etcétera. toco y me voy

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Hay libros para todo

La biblioteca de una casa, al menos la biblioteca de gente que lee habitualmente, es un organismo vivo, a veces independiente. Se nutre, desde luego, de los gustos de sus dueños, pero también ocurre que muchas veces aparecen libros que “nadie” trajo, otros que vinieron prestados y se quedaron -je- y otros que fueron prestados y no volvieron. TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected]

“Releí a los poetas; algunos me parecieron mejores que antes, y la mayoría peores”.

“Memorias de Adriano”. Marguerite Yourcenar.

La fragmentación de la Galaxia Gutemberg (empezá las notas como quieras, total...) provocó que cualquiera pueda publicar un libro de lo que se le ocurra. Hay libros de todo y para todos. Literalmente. Esto, que podría constituir una buena noticia sobre la circulación del saber, la democratización de una práctica que antes estaba encriptada en editoriales, libreros y escritores de verdad, es para mí una catástrofe. ¡Cualquiera publica lo que se le canta! La buena noticia devino rápidamente en una especie de devaluación del objeto libro y de su prestigio natural, que podía bancarse hasta hace poco tiempo incluso la irrupción de otros formatos y tecnologías. El libro era el libro. Pero la profusión de autores -todos autores, un universo creciente de autores para un número cada vez menor de lectores; estoy convencido de que si más gente leyera, habría mucho menos autores y libros...- finalmente logró el cometido de que todo es publicable y todo puede ser y es un libro. La alarma me la despertó una ex vecina, ya fallecida, que se auto denominada una de las mil quinientas poetas de Chaco y que me mostró orgullosa el libro que la inmortalizaba junto con las otras 1.499 plumas. Ahora hay uno o varios libros para cualquier cosa. Pruebas al canto: el genial dibujante de estos textos semanalmente desquiciados -el polaco Dlugozsewski-, por ejemplo, tiene un libro que le enseña a hacer barcos dentro de una botella y otro que versa sobre nudos marineros.

Durante mucho tiempo tuve en mi biblioteca un libro entero dedicado al “acento”, específico y sesudo, que luego en un rapto de inspiración hice circular hacia gente específica y sesuda que pudiera disfrutarlo más que yo, que estoy cada vez menos sesudo -puedo en cambio exhibir alguna rima consonante en su reemplazo- y específico. Ahora soy sensorial y genérico y me va fantástico, una especie de animalito feliz y sin pretensiones...

Les hablaba de esos libros que llegan a nuestra biblioteca de manera inexplicable sin que medie acción humana que lo deposite allí. Uno recibe a diario o periódicamente libros de amigos, esforzadas ediciones, egos, aspiraciones, sueños. Todo bien. Pero también se cuelan otros ejemplares que no sabemos cómo diablos están en los estantes. Por ejemplo, ayer, limpiando la biblioteca, al lado de Séneca, apareció “Cómo cortar la mala onda”. Pregunté en casa y nadie sabe quién trajo ese libro y por qué está allí o qué propone a pesar de su explícito título.

También encontré junto al Elogio de la locura un manual de reiki y reflexología, muy didáctico, con ilustraciones y todo que muestran la planta de un pie con las zonas asociadas del cuerpo. Difícil aprender todo y acertar además en una pata real (pienso en los deformados 46 del nono Alberto, con cayos, durezas, espinas fosilizadas y otras cosas de imposible descripción: andá vos a meter la mano ahí) con el punto justo; jodido que te duela la cabeza y vos dale refregarle la parte conectada con el hígado. Y todo es así. todo es así.

También, en mi aleccionadora recorrida por “mi” cada vez menos “mi” biblioteca, entre ediciones locales y demás, descontando un libro de yoga en octosílabos, también asomaron un par de libros de autoayuda y uno de predicciones del horóscopo chino, de 1997.

Hay gente que hace de vez en cuando limpieza de libros de la biblioteca y así vuelan impiadosamente una serie de nuevos autores y futuras promesas literarias, de manera que Pessoa o Borges u Orozco o Cervantes o los autores que te gustan estén en tentador primer plano para volver a ellos una y otra vez.

Y si no, hagan como yo: estoy aprendiendo a hacer un telescopio casero, ya le pedí el libro al polaco porque me vendría fantástico un barquito dentro de una botella en mi nuevamente depurada biblioteca, aprendí a hacer unos masajes de pie espectaculares, el horóscopo de 1997 puede ser leído sin inconvenientes en 2009 y tengo diez recetas muy claras para cortar la mala onda. Soy, lo que se dice, un libro abierto.

En mi recorrida por “mi” cada vez menos “mi” biblioteca, entre ediciones locales y demás, asomaron un par de libros de autoayuda y uno de predicciones del horóscopo chino”.