Al margen de la crónica

Sin matices

La historia del transporte urbano santafesino puede ser abordada de todas las maneras posibles y recorrer las distintas facetas que lo fueron caracterizando desde sus orígenes: las modificaciones en su denominación, las diferentes formas de pago del boleto, los cambios que fueron operando en los recorridos, la desaparición lisa y llana de líneas. El denominador común de todas estas variantes es la capacidad de adaptación de los usuarios: para muchos el colectivo sigue siendo indispensable.

Pero también se puede contar su historia y su relación con los pasajeros desde otra perspectiva, en apariencia superficial pero no menos importante: los colores. Atrás quedó ¿para siempre? la época del filete que alegraba el paso de aquellos bondis, más adecuados a calles estrechas, trayectos más breves y una expansión geográfica y demográfica que apenas se insinuaba.

Tampoco volvieron aquellos tiempos de colores definidos e identificables: el azul que predominaba en la línea 1 -que luego fue verde-, el gris y celeste de la 4, el negro de la 5, el naranja de la 6. Bueno.. toda la 6 se fue para no volver.

Poco queda de aquella etapa en que se había elegido el blanco para buena parte de las unidades y, entonces, como un homenaje al pasado cercano o un interés en conservar algún signo de identificación, se le pintaban rayas de los viejos tonos que alguna vez tuvieron para que puedan ser distinguidos unos de otros.

Nada hacía prever entonces que todo se volvería monocromático. Más que diferenciarse, los colectivos ahora se agrupan en rojos, amarillos, y apenas un poco más se distingue. Y la cuestióntermina limitando seriamente las posibilidades de los usuarios. No son pocos los que, hasta hace algún tiempo, se guiaban más por el dato cromático que por el número de línea para identificar el coche al que se tenían que subir. Así fue como|, padecedores de todos los males ópticos que empequeñecen o deforman los objetos, fueron los primeros en acusar el impacto de semejante cambio. Y en ésto no hay límite de edad.

Entonces, a la inusitada capacidad de adaptación que se requirió en todo este tiempo para sortear uno a uno los cambios, lentamente y casi sin darnos cuenta, se sumó también ésta, recuperada para estos párrafos no por nostalgia sino por solidaridad.