EDITORIAL

Estación Belgrano: ¿burocracia o política espuria?

En una ciudad poco acostumbrada a la reacción ciudadana, la gente se movilizó casi inmediatamente después de saber que desde Capital Federal se intentaba impedir que el municipio local realizara obras tendientes a preservar la abandonada estación del Ferrocarril Belgrano.

Y es que había razones suficientes como para movilizar -e indignar- a tantos santafesinos que durante décadas vieron impotentes cómo este edificio histórico y cargado de simbolismo se derruía ante la inacción de los gobernantes de turno.

Luego de que cayera el proceso licitatorio tendiente a recuperar y refuncionalizar tanto la estación como la zona circundante -también bloqueado desde Buenos Aires-, el municipio local tomó la decisión de iniciar una serie de arreglos menores para frenar el deterioro, evitar el riesgo de accidentes, la propagación de minibasurales y la posibilidad de que el inmueble se convierta definitivamente en un verdadero refugio para la delincuencia.

Con llamativa celeridad, desde la Administración de Infraestructuras Ferroviarias del Estado llegó una notificación intimando al municipio a dejar el edificio tal como estaba, aduciendo que las instalaciones no pertenecen a la ciudad de Santa Fe, sino al Estado nacional.

Superada la sorpresa inicial por semejante advertencia de quienes jamás mostraron interés por enfrentar el problema, llegó el momento de las hipótesis.

La primera de ellas es que, simplemente, algún burócrata necesitado de cierto protagonismo como para justificar su salario decidió enviar esta advertencia, argumentando que el municipio actúa sobre un terreno que no le pertenece. Si así fuera, este supuesto funcionario público no parece haber tenido en cuenta que, tanto el edificio como los terrenos, están enclavados en medio de una ciudad que necesita condiciones urbanas y sanitarias dignas y seguras.

La segunda de las hipótesis está directamente vinculada con el período electoral que desde hace tiempo vive el país. A nadie escapa que la administración del gobierno santafesino pertenece a un signo político diferente al del gobierno nacional, desde donde en los últimos años se han dado claras y repetidas muestras de un manejo autocrático de las cuestiones públicas.

En cualquier caso, el ideólogo-autor de la advertencia no parece haber tenido en cuenta a los ciudadanos de Santa Fe, sino que puso por delante del bien social cuestiones vinculadas con la burocracia estéril o con un espurio interés partidario.

Al menos hasta el momento, el gobierno de la ciudad tomó la decisión de continuar adelante con las reparaciones iniciadas en el edificio, sin contar con recursos de las arcas nacionales y a pesar de la notificación que intenta paralizar las tareas.

La discusión continuará por carriles administrativos o judiciales, aunque la firmeza mostrada por la gente de Santa Fe difícilmente permita que esta suerte de atentado contra el sentido común pueda llegar a consumarse.