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El Empire State Building es un símbolo palpable de la fe y la confianza en el porvenir, todo un emblema neoyorquino.

Un gigante de 78 años

El 1º de mayo de 1931 se materializaba la obra de un genial arquitecto: William F. Lamb. A más de siete décadas revivimos la historia de un sueño cumplido. El Empire State es un mito viviente.TEXTOS Y FOTOS. MARIO A. LAGUZZA.

“Edifique hasta lo más alto que pueda”, fueron las instrucciones que recibió el arquitecto William F. Lamb. “Puedo construir hasta la altura donde lo permitan las leyes físicas”, respondió el célebre diseñador.

De este breve diálogo surgieron las discusiones que conducirían a la construcción del edificio más alto del mundo y que por más de 40 años ostentó ese récord, cuando en 1972 se inauguraban, al sur de Manhattan, las hoy desaparecidas Torres Gemelas del World Trade Center de 110 pisos y 420 metros de altura.

El Empire State Building es un símbolo palpable de la fe y la confianza en el porvenir. Sus cimientos fueron echados en el corazón de Manhattan, en la famosa Quinta Avenida entre las calles 33 y 34, y los neoyorquinos la vieron crecer a diario -casi se diría por hora- ya que, en un momento dado, su armazón de acero llegó a elevarse catorce pisos en sólo 10 días.

Se aferró en el subsuelo rocoso de Manhattan y a partir de ese año 1930 representó toda la pujanza del pueblo de ese país; todos vieron orgullosos crecer al coloso, cual su propio resurgimiento de la depresión de la época.

Las grúas, las excavadoras, los motores, las soldadoras y el entrechocar de los tirantes de acero, con su particular ruido, parecían repetir “lo más alto que se pueda... lo más alto que se pueda...” y el armazón siguió subiendo.

Vistos desde abajo, encaramados en el esqueleto a 200 metros de altura, los obreros se asemejan a hormigas.

Llegar a los 300 metros no habría de detener a esa mole de hierro que parecía querer llegar al cielo. El armazón se tejía cual una tela de araña vertical, y a los pocos días uno de los “habitués” a este espectáculo del genio creador del hombre exclamó, dándose aires de entendido: “ya hemos pasado al Chrysler Building, el edificio más alto del mundo (por entonces), con sus 318 metros”.

Trescientos veinte... trescientos cuarenta... trescientos sesenta metros... pero la construcción no se detenía. A medida que se elevaba, la mole de acero se iba afinando. Parados en la Quinta Avenida los curiosos boquiabiertos trataban de ver a los obreros que allá arriba, encaramados en los tirantes de acero, soldaban y remachaban, pero ya no los percibían. Envuelto en la bruma y nubes bajas, el edificio parecía haber entrado al cielo, sacudido por vientos que hacían cimbrar su armazón.

Pero si el ojo inexperto no veía ya el avance de la obra, en cambio había un hombre que vigilaba y que, cual un artífice, en su estudio modelaba ese bloque que subía y que todos los días, hasta su finalización, miró desde la ventana de su estudio de la calle 44 cual a un hijo. Ese hombre era William F. Lamb. el privilegio de poder tener a Nueva York a sus pies, cual un gran tapiz, fue fruto de muchas noches en vela y de profundos estudios.

En un tiempo récord queda finalizada la construcción del Empire State Building, y el 1º de mayo de 1931, apenas quince meses después de haber iniciado la colocación de sus cimientos, tuvo lugar la inauguración.

Mientras la mole de acero y cemento se va incorporando al paisaje de la ciudad, los curiosos que desde afuera la han visto crecer entran en ella y se informan. Todo lo referido a este edificio es impresionante. y así se sabe que mide 381 metros, que tiene 102 pisos y dos subsuelos, que ocupa el área de una manzana, que en su construcción se han empleado 10 millones de ladrillos y que tiene 6.400 ventanas, que sus 67 ascensores cubren más de 11 kilómetros, y que el expreso al piso 86 hace el recorrido en menos de un minuto. Precisamente en ese piso, se encuentra el primero de los dos puestos de observación. De ahí se puede dominar toda la ciudad, tras la protección de grandes ventanales, o salir a las terrazas perimetrales.

