cuento fluya. Ellos soñaron con cambiar su vida, ayudaron a escribir historias, pero sobre todo, nunca dejaron de soñar...”.