El debate sobre los agroquímicos

Pesticidas: "Faltan planes de manejo y es clave saber más"

Es lo que plantea el Ing. Horacio Beldoménico, que está organizando un seminario internacional sobre pesticidas en Santa Fe. También dice que los productores deben seguir capacitandose y consolidar las buenas prácticas agrícolas.

Gastón Neffen

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Los agroquímicos son una parte esencial del paquete tecnológico que revolucionó la producción de alimentos, en un mundo que cada vez necesita más granos, más carne y más leche. Por eso es cada vez más importante generar planes responsables que midan su impacto, regulen su uso y garanticen que los alimentos que comen, y que exportan, los argentinos son seguros.

La comunidad científica internacional debate en forma constante cuales son los pesticidas que se pueden utilizar y en que graduación. En Europa y Estados Unidos es un tema clave. Sobre todo porque utilizan el 80% de los agroquímicos que se producen en el mundo. No es que no les gusten los alimentos orgánicos. Necesitan estos productos químicos para intensificar sus cultivos y así atajar la creciente demanda de alimentos.

La gran diferencia es que cuentan con legislaciones sólidas, cuadros técnicos del Estado que investigan si se respetan los niveles aceptables y una lista actualizada —avalada por los principales referentes científicos— que establece que compuestos conviene usar y cuales no.

Holanda es un buen ejemplo. Para saber que porcentaje de residuos dejan los pesticidas en sus alimentos, sólo hay que ingresar al sitio del organismo gubernamental que los monitorea (www.vwa.nl; “Food and Consumer Product Safety Authority”, en inglés). Durante el 2007, los holandeses examinaron 4.400 frutas, vegetales, cereales y productos procesados. Así descubrieron que en un 45% de las muestras había residuos por encima de los máximos permitidos (en el caso de los productos importados en más de un 60%).

¿Qué pasa en la Argentina? Primero, no hay una ley nacional que regule el uso de los agroquímicos (Santa Fe si tiene un normativa provincial). Además, se siguen usando productos como el endosulfán y la atracina que se prohibieron en Europa. Esta semana, Carlos Debona, ingeniero agrónomo y director de Sanidad Vegetal del Ministerio de la Producción, le reconoció a El Litoral que hay que revisar los procedimientos de control y que las autoridades comunales también deben colaborar en el monitoreo de las aplicaciones que se realizan cerca de sus pueblos.

Esta semana, el glifosato quedó en el centro de una nueva polémica. Un estudio del Laboratorio de Embriología Molecular (de la Facultad de Medicina de la UBA) afirmó que es capaz de producir efectos negativos en el desarrollo del embrión, en pruebas que se realizaron en embriones anfibios. Pero también hay que recordar que el herbicida está considerado como de baja toxicidad por la FAO (con estudios —también serios— que avalan su uso) y es un producto autorizado en Europa y Estados Unidos.

La única salida viable es profundizar el conocimiento científico sobre los agroquímicos. En este contexto, es una muy buena noticia que algunos de los expertos más prestigiosos del mundo vengan a Santa Fe para participar del 2º Workshop Latinoamericano sobre Pesticidas, que se va a realizar entre el 8 y el 11 de junio en el Centro de Convenciones Los Maderos (ver recuadro).

El presidente del comité organizador de este evento, el Ing. Horacio Beldoménico, director del Laboratorio Central de la Facultad de Ingeniería Química (UNL), habló con Campolitoral para analizar las condiciones en las que se usan los herbicidas y pesticidas en la Argentina.

— ¿Cómo deberíamos encarar la discusión pública sobre los agroquímicos?

— Al margen de los picos que el tema tiene en los medios, hay que reclamar planes constantes y permanentes que vayan mejorando la situación de los contaminantes ambientales. Es imprescindible generar más conocimiento científico. Por eso hay que celebrar que se haya estudiado el tema en la Argentina (lo dice por el trabajo del Laboratorio de Embriología Molecular sobre el glifosato). El workshop que estamos organizando también va a ser un aporte, en el marco de una discusión seria y responsable.

— ¿El debate sobre los agroquímicos está muy radicalizado?

— La gente se siente desprotegida y no sabe si los alimentos que come son seguros. Pero es un tema que no suele tratarse bien. Las cosas no son negras o blancas. No es cuestión de decir que está todo bien y que no pasa nada. Tampoco hay que asustar en forma desmedida a todo el mundo porque este es el problema número uno, cuando uno sabe que hay chicos muriéndose de hambre.

— ¿Qué hacen otros países del mundo?

— Nosotros tenemos que pensar este tema con cabeza propia. En Europa, la gente ha aceptado que va a comer una pequeña porción de pesticidas. Los encuentran en casi todos sus vegetales y frutas. Sus organismos de control hacen evaluaciones constantes. En realidad no pueden hacer otra cosa, les faltan tierras. Como alternativa tienen un mercado orgánico para un grupo de consumidores de alto poder adquisitivo. Nosotros estamos en un escenario diferente. Mi percepción es que podríamos comer muchos menos pesticidas, por las características de nuestros campos.

— ¿Qué rol debe jugar el Estado?

— No hay que inmovilizarse en la queja de que nos faltan leyes y tecnología. Y hay que elaborar planes concretos de manejo sustentados en investigaciones de fondo. El Estado debe legislar y controlar. Hay que hacer un esfuerzo para ordenar esta cuestión. Nos faltan datos y hay que medir regularmente los residuos que dejan los plaguicidas y herbicidas en los alimentos, en el aire, en el suelo y en el agua. Se necesitan registros serios y permanentes de cada localidad y región. Acá hay mucho para mejorar. A veces uno ve “los mosquitos” (aplicadores de pesticidas) paseando por los pueblos. Los depósitos en los que se los almacenan los productos no siempre son los adecuados. Muchos peones que aplican los pesticidas no están capacitados y no usan la ropa adecuada. Debería haber controles médicos para los aplicadores.

— ¿Qué evaluación hace de las fumigaciones aéreas?

— Es cierto que están en discusión en Europa. Lo que pasa es que ellos fumigan superficies más pequeñas que las nuestras y se les complica hacerlo sin afectar animales y personas. Para mí el punto débil es el rendimiento. No me parece que sea la forma más eficaz de usar los agroquímicos, que son bastante caros. La agricultura de precisión ha avanzado mucho en el uso de las semillas y fertilizantes (con diferentes aplicaciones en un mismo lote, según la fertilidad que marcan los monitores de rendimiento). El mismo camino hay que seguir con los pesticidas.

— ¿Qué deben hacer los productores e ingenieros agrónomos?

— Es un tema educativo. En primer lugar se trata de consolidar las buenas prácticas agrícolas. Es decir hacer un uso eficiente y correcto. Ha pasado que hay gente que mezcla con la mano los preparados y se intoxica de manera espantosa. También es cierto que se siguen usando algunos agroquímicos que están prohibidos en otros lados. Y todavía se utilizan algunos insecticidas clorados que se prohibieron aquí hace décadas. Son productos que se usaron mucho entre la década del 30’ y el 60’. También está el caso del endosulfán (es un insecticida que forma parte del paquete tecnológico de la soja, del maíz y del algodón, entre otros cultivos). Es un compuesto que está bajo la lupa. Aquí se sigue aplicando a pesar de que fue prohibido en la Unión Europea a principios de este año.