Un rompecabezas vistoso

Laura Osti

La idea básica que plantea Tony Gilroy, guionista y director, en “Duplicity” es la lucha o confrontación entre dos fuerzas. Esa idea queda explícita en la secuencia del principio, jugada en cámara lenta, en la que en un aeropuerto se enfrentan simétricamente dos aviones, dos grupos de gente con paraguas (llueve) y más en el centro, dos individuos que primero se gritan y luego se traban en una lucha cuerpo a cuerpo. Son -lo sabremos después- los ejecutivos de dos empresas rivales, productoras de cosméticos.

La famosa dualidad que está presente en casi toda manifestación humana, Gilroy la lleva, un tanto pretenciosamente, casi a la exasperación.

No solamente juega con los planos, partiendo la pantalla en dos, tres y cuatro escenas que se ven de manera simultánea, pero que ocurren en tiempos diferentes, sino que juega con el tiempo, desorientando al espectador con mensajes impresos luego de una serie de secuencias y al comienzo de otras, al estilo de: “Tres meses antes” o “Dos días antes” o “Veinte minutos después”... y así.

Los personajes protagónicos son dos espías: Claire Stenwick (Julia Roberts), ex agente de la CIA, y Ray Koval (Clive Owen), ex agente del MI6, quienes prefieren utilizar sus habilidades para hacer negocios en el ámbito privado, aprovechando la guerra sin cuartel que se han declarado las firmas de los cosméticos. Aquí se enfrentan también dos criterios: por un lado, una de las empresas invierte muchos recursos en investigación y desarrollo de nuevos productos, y por otro, la otra empresa prefiere invertir en sistemas de espionaje para robar ideas, fórmulas y todo lo que pueda de sus rivales. Son dos maneras de instalarse en el mundo.

En ese escenario, Claire y Ray tratarán de hacer su propio juego, también plagado de dobleces, engaños y simulaciones.

Ellos forman una sociedad, más que eso, están algo así como enamorados, pero lo mantienen en secreto, porque pretenden quedarse con la parte del león en esta guerra de espionaje y contraespionaje entre los dos gigantes de las cremas y lociones, y en todo caso, buscar una diferencia haciendo trato con un tercer jugador.

Así, la historia refiere a idas y venidas, persecuciones, mentiras y todo tipo de triquiñuelas para llegar a obtener la fórmula maravillosa que hará millonario y poderoso al que la pueda patentar y comercializar por primera vez. Y se trata nada más y nada menos que de un tónico contra la calvicie. Un chiste, seguramente, que recuerda esa escena clásica del trotamundos ofreciendo ungüentos maravillosos al pie de la diligencia ante una multitud de curiosos en algún pueblito polvoriento del Far West, y que apunta a uno de los tantos “sueños” de la civilización occidental, casi equiparable al de encontrar la fuente de la eterna juventud.

En un momento, es tal el caos que se arma en torno de esta disputa, que ya nadie sabe quién juega para quién, y andan de aquí para allá llevando y trayendo lo que se supone es “la fórmula”. Todos desconfían de todos, incluso la parejita ya no sabe qué pensar uno de otro, hasta que finalmente de tanto querer pasarse de vivos, quedarán atrapados en su propia trampa.

“Duplicity” es un producto pensado con el fin de entretener y que el espectador se vea obligado a aguzar su observación y su ingenio para seguir la historia, que se presenta, además de intrigante, dislocada en el tiempo. Un rompecabezas vistoso (Julia Roberts y Clive Owen lucen muy bien), sin otra pretensión que mantener incentivada la atención mediante una serie de trucos que intentan suplir la carencia de ideas más profundas o que buscan solamente distraer para que uno se olvide de otras cosas más importantes, aunque sea por un rato.

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BUENA

Duplicidad

“Duplicity”. Thriller, Alemania / Estados Unidos, 2009. Dirección: Tony Gilroy. Actores: Julia Roberts, Clive Owen, Tom Wilkinson, Paul Giamatti, Billy Bob Thornton y Cassidy Gard. Guión: Tony Gilroy.

Producción: Jennifer Fox, Kerry Orent y Laura Bickford. Duración: 125 min.