Señal de ajuste

Melodrama pampa

Roberto Maurer

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Al fin una telenovela que asume el clasicismo con valentía y sin afeminamientos románticos, es decir, donde los personajes son todos fieritas que se miran a los ojos sin nunca bajar la vista, echando llamaradas, sean de amor o de odio, porque todo es más o menos igual, en un cuadro de bajezas impregnado por la codicia y el resentimiento, salvo Thelma Biral. “Herencia de amor” (Telefé, lunes a viernes a las 15) es un melodrama con un estanciero, don Augusto Ledesma (Humberto Serrano), que sería una transfiguración de Hugo Biolcatti tal como lo imaginarían los Kirchner, un sujeto brutal que, según nuestras tradiciones camperas, no distingue entre mujeres y caballos: son todos animales de montar. Apenas se lo conoce, se entiende que don Augusto pudo ser indiferente a algún caballo, pero que no se le escapó ninguna mujer del pueble bonaerense de Santa Victoria.

Vivía en concubinato con Morena (Natalia Lobo), la mujer que robó a su propio hijo Lautaro (Diego Olivera), y estaba por casarse con ella porque sabía que sus días estaban contados, y contados en especial por Morena, que se relamía por una herencia de 50 millones de dólares. Luego de diez años de ausencia, Lautaro regresa de la capital para evitar el despojo (1), acompañado por Verónica (la debutante Luz Cipriota), su novia, una modelo que llega al campo sin haber pisado bosta en su vida, y que recibe su bautismo agrario no bien empieza el primer capítulo cuando contempla, horrorizada, el sacrificio de un caballo. Ahí mismo, en el camino, es cuando se topa por primera vez con Pedrito (Emilio Estevánez), y es un mérito de la tira, ya que, habitualmente, las novelas postergan y mezquinan los encuentros de quienes serán los amantes centrales. En esa escena inicial, la pueblera se lo come con la mirada, aunque corresponde aclarar que si todos los peones rurales fueran como Pedrito, las mujeres invadirían nuestros campos, jadeantes. Y ni hablemos de cuando Verónica lo ve hachando, el torso al aire y brillando de sudor, con el físico de un aviso de gimnasio fashion.

Pedrito

De entrada, se nos permite adivinar que Pedrito es un hijo que don Augusto tuvo con Tere (Luisina Brando), la madama del prostíbulo del pueblo. El lupanar también pertenece al estanciero, un productor agropecuario que, visiblemente, se ha diversificado. El niño sin identidad fue entregado a Dorita (Thelma Biral), la angelical cocinera de la casa que amó en secreto a Augusto, y hermana de Tere, de quien está distanciada.

Sin saber que comparten la misma sangre, el peón Pedrito y Lautaro son rivales desde la infancia y, es la promesa, se disputarán a Verónica y la herencia. ¿Son hermanos? Puede ser que quien ignora ser hijo de su padre, sea realmente hijo de su padre, en tanto que el que cree ser hijo de su padre, tal vez no lo sea. Lautaro interrumpe la boda de Augusto, ya frente al altar, su padre se descompone y fallece. Es el segundo muerto, el primero fue el caballo.

Para sumar excitación, hay boxeo. El Pedrito es pugilista amateur y pelea con un grandote para ayudar a la escuelita del pueblo, pero es víctima de una trampa del intendente corrupto (Roly Serrano) y recibe una paliza que intenta ser interrumpida por la espantada Verónica, que ya había sufrido el sacrificio de un caballo. Ella, que se quería volver de inmediato a las pasarelas porteñas porque no podía adaptarse a la vida salvaje de las estancias argentinas, decide quedarse con su novio Lautaro y ofrecer su ayuda a la escuelita de los pobres, aunque cualquiera percibe que va por el lomo de Pedrito.

Zapallos

Una vez enterrado Augusto, los zapallos se comienzan a reacomodar. Morena se queda sin boda y sin nada, Lautaro asume el mando, llega su madre, Mercedes (Nora Cárpena) buscando su tajada, y se producen escenas enojosas (2). En una de sus primeras medidas, el nuevo patrón echa a Pedrito de la casa, cuando lo descubre con su novia en brazos, pero sólo por socorrerla en una caída (3). Y, por defenderlo, también echa a la bondadosa cocinera.

El escribano informa que una semana antes de morir, Augusto retiró tres millones de dólares en efectivo, nadie sabe para qué, aunque en su agonía pidió que buscaran al varoncito que abandonó, cuya identidad se desconoce Para sorpresa de todos, Augusto dejó su patrimonio a la cocinera. Sin saber que ahora es propietaria de miles y miles de hectáreas en la pampa húmeda, la cocinera, acompañada por Pedrito, abandona la casa, se detiene, gira la cabeza, y con ojos llorosos mira el casco, ahora suyo aunque no lo sabe: “Nos quedamos sin nada, hijo”.

(1) Lautaro ha llegado y se anuncia:

-Vine a tu boda, papá.

-Yo no te invité.

-No podés casarte con esa prostituta, todo lo que quiere es tu guita.

-Ella me cuidó todos estos años.

-Para eso contratábamos a una enfermera.

El hijo también usó la expresión “esa yegua te exprime”’.

(2) -¿Qué hace esta prostituta acá? Sacala a patadas de mi casa-, grita Morena.

-No es tu casa, no llegaste a casarte con Augusto. Quiero que sepas que para la gente del pueblo vos sos la puta de Augusto.

(3) La situación no es clara, de todos modos. Pedrito la alza y se miran a los ojos.

-¿Qué me va a hacer? ¿Me va a matar como a su caballo?-, dice ella temblando y no de frío.

Melodrama pampa

Los personajes son todos fieritas que se miran a los ojos sin nunca bajar la vista, echando llamaradas, sean de amor o de odio.

Foto: Gentileza Telefé