Arribará el próximo lunes a Tel Aviv

La visita del Papa a Tierra Santa

despierta interrogantes terrenales

La presencia del Pontífice en una región tan conflictiva genera inconvenientes logísticos que incluyen desde el papamóvil hasta el control de la gente que concurrirá a sus misas. Roces con el Museo del Holocausto por Pío XII.

Daniela Brik

Agencia EFE

La visita de Benedicto XVI a Tierra Santa despierta cuestiones tan terrenales como si podrá acceder a los lugares en su papamóvil, la forma de conseguir entradas para las misas o detalles de su recorrido por el Museo del Holocausto.

El que se perfila como el principal evento del año, arroja numerosos interrogantes y crea enormes expectativas, muchas de las cuales posiblemente sólo se resolverán durante la misma visita.

Éstas cuestiones no sólo tienen en vilo a la reducida comunidad cristiana local o a los devotos que acudirán en peregrinación, sino también a los círculos políticos israelíes y palestinos, organismos de seguridad y medios de comunicación.

El 11 de mayo el Santo Padre aterrizará en el aeropuerto Ben Gurión, próximo a Tel Aviv, en un vuelo de la compañía israelí El Al y se desplazará a Jerusalén, donde será recibido por el presidente de Israel, Shimon Peres.

Ratzinger acudirá posteriormente el Museo del Holocausto, visita obligada que efectúa todo jefe de Estado a Israel, pero por tratarse de un pontífice alemán, cargada de simbolismo.

En este memorial que recibe el nombre hebreo de Yad Vashem, el Papa rendirá homenaje a los seis millones de judíos asesinados por los nazis y sus aliados.

De unos 40 minutos, la visita tendrá su centro en el “Hall del Recuerdo”, donde depositará una ofrenda y atizará la llama votiva sobre el suelo de cemento donde se pueden leer los nombres de todos los campos de concentración nazis.

“Allí se encontrará con seis supervivientes del Holocausto y pronunciará unas palabras”, explicó a EFE la portavoz de la institución Esti Yaari.

Algunos críticos han incidido en que la duración de la visita la convierte en “meramente protocolaria” o de “cortesía”, y de menor calado que la que realizó su antecesor Juan Pablo II en el 2000.

En la sombra, está la agria polémica que aún enfrentan al Vaticano y al Museo del Holocausto por una placa en la sala exhibición que muestra al Papa Pío XII, acusado de pasividad ante la persecución nazi sufrida por los judíos, e incluso la ayuda prestada por algunos de sus cardenales para facilitar la huida a criminales de guerra.

Sobre la polémica, el Museo constata que existen conversaciones en curso, aunque matiza que el Pontífice no visitará la sala.

Al respecto, el director del Centro Jerusalén para las Relaciones Judeo-Cristianas, Daniel Rossing, cree que se trata de una “cuestión muy compleja”, aunque sobre la duración de la visita se pregunta retóricamente “¿cuánto tiempo sería el suficiente?”.

En una cita oficial donde cada gesto, palabra y silencios se analizan con escrupuloso detalle, Rossing destaca que lo “importante es qué es lo que se dice y cómo se dice”, y recuerda que Ratzinger ya ha visitado el museo en otras ocasiones.

Aún queda por resolver la cuestión de las entradas para las misas y ceremonias religiosas que oficiará durante su estancia, la más multitudinaria en Nazaret el día 14, donde se esperan 40.000 personas.

Wadie Abu Nasar, coordinador para los medios de la visita del Papa, adelanta que serán gratuitas y estarán disposición de la Iglesia y las distintas congregaciones.

Los peregrinos que acudan a la zona pueden hacerse con ellas a través de las hermandades y operadores turísticos especializados, aunque tendrán prioridad los cristianos de la región.

La prensa podrá acceder a las informaciones e imágenes de la visita gracias a un fondo común en cada momento y lugar, de cuya gestión no se encarga la Iglesia sino las autoridades de cada país o territorio que visite.

Dos vehículos blindados popularmente conocidos como el papamóvil serán empleados por el Santo Padre en Israel y los territorios palestinos y un tercero a Jordania, mientras que los organismos de seguridad israelíes estudian el itinerario que recorrerá en la ciudad antigua de Jerusalén, de empedradas y estrechas callejuelas.

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Juramento de fidelidad

Treinta y dos nuevos guardias suizos juraron fidelidad al Papa en el Patio de San Dámaso, del Vaticano, en una ceremonia a la que asistieron miembros de la Curia Romana y del cuerpo diplomático, además de los familiares del “ejército más pequeño del mundo”.

El juramento de los reclutas se celebra todos los años el día 6 de mayo, en conmemoración del “Saqueo de Roma” (1527), cuando murieron 147 guardias suizos por defender al Papa Clemente VII del asalto de las tropas del emperador español Carlos V.

La ceremonia se desarrolló, como es tradicional, con el juramento de los soldados alzando tres dedos de la mano derecha para simbolizar la Trinidad, mientras con la mano izquierda estrechaban la bandera del cuerpo.

Vestidos con los uniformes de corte renacentista e inspiración de Miguel Ángel, los nuevos soldados se comprometieron a servir fiel y lealmente al Papa Benedicto XVI y se mostraron dispuestos a “sacrificar su propia vida”.

La jornada comenzó con una misa celebrada por el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, quien recordó las virtudes que debe tener un soldado de este cuerpo: “Seriedad, dedicación, fidelidad y vigilancia”.

Bertone también les indicó el ejemplo de los 147 guardias muertos durante el saqueo de 1527, afirmando que “el sacrificio de los guardias sirvió para defender la vida del Papa (Clemente VII) y también hoy vosotros servís fielmente, lealmente y honorablemente al Sumo Pontífice, sacrificando, cuando sea necesario, incluso la vida”.

Aunque las dificultades “no faltan”, el secretario de Estado del Vaticano ha conminado a los soldados a extraer sus motivaciones “de una sólida vida de fe”.

“No se vigila sin rezar, ni se reza sin estar espiritualmente despierto”, agregó.

La Guardia Suiza está compuesta por 110 miembros, exclusivamente hombres. Fue creada en 1506, cuando el Papa Julio II negoció con los cantones helvéticos el envío de voluntarios para formar un contingente estable en Roma, como guardia personal y de su residencia.

Tras el golpe recibido durante el Saqueo de Roma, Pablo III renovó la formación en 1548 con 225 hombres, uno de cuyos destacamentos fue enviado por Pío V a combatir contra los turcos en Lepanto, donde consiguieron arrebatar dos banderas enemigas.

Disuelta por Pío VI antes de irse al exilio en 1798, Pío VII volvió a formarla en 1801 pero con sólo 64 soldados, que León XII aumentó a 200 en 1824. Actualmente son 110.

Los soldados de la Guardia papal deben ser oriundos de algún cantón suizo, católicos, solteros en el momento de su incorporación al servicio, tener entre 20 y 30 años y con una altura mínima de 1,74 metros. La duración mínima de servicio es de dos años.

Ayer, el comandante del cuerpo, Daniel Anring, dijo que en un futuro la Guardia Suiza puede abrir sus filas a las mujeres.

La visita del Papa a Tierra Santa despierta interrogantes terrenales

Un cartel de bienvenida a Benedicto XVI decora el acceso a la Iglesia de Todas las Naciones en el Jardín de Getsemaní, en Jerusalén. Durante su visita a Israel, recorrerá lugares de enorme valor simbólico para los cristianos.

Foto: Agencia EFE