Al margen de la crónica

La impostación como estrategia

La imaginación de los ávidos de poder es inagotable en cualquier lugar de la Tierra. Entre nosotros, al cuco del “nosotros o el caos” y de las candidaturas “testimoniales”, ahora se esboza el fantasma de Evita en las boletas que estarán en el cuarto oscuro. Ya hubo diputados truchos, borocotizados e impostores; ahora se podrá votar por el duplicado cinematográfico de la mujer que hizo posible, entre muchas otras cosas, que su género votara en Argentina.

Antes, Luis Brandoni e Irma Roy, copiaron la osadía de Ronald Reagan, que pasó de ser un oscuro actor cinematográfico a un opaco presidente nada menos que de la primera potencia del mundo.

En la Italia de los ochenta, la atención pública se centró en Ilona Staler, “la Cicciolina”, una húngara nacionalizada italiana, bien dotada por la naturaleza (o por las siliconas), que se presentó como candidata y ganó un lugar en el Parlamento por un partido ecologista. La memoria la recuerda en cuanto programa de televisión le cediera un espacio, hablando con inflexiones aniñadas y aupando un osito de felpa. Durante la campaña, apuntó su capacidad de seducción dirigida -sobre todo a la platea masculina- a tratar de argumentar por qué su carrera como actriz porno le había dado la experiencia suficiente para pelear por los derechos de los que le confiaran su voto. Ya en funciones, sus proyectos más notorios la mostraban luchando por legalizar una gran libertad sexual y apoyando la despenalización del uso de drogas.

Como consuelo o para quitarnos la idea de que somos pioneros en concebir irregularidades vale mencionar que, luego de su paso sin pena ni gloria por el parlamento italiano, la pulposa candidata intentó ser aceptada como representante legislativa en su Hungría natal; pero el sano juicio de ese pueblo mutiló sus aspiraciones.

Uno imagina que el camino hacia el Congreso es bastante largo y exige vocación de servicio. Sin embargo, ninguna profesión es excluyente de la política; de hecho, y por citar ejemplos cercanos, Brandoni, Roy o Nito Artaza -que por su militancia en contra del “corralito”, se convirtió en vocero de un buen grupo ciudadano-, antepusieron el arte referente al gobierno de los Estados, al arte de las tablas.

Pero es un golpe bajo jugar con los sentimientos de los que todavía votan con el corazón o desde las nostalgias y confundirlos usando una imagen que veneran. Así dadas las cosas, no sería raro que junto a los de Kirchner y Scioli, tapizando las paredes de Buenos Aires apareciera una de estas mañanas el rostro de Eva Perón desde el maquillaje de Nacha Guevara.