Soledad, instituciones

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Analía Giordanino. Foto: Pablo Aguirre

Por Fernando Callero

“Fantasmas”, de Analía Giordanino. Ediciones UNL. Colección “Los Premios”, Santa Fe, 2008.

Una cronista, amateur, delicadísima, recorre con inquietante curiosidad su mundo pequeño y a la vez gigante: la ciudad. Un circuito familiar, todo grabado de pasos y referencias cotidianas, sólo que apuntadas en la memoria de un sujeto particularmente expansivo. Una especie autóctona de flâneur lírico, baudeleriano, cuya mirada intersticial, sesgada, construye voces que hacen eco de otras voces, otros ámbitos. Una investigación en la que la narración funciona como una suerte de método para abordar significados complejos, y en la que lo extraño es confrontado y finalmente reunido en el sentido escurridizo y permeable de la propia identidad. Lugares descorridos de los núcleos domésticos, gramaticalizados, del texto correcto en el que nuestra cultura pretende apuntalar su discurso. Pasajes mágicos de un reino a otro, simetrías especulares como en los cuentos tradicionales o en los experimentos de Cortázar (una referencia fuerte que circula el libro en clave de homenajes).

La soledad es el lugar a partir del cual “Fantasmas” proyecta sus paseos. Un valor contracultural que habilita la observación y la voz en forma de soliloquios. La mayoría de los cuentos hablan de paseos o trayectos en los que los personajes recorren, como en un tour caótico, ciertas instituciones en decadencia; y entre las grietas de esa arquitectura social desmoronada, los personajes abren con su visión pasajes hacia los futuros (frutos) que se vienen gestando, salvajes allí, como esos arbustos pertinaces que prenden en los muros de los viejos edificios: la Escuela, el Correccional, el Supermercado, la Peluquería, una anacrónica Tanguería en Capital, el Hogar, la Correspondencia (cartas), la Pareja, el Cementerio.

Un pasaje comunica la escuela con un correccional, unos chicos juegan en el Hospital público con aviones hechos con radiografías usadas, una chica joven y una vieja mendiga se extrapolan, una tía y su sobrina recorren el cementerio administrando las energías y las ofrendas para sus amores muertos, dos mujeres espejadas en un bar por una misma suerte: el descuido de sus hombres y, claro, la Soledad: esa gran contra-institución contemporánea donde el sujeto tienta paredes que alternativamente se afirman y se desvanecen en un fantaseo extraño por donde se cuelan fantasmas, espectros que remueven con piquetes los bastiones endebles en que se fundan la salud y la locura.

Un hermoso primer libro de Analía Giordanino (Santa Fe, 1974) que ha merecido el Primer Premio del Certamen Provincial “Alcides Greca 2007”, con un jurado constituido por Hebe Uhart, Graciela Pacher y Sonnia De Monte. Cuidada edición a cargo de la Provincia y la UNL en base a un convenio muy positivo.

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Pared de montaña (San Juan). Foto: Archivo El Litoral