EDITORIAL

El ingreso de Turquía a la Unión Europea

No es un tema menor en la actual política internacional que el presidente Obama se haya pronunciado a favor de la incorporación de Turquía a la Unión Europea. Tampoco es para subestimar la previsible reacción del presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, oponiéndose a esta iniciativa o, aclarando que esa decisión compete a las veintisiete naciones integrantes de la Unión Europea y no al presidente de los Estados Unidos.

Para completar el panorama, habría que agregar que el Reino Unido, fiel aliado de Estados Unidos, está de acuerdo con la integración de Turquía. A nadie le debería llamar la atención que las dos grandes potencias anglosajonas se manifiesten en esa dirección. El conflicto con Afganistán, las relaciones tensas con Irán y la propia situación en Irak, hacen que Turquía sea un aliado valioso. Israel también considera al gobierno de Ankara como uno de los garantes de la paz en Medio Oriente.

Barack Obama declaró públicamente que Estados Unidos no está en guerra con el mundo musulmán. Para los entendidos, estas palabras representan una diferencia decisiva con las posiciones del ex presidente Bush, aunque, nobleza obliga, hay que admitir que Bush siempre sostuvo que el enemigo era el terrorismo de signo musulmán, no el pueblo musulmán y, mucho menos, su religión. Conviene recordar que a la semana del atentado terrorista contra las Torres Gemelas, Bush se hizo presente en una mezquita para aclarar la diferencia, gesto que la comunidad musulmana de Estados Unidos agradeció sinceramente.

Más allá de las razones de estrategia de la Casa Blanca, lo que queda claro es que la incorporación de Turquía a la Unión Europea sigue siendo un tema conflictivo que divide a la opinión pública. El actual gobierno de Turquía presidido por Erdogan es de signo musulmán y si bien se ha manifestado dispuesto a respetar las reglas de juego, algunos de sus gestos ponen en duda la sinceridad de sus declaraciones. Sin ir más lejos, en la última reunión de la Otan, Turquía votó en contra de la propuesta de que la institución estuviera presidida por un danés.

El argumento que fundamentó esta posición fue que el gobierno de Dinamarca no había tomado medidas correctivas para sancionar a los periodistas que publicaron historietas en las que se le faltaba el respeto -según ellos- a Mahoma. Como se recordará, con respecto a este episodio, fanáticos musulmanes de diferentes partes del mundo atacaron instituciones occidentales y amenazaron de muerte a los periodistas y dibujantes.

Asimismo, Turquía persiste no sólo en desconocer el genocidio contra el pueblo armenio, sino que, además, sanciona a quienes lo plantean, incluso ha llegado a amenazar con romper relaciones diplomáticas con aquellos países que mencionan el episodio perpetrado por el gobierno de los Jóvenes Turcos y que le costara la vida a más de un millón de armenios.