“¡Pobre Patria mía!”

Panfleto sobre la insensatez y la

deshonestidad en la Argentina

DE LA REDACCION DE EL LITORAL

Un panfleto es un libelo o un opúsculo de carácter virulento, y Marcos Aguinis define así al género en el que se inscribe su último libro “¡Pobre Patria mía!”. El estupor, el enojo, el hartazgo, la cólera parecen ser los sentimientos inspiradores, pero el discurso es racional, justo, sensato, y la furia no es más que la reacción ante tantos despropósitos propinados desde el poder a la pobre nación Argentina de los últimos tiempos: los despropósitos políticos, los despropósitos fiscales que ahorcan a los ciudadanos (mientras los privilegiados del poder no rinden cuentas de nada), la educación (donde sólo prima la demagogia y el facilismo, la ausencia de evaluación estricta, la ausencia de autoridad, la incapacidad), la estimulación a que crezcan las villas miserias en los lugares donde el oficialismo recauda menos votos...

Ciorán sostiene creer sólo en los libros “que expresan el estado de ánimo de quien escribe, y que manifiestan la necesidad profunda de liberarse de algo”. Aguinis adhiere a este axioma y se apasiona y desespera ante este país “que podría haber sido ejemplar, de no haberse extraviado en el dédalo de la sucia demagogia y un populismo que maquilla sus versiones llenas de trampas”.

Enseguida Aguinis centra su virulencia contra los Kirchner y su gobierno, con un Congreso que es “objeto de una manipulación permanente, porque los legisladores se agachan bajo el vendaval de cuchillos que giran en torno a sus cabezas. La Justicia apenas sobrevive ante el patíbulo en que se ha transformado el Consejo de la Magistratura por obra sagaz de la ex senadora Cristina de Kirchner (la que iba a mejorar nuestras instituciones). Siguen los escándalos de corrupción como pancho por su casa. Ningún fiscal o juez se anima a enjuiciar con la debida rapidez, tenacidad y arrojo a ningún funcionario”. Y como ejemplo estudia el caso de la paralizada e inútil Oficina Anticorrupción.

Un verdadero libelo, éste, contra “el matrimonio presidencial —él instala los tonos, ella dibuja la melodía—... Cristina usa un estilo profesoral, y Néstor provoca como un tigre hambriento (sus próximos lo apodan “La Furia”). Ambos denuncian traiciones, deslealtades, fascismo, antidemocracia, insensibilidad social, actos “destituyentes’, sabotaje a la redistribución del ingreso y otras lindezas. Esas críticas deberían ser dirigidas hacia ellos mismos, porque son ellos quienes arruinan la democracia, amenazan como fascistas, bloquean el progreso, aumentan la pobreza, no les importa el incremento de la ignorancia y estimulan verticalmente la anomia”.

Una pregunta sirve a Aguinis de detonante: “¿Es Néstor Kirchner un tirano?”, para recordarnos en principio el “romance secreto” que los argentinos parecemos cultivar con respecto a los tiranos. Por ejemplo, el encanto que todavía nutrimos hacia los caudillos de nuestra historia, esos “soberanos en su zona o provincia, “dueños de vidas y haciendas’, admirados por su coraje, crueldad, picardía, obstinación, patriotismo y hasta su generosidad siempre caprichosa y por lo tanto muy agradecida cuando derramaba el maná”. Y una relectura de “Edipo rey”, de Sófocles (cuyo título original sería en verdad “Edipo tirano”, y que entre otras revelaciones, da pruebas de que el despotismo puede instalarse por decisión popular —ejemplos más cercanos los encontramos en Hitler o en Chávez—) y del “Hierón”, de Jenofonte, le sirve para trazar un paralelo con Néstor Kirchner. “Desde que asumió la presidencia de la Nación en 2003 fue pasmosa su compulsión a repartir bofetadas, desplantes, injurias y humillaciones. Es el único presidente que tuvo la democracia recuperada en diciembre de 1983 que no es querido por una mitad y odiado por la otra, sino que es odiado por una mitad y temido por la otra”.

La conclusión lógica es que no bastan los votos para establecer una democracia; es necesario respetar las leyes por encima de las arbitrariedades “que pretende imponer un tirano, entre las cuales suele ser muy ilustrativa su codicia por seguir entronizado para siempre. Cuando el presidente sandinista Daniel Ortega fue derrotado en Nicaragua por Violeta Chamorro, Fidel Castro le preguntó por qué se retiraba y transfería el poder. “Porque me ganó en las elecciones’, contestó Ortega, algo encogido. Y Fidel, mirándolo a los ojos, exclamó disgustado: “Te ganó... ¿en las qué?’”.

Aguinis evoca al napolitano Gaetano Filangeri (1752-1788) para recordar también que una democracia necesita no sólo leyes y cumplimiento de las leyes, sino que “es necesario que las reglas de juego sean incorporadas al espíritu de la gente, convirtiéndose en una extendida y sólida religión civil”.

Para contestar a la pregunta original (“¿Es Néstor Kirchner un tirano?”), Aguinis realiza un recorrido por la biografía del ex presidente y ex gobernador de Santa Cruz. ¿Sería quizás preferible el término dictador? Las palabras y las definiciones son importantes, ésa es una de las lecciones que promueve este “panfleto”. No casualmente, uno de los epígrafes que abren el volumen reza: “El verdadero significado de las cosas se encuentra al decir las mismas cosas con otras palabras” (Charles Chaplin). La otra cita es la que da título al libro: “¡Pobre patria mía!” (Manuel Belgrano). La extorsión que el actual gobierno nacional realiza sobre los productores, la farsa del “blanqueo” fiscal y del “paquete anticrisis”; los principales evasores de la Afip, que revelaron ser nombres poderosos amigos de Cristina y Néstor; la victoria de la droga; los beneficios del juego (y su relación con la gestión K); y -sensibilidad que agradecemos los habitantes del “interior” del país, una sensibilidad nada común entre la intelligentsia porteña- la falsedad de esta república federal, son algunos de los otros temas que Aguinis va analizando en este libro publicado por Sudamericana, que indudablemente toma la voz airada, espantada, reprimida de millones de argentinos, de los argentinos que se rebelan ante el estado de nuestra pobre Patria.

Un homenaje a Manuel Belgrano cierra el libro, un breve homenaje a un hombre generoso, culto y responsable, un ejemplo para revertir la situación que hoy nos aprisiona.

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Marcos Aguinis manifiesta en su último libro sentimientos airados ante el panorama actual del país.

Foto :amancio alem