Al margen de la crónica

Cuidado con el asterisco

Los juegos que ofrecen dinero como premio, ocupan un buen espacio en los programas televisivos. Si bien muchos de ellos los tienen como un anexo al resto de los entretenimientos, hay espacios exclusivos desde donde se tienta a la gente a jugar a través del celular mediante llamados o mensajes de texto.

No son ilegales porque si uno tuviese “vista de lince”, podría leer debajo de los cuatro dígitos que hay que marcar después del asterisco, las bases y condiciones “legales” por las cuales las compañías de teléfonos se “cubren” de posibles demandas o protestas.

En un espacio nocturno, por ejemplo, una conductora con mucha “onda” forzada, incita a participar en un concurso en el que “¡este montón de plata te está esperando!”. Para conseguirla hay que resolver enigmas matemáticos o formar una palabra escondida detrás de un desparramo de letras. Quien se crea dueño de la respuesta correcta, debe marcar asterisco seguido de cuatro números; pero, el que atiende del otro lado, le propone una secuencia de acertijos que debe solucionar para acceder al siguiente y así poder tener, en algún momento, la posibilidad de gritarle a la rubia que exhibe el fajo de billetes: “¡yo tengo el resultado correcto de la operación matemática!”. Pero el camino no es ni fácil ni rápido. Si el candidato sigue el juego y continúa respondiendo los jeroglíficos, los minutos pasan y pasan; lo que significa que la compañía de telefonía celular factura y factura. Conclusión: el crédito de una tarjeta es devorado con enorme rapidez o los servicios mensualizados registran consumos escalofriantes y, en vez de ganar algo, se pierden tiempo y dinero.

Igual suerte corre quien llama para acceder a la variedad de “servicios” que se ofrecen discando, después del asterisco, cuatro números: chicas con tanga, chistes, horóscopos, piropos, figuras del kamasutra, lolitas que cuentan sus experiencias sexuales, frases hots de alguna “vedette” mediática o fotos excitantes; hasta ahora se ofrecen, por ese medio, cualquier tipo de “favores”, menos recetas de cocina.

Anular cualquiera de estas prestaciones, una vez solicitadas, lleva tiempo y genera no pocas rabietas con los operarios de la compañía. Vicisitudes de la posmodernidad; por un lado, los beneficios de la comunicación al alcance de todos y por el otro, las eternas avivadas que explotan la curiosidad o las necesidades de la gente, y contra las cuales conviene estar prevenidos.