BELLEZA EN LAS ALTURAS

Para tener una visión más amplia , los visitantes pueden subir al segundo mirador, ubicado 16 pisos más arriba. Allí en el piso 102, situado a los pies de la gran antena de televisión que corona el edificio, se tiene una sorprendente y singular vista de toda esta gran ciudad, tanto de día como de noche.

A casi 400 metros sobre la calzada, las calles congestionadas están silenciosas. Grandes barcos parecen de juguete, enormes puentes parecen una miniatura, estilizados rascacielos parecen caber en la palma de una mano.

Uno puede ver desde esa altura 5 grandes barrios, 3 aeropuertos, 4 estadios, 3 ríos, 7 puentes, la Bahía de Nueva York, el océano Atlántico y, desde luego, toda la extensa isla de Manhattan.

En días de clara visibilidad se pueden observar panoramas distantes a 90 kilómetros, con lo que se logra divisar los territorios de tres estados: Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut.

Pero si la vista es incomparable durante el día, lo es aún más durante la noche. Millones y millones de luces multicolores resplandecen y se pierden a la distancia marcando calles, avenidas, autopistas, puentes... y un sinnúmero de luces dibujan el perfil de los grandes rascacielos. Es una de las vistas más espectaculares que se puedan tener. El Observatorio está abierto al público todos los días de la semana, de 9.30 a 23.30.

Este gigante fue diseñado al estilo “art decó” y su fachada exterior fue realizada con paneles de piedra caliza procedente de Indiana. Fue designado por la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles como una de las Siete Maravillas del mundo Moderno, y Monumento Histórico Nacional desde 1986.

Un detalle digno de destacar es la iluminación que ostenta todas las noches la parte superior del edificio; el mismo se brinda de variados colores según determinadas fechas atendiendo a celebraciones nacionales o internacionales.

El Empire State no es un edificio de viviendas, sino de oficinas y miles de personas tienen allí su puesto de trabajo.

La solidez de esta gigantesca construcción, con espacio en el que cabría una ciudad de 80 mil habitantes, fue puesta a prueba en 1945. Un día de espesa niebla los paseantes vieron salir de entre las bajas nubes que envolvían al Empire State Building a un enorme bombardero B-25 de las Fuerzas Armadas; eran las 10 de la mañana del 28 de julio. Al encontrarse frente al coloso de cemento, el piloto hizo un vano esfuerzo por tomar altura pero era demasiado tarde. La nave se incrustó entre los pisos 78 y 79. hubo 13 muertos y 26 heridos. Se logró dominar al fuego y en menos de un mes fueron reparados los daños que en ningún momento resintieron a la sólida estructura.

La “vida” de esta mole se calcula en casi mil años, o sea que aún estaría en pie si hubiera sido construida cuando la Primera Cruzada. Su diseñador ya no vive, pero recordándole quedará su edificio, cuya solidez nos lleva al fantástico año de 2930.

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Es el edificio mas alto de New York con 102 pisos y 381 metros.

EL MÁS FAMOSO

En el transcurso de más de siete décadas numerosas personalidades de todo el mundo, reyes, presidentes, primeros ministros, artistas famosos e intelectuales tuvieron la ocasión de conocerlo. algunos nombres de personajes célebres como Winston Churchill, Albert Einstein, el Sha de Irán, Fidel Castro, Nikita Kruschev y tantos otros famosos, lo visitaron.

Anualmente es recorrido por más de dos millones de personas, provenientes de todo el mundo, que han admirado desde su cumbre el inmenso paisaje urbano que se abre a sus pies.

El Empire State ya no es hoy el edificio más alto del mundo, ni siquiera de los Estados Unidos, pero sin embargo es nuevamente, después de tres décadas, el rascacielos más alto de Nueva York y segundo de los Estados Unidos, retomando el liderazgo de décadas pasadas.

En cuanto a su fama, nunca la perdió, pues fue y sigue siendo el más popular y célebre emblema que identifica a la ciudad de Nueva York y a los Estados Unidos en todo el mundo.

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Vista nocturna de la torre iluminada, a 420 metros de altura.