análisis

La derrota tiene padre

Darío Pignata

Néstor Fenoglio no me asegura que Federico El Grande hubiera inmortalizado aquello de “La derrota no tiene padre”. Sí, está firme aquello de “La victoria tiene un centenar de padres, pero la derrota es huérfana”, de John Fitzgerald Kennedy. No es fácil salir y enfrentar un enjambre de micrófonos cuando su equipo —Colón— genera tanta expectativa, se pone 2-0 arriba y termina perdiendo 4-2 con Vélez.

El entrenador de Colón, Antonio Mohamed, es un pilar indiscutido de esta campaña sorpresiva, peleando arriba junto al poderoso Vélez y el armado Lanús con la base del granate campeón. Es más, soy de los que opina que el “Turco” es el mejor refuerzo del equipo.

Ayer, salió a la rueda de prensa mucho más rápido que cuando gana. Y le puso, con hombría, el pecho a las balas. “Quise cerrar el partido y me equivoqué, fue culpa mía”, dijo sin vueltas. Se cargó la derrota en los hombros, algo no habitual en el fútbol argentino. Es cierto que se equivocó, no porque Ledesma fuera titular indiscutido sino porque “despelotó” al equipo en las tres líneas. Falló, como tantas veces acertó. Imaginó un partido con el 2-0 que nunca se dio. Hoy, después de un año en Santa Fe, Mohamed está más allá de un resultado en Colón. No hacía falta que dijera lo que dijo. Nadie en el mundo Colón necesitaba que se hiciera cargo del error en el cambio y en el resultado final. Ahora, se sabe: “La derrota tiene padre”. Mohamed se hizo cargo. Antonio, El Grande.