La visión de un especialista

La Argentina sin soja sería como

“Venezuela o Arabia sin petróleo”

Héctor Huergo dice que la disputa con el campo marcó el principio del fin del kirchnerimo. Cuestiona la campaña oficial contra la oleaginosa y defiende a la “industria verde” que da riqueza al país.

De la redacción de El Litoral

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El ingeniero agrónomo Héctor Huergo es director de Clarín Rural y especialista en agronegocios. Son roles que lo ubican por estas horas en las antípodas de la visión oficial sobre la producción rural; dice que hay una campaña oficial contra el sector rural pero cree que en la Argentina habrá cambios electorales que repondrán al campo en la escena socioeconómica nacional.

“La Argentina en los últimos años se insertó con fuerza en el mundo de los insumos básicos alimentarios y energéticos con los biocombustibles. Pero en la visión del gobierno, el modelo de desarrollo basado en la generación de ventajas competitivas a partir de nuestros recursos naturales no es plausible y viable”.

El especialista entiende que la disputa con el campo fue el “principio del fin” del kirchnerismo. “En la búsqueda de otro modelo que no está bien definido, se buscó transferir los recursos y atacar al campo en la disputa con el gobierno. Hoy pareciera que el objetivo del gobierno es eliminar la base de sustentación del sector agropecuario argentino”.

Huergo, quien disertó ayer en la Bolsa de Comercio de Santa Fe, en el marco de las actividades por el 125º aniversario de esta entidad, acerca del futuro agropecuario de la Argentina, compartió su visión en una charla con El Litoral.

—¿Por qué el gobierno eligió al sector agroindustrial como enemigo?

—En la base ideológica de quienes nos gobiernan, el sector agropecuario seguramente representa lo viejo. En la coyuntura se suma la derrota que el sector le propinó al gobierno con la resolución 125, que fue el inicio del fin del ciclo kirchnerista. Todo el mundo percibe que no hay muchas posibilidades que esto siga adelante por mucho tiempo más. Se cumplirá el ciclo del gobierno y después seguramente la sociedad elegirá otro camino.

Esto lo sienten y se ubicó al campo como enemigo político y el objetivo es atacarlo en sus fundamentos, en las instituciones que tienen que ver con la producción, proveedores de insumos atacados como en el caso del glifosato, en el plano de la comunicación, sensibilizando a la opinión pública. Es un camino que pareciera no tener retorno.

—Con este antagonismo “apocalíptico”, ¿viene el fin de la soja en la Argentina?

—No puede venir el fin de la soja. Es como pensar que llega el fin del petróleo en Venezuela o Arabia Saudita. No se va a poder, esto tiene demasiada fuerza y lo que llama la atención es eso: todo este embate contra la soja cuando el gobierno va por ella, cuando es la actividad más importante de la economía argentina.

—Usted ha dicho que las medidas que toma el gobierno sólo favorecen más sojización.

—No es la consecuencia que buscan. Pero hablan de diversificar y a la luz de los resultados, lo único que hubiera habido más -porque hubo más siembra- fue soja.

Después la sequía se ocupó de que eso no sucediera; pero la soja es la única actividad que quedó con rentabilidad gracias al desarrollo de ventajas competitivas que hizo el sector: productores, insumos, siembra directa y paquete tecnológico, más las obras de infraestructura del sector privado como los puertos y el dragado de la Hidrovía.

—Más allá de los Kirchner, ¿existe un riesgo de monocultivo en la Argentina?

—De ninguna manera. El paquete tecnológico y la soja colonizaron en la Pampa húmeda y en la zona extrapampeana con actividades que se fueron diversificando. Si uno analiza lo que pasaba entre 2005 y 2007, los demás cultivos crecían más que la soja, porque el dueño del campo exigía otros cultivos. Nadie va a dejar que se deteriore su propiedad; hay que desmitificar porque la soja no es más ni menos erosiva que cualquier otro cultivo mal hecho. Las nuevas prácticas agrícolas son sustentables.

—Uso del suelo y rotación. ¿Son materias en las que debería haber más regulación del Estado?

—Hay que tener cuidado con las regulaciones y el exceso de regulaciones. Difundir conocimientos: el verdadero rol del Estado; por supuesto que se puede mejorar la ley de arrendamiento, pero si uno se pone a regular es difícil salirse del cepo. En Brasil hacen soja sobre soja todos los años sin ningún problema; en Estados Unidos el cinturón maicero hizo durante años maíz sobre maíz y visité en Inglaterra en Stoneleigh -cerca de Birmingham- un lote donde se hace desde hace 100 años trigo sobre trigo. Y había cada vez más trigo. Por supuesto que aparecen enfermedades que obligan al tratamiento y búsqueda de variedades resistentes; son problemas que la tecnología está resolviendo día a día. No hay como la iniciativa privada; tenemos 150 años de historia y cada vez que el Estado se metió a regular no hizo más que afectar los recursos naturales.

—¿Se puede medir cuánto hay de componente industrial y valor agregado en cada tonelada de soja que se exporta?

—Basta analizar la relación de insumo y producto. Pero además se puede procesar el poroto, producir harina y aceites que son actividades nobles e importantes. Pero no agregan tanto valor como la producción de soja en sí misma. Al suelo -la luz que capta, el dióxido de carbono y la lluvia- el chacarero le agrega productos químicos, herbicidas, fertilizantes, combustible, semillas, genética y maquinaria agrícola que es acero y pinturas y soldaduras y todo eso. Si uno analiza cuánto se invierte para producir una tonelada de soja, se va a encontrar con que la relación de insumo-producto es más del 50 %. Entonces el valor agregado es del 100 %; nada agrega tanto valor y sin embargo aparece como actividad industrial. Yo hablo del campo como industria verde; nada transforma con más eficiencia los recursos naturales que la agricultura argentina de hoy.

—Una crítica habitual es que por la soja hay menos gente en el campo. ¿Hay un escenario que genere más trabajo rural que el modelo actual?

—Cuando se mecanizó la cosecha de maíz en los “50 -en un proceso pionero a nivel mundial- quedaron muchos cosecheros sin trabajo. Pero hubo pleno empleo en la Argentina. No se puede culpar a la mecanización del maíz o de la soja por el desempleo; por supuesto que la soja requiere menos mano de obra que otros cultivos que hasta hace algunos años se cosechaban a mano, como el algodón; pero hay más actividad genuina y riqueza en la zona donde la soja sustituyó al algodón.

La Argentina sin soja sería como “Venezuela o Arabia sin petróleo”

“Hay que desmitificar”, dijo Héctor Huergo. Aseguró que “la soja no es más erosiva que cualquier otro cultivo mal hecho”. Sostuvo en cambio que el cultivo es “sustentable”.

Foto: Flavio Raina

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ADEMÁS

“No le podemos errar”

Más allá de la situación crítica de los mercados internacionales, la ineludible demanda de alimentos ha sostenido una recuperación de los precios internacionales. Huergo entiende que “no le podemos errar si profundizamos este camino”.

Dijo que “no sólo el mundo seguirá comiendo, sino que transita de una dieta básica de arroz y trigo a otra más sofisticada que incluye las carnes de todo tipo, las proteínas animales. Los animales se alimentan fundamentalmente con maíz y harina de soja; son los dos principales productos de exportación de la Argentina”.

“No le podemos errar si profundizamos este camino; lo que no significa que tenemos que hacer nada más que esto; pero haciendo más de esto surgen empresas como las que producen electrónica para el Agro”.

Como ejemplo, Huergo mencionó una firma de Reconquista “que fabrica equipos electrónicos de control de cosechadoras, sembradoras y fertilizadoras; están trabajando en las fronteras del conocimiento”. concluyó.

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EL DATO

Soja y dengue

“En Charata sacaron la soja vía retenciones y dejaron el dengue”, ironizó Huergo. Dijo que hay una campaña en la que funcionarios del gobierno pretenden que “hasta el dengue es consecuencia de la soja”. Pero en cambio señaló que “vemos esa imagen increíble de un hospital de campaña del Ejército para atender las necesidades de la gente, cuando Charata transfirió al Estado nacional más de 100 millones de dólares” por derechos de exportación de la producción de esa zona chaqueña